Soy sensible al dolor de un marido de ver cómo su esposa se extingue. Soy sensible y empatizo con el dolor ajeno, y sinceramente dudo de que tenga algún sentido soportarlo cuando ya sabes que tu mal no tiene remedio. Pienso que la piedad es una forma de amor, tal vez una de las más intensas, y que todos la necesitamos, aunque en nuestro orgullo tan ingenuo a menudo digamos que no querríamos ser queridos por compasión.
En la misma medida, y en el mismo sentido, deploro las agresiones que cualquier persona pueda sufrir, sobre todo si son físicas y mortíferas. Lo más importante de mí es mi hija. Es la más absoluta prioridad de mi vida, junto a Anna, su madre y esposa mía, y esto es mucho más de lo que pueden decir la mayoría de feministas.
Pero cuando tu llamas a La Sexta para que filmen cómo le practicas la eutanasia a tu esposa, lo que mereces es acabar juzgado por un tribunal de violencia doméstica. Es exactamente lo que mereces, por cretino. Y es exactamente lo que merecen las feministas: la vergüenza de ver en el rostro indefenso de este viudo dónde llevan los excesos de su totalitarismo.
La piedad no tiene nada que ver con el exhibicionismo. La compasión, como el amor, es dedicada y silenciosa, acepta las consecuencias como quien pone la otra mejilla y nunca alardea o se vanagloria, porque el amor es su único curso y su único pulso. La Sexta es la enemiga de la piedad y suele convertirlo todo en un linchamiento. Llamarles para que te graben mientras cometes un crimen pone en duda el amor y es imposible no preguntarse si no está aún más enfermo -aunque sólo sea mentalmente- el marido.
Y el giro final de que el pobre hombre haya acabado juzgado por un delito de violencia pasional, con penas mínimas de 10 años, es señal indiscutible de la capacidad operativa de Dios en la Tierra, y de su sentido del humor. No te preocupes, viejo: ya te indultaremos, pero la próxima vez que votes recuerda quién te dio el susto, lo mismo que cuando vuelvas a encender el televisor, mira bien que no te entren los GEO por la ventana
Tanto rebuscar en el cubo de la basura, era de esperar que os acabarais ensuciando. Tanto linchamiento sólo podía acabar con vosotros mismos encerrados en vuestras propias cárceles. Sois la agonía de la libertad, y tras tanto perseguirnos os habéis acabado persiguiendo entre vosotros: es lo que tiene el totalitarismo, que nunca se acaba.
La Sexta, la eutanasia, las feministas, la cárcel. Vuestra secuencia, vuestro destino. Nosotros nos salvamos en la esperanza. No sé para qué me tomo la molestia de escribiros. Os matáis tan bien entre vosotros, que vale más dejaros...Salvador Sostres
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