Lastrar más la economía no va a arreglar ahora la crisis médica
Una aclaración preliminar de justicia: el estadista más dotado que quepa imaginar -Roosevelt, Adenauer, Clement Attlee- no lograría vadear con éxito el desafío de la pandemia de coronavirus. No hay país que no esté apurando tragos muy amargos. De China, génesis del problema, ni siquiera poseemos datos fiables sobre sus quebrantos económicos y sanitarios. Estados Unidos, sin sanidad pública universal, semeja una bomba de relojería. El Reino Unido, que comenzó tomándoselo con choteo nacionalista, confiados en su gloriosa insularidad, ve cómo se han contagiado el premier, su asesor científico y el propio ministro de Sanidad.
El Gobierno de Sánchez se enfrenta a un reto nuevo y complejísimo, y así debe reconocerse. Pero la verdad obliga a añadir que el envite
nos ha pillado con un Ejecutivo amateur, que no ha dado una ante la epidemia. Primero minimizaron su alcance y reaccionaron tarde, permitiendo y hasta alentando concentraciones masivas, cuando los datos certificaban que ya estábamos en la angustiosa senda de Italia. También llegaron tarde a la hora de establecer un mando único, porque estaban entregados a lisonjear al nacionalismo antiespañol. Fueron incapaces de aplicar test masivos (único modo de poseer datos reales y frenar los contagios con criterio). Por último, el jueves y el viernes han rondado el sainete con el culebrón de la compra de material chino. A estas horas, lo cierto es que el Gobierno de España todavía no ha sido capaz ni de dotar de nuevos respiradores a unas urgencias en riesgo de colapso.
Sánchez, que siempre ha primado la propaganda sobre la gestión, ve cómo se apolilla su imagen. ¿Reacción? Tapar sus vergüenzas con todo lo que encuentre (de ahí su extraordinario ataque a la UE). Gestos tipo cortina de humo para encubrir su incompetencia práctica y de paso contentar a su socio rebelde, los tardoadolescentes de Podemos, y a sus insolidarios aliados separatistas. Parar por completo el país desde este lunes hasta el miércoles 8 de abril, como le exigían Torra, ERC y Bildu, solo supone cercenar el escaso pulso económico que conservábamos y dificultar la recuperación. La epidemia pasará, pero detrás vienen la recesión, el paro y un inmenso malestar social. La decisión de estrangular la economía resulta además un brindis al sol a efectos de frenar la epidemia, porque el virus ya se ha expandido (de hecho Simón, el portavoz oficial, nos está diciendo que nos acercamos al declinar de la curva). Error también haber prohibido los despidos por decreto, intromisión aberrante en la empresa privada, que parte del prejuicio izquierdista de pensar que a los empresarios les encanta despedir, cuando en realidad las plantillas amplias son sinónimo del éxito. Pero con los ingresos cortados por completo durante meses, reducir el número de nóminas puede ser la única alternativa a quebrar y desaparecer. Esta dinámica elemental no se entiende en un Gobierno de aficionados híper ideologizados, que no saben lo que es trabajar en una empresa.
La salud de las personas es lo primero, por supuesto. Pero cerrar la economía para simular que haces algo y camuflar así tu impericia no va a curarlas. En cambio sí encarecerá extraordinariamente el tremendo día después.....Luis Ventoso
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