Un centenar de «sin techo» denuncia que el Ayuntamiento y el Estado no les da acogida inmediata y les deja expuestos a los peligros de la calle
El Paseo del Prado se ha convertido en la casa temporal de un centenar de personas que habitualmente viven a la intemperie en la ciudad de Madrid. Llegaron al bulevar el 16 de abril, a trece días de las elecciones generales, para protestar por su invisibilidad frente a las instituciones. Entonces sólo eran una decena de personas y tres tiendas de campaña. Hoy se han hecho fuertes. 73 «iglús» alineados pintan de plástico verde, en dos filas, el jardín de los olvidados a los pies del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad. Hay ropas tendidas entre los árboles, previamente lavadas en las fuentes que les rodean, zapatillas y calcetines situados frente a la cremallera de las tiendas numeradas; hay vidas destartaladas durmiendo entre esas paredes de tela, reclamando su derecho fundamental a que se respete su integridad física. Son los «indignados» de Pedro Sánchez y también los de Manuela Carmena.
Miki, de 33 años, es uno de los promotores de esta iniciativa a través de la Asociación Chupano, que defiende los intereses de las personas sin techo. Él, diseñador gráfico de formación, lleva un año sin hogar. «Estuve casi cuatro meses pagándome una habitación, pero cuando se me acabó el último contrato tuve que irme a dormir a la calle», cuenta mientras orienta a un hombre que comparte su desdicha a cumplimentar una solicitud de acogida urgente para entregar en el Ayuntamiento de Madrid. Dice que ya llevan 30 rellenadas. «Cuando vas a pedir ayuda a Cibeles porque te has quedado en la calle te dicen que esperes uno o dos meses y, mientras tanto, te dejan expuesto a todos los peligros», reprocha. Miki afirma que no hay plazas en los albergues. Se siente maltratado institucionalmente, pero remarca que no solo afecta a Madrid, sino a todo el país y más de 32.000 personas.
Los «sin techo» en la capital han crecido en los dos últimos años de 2.059 personas a 2.772, según el último recuento de voluntarios que organiza el Ayuntamiento madrileño. Este diario trató de contrastar la afirmación de Miki, pero no logró respuesta.
Ayuda de La Ingobernable
Allí, en el campamento de los que menos tienen, hay más hombres que mujeres, jóvenes de 19 años y mayores de hasta 60. Pocos quieren contar su historia y menos aún salir en una foto, pero Javier Ortiz Landeira, de 58 años, pide que se le pongan sus dos apellidos. Camina a pasos cortos por el Paseo del Prado, ligado, como una extensión más de su cuerpo, a su pipa y su mechero. Relata que ya ha perdido la cuenta del tiempo que lleva en la calle, que tiene varias patologías, la más grave, del corazón. Cobra una pensión de 1.300 euros, pero argumenta que con ella no puede pagarse los hostales: «O comes o duermes. Vivir así no es saludable». Javier se enteró de la acampada durmiendo en la Iglesia de San Antón del Padre Ángel. Le derivó allí el Samur Social: «Allí te encuentras a lo peorcito.Es casi mejor esto».
Los «indignados» del Paseo del Prado no tienen plazo para marcharse, aunque han recibido varias visitas de la Policía Nacional y Municipal invitándoles a trasladarse. Explican los allí presentes que desde que se han instalado en el paseo más turístico de la ciudad no han recibido auxilio municipal. Para cuestiones de limpieza, afirman, se van a asear al edificio okupado de La Ingobernable...
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