En otro tiempo, el PSOE hizo suya la máxima de que «España no se merece un Gobierno que le mienta»
Si hay una cosa injustificable en la gestión de una crisis de salud pública como la que vive el planeta es la mentira. En estas circunstancias, el fraude no solo es inmoral, sino una ofensa a lo más esencial de la democracia y un desprecio a la generosidad de cientos de miles de españoles. El Gobierno de Pedro Sánchez ha mentido para protegerse de su pésima gestión, y lo menos relevante es si lo ha hecho en comparecencias ante la prensa o en la misma sede de la soberanía nacional. Lo verdaderamente alarmante es haber mentido en el momento más crítico de nuestra historia reciente, cuando España afronta la pérdida de un ser humano cada minuto que pasa. O haber mentido sobre el suministro de medios materiales, como afirma la presidenta de la Comunidad de Madrid, cuando casi 10.000 sanitarios están contagiados por el coronavirus. O mentir cuando se afirma en medios de comunicación internacionales que en España no cesan de aterrizar aviones con ayuda sanitaria esencial. Propaganda pura y dura, y además falsa. No es comprensible la mala fe del Gobierno cuando se oculta a los españoles que eran 640.000, y no 9.000, los tests inútiles adquiridos para la detección rápida del virus. Es una indecencia no asumir errores evidentes, recurrir a la opacidad, primar el tacticismo o los juegos de tronos en un Gobierno desbordado, y ni siquiera pedir disculpas por ello.
En otro tiempo, el PSOE hizo suya la máxima de que «España no se merece un Gobierno que le mienta». Por eso la mentira representa un doble desvalor para Sánchez. Para combatir su impotencia, el Ejecutivo nunca debería recurrir a la ideologización del virus. Es una lucha inédita y difícil, sí. Pero una cosa es actuar a la desesperada y otra incurrir en un engaño masivo. Mentir para ocultar chapuzas políticas debería avergonzar a quien lo hace, cuando además dice proteger la salud pública......
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