Como el arte va siempre del mismo lado, hay una bendita confusión entre toreo y cofradías
Cuando Manfredi, el sastre de los toreros, tenía su taller en la calle Jimios y llegaba el verano, abrían las ventanas de la planta baja y los chiquillos del barrio nos acercábamos a ver, extasiados, la destreza de aquellas mujeres que en sus bastidores, con sus agujas ensartadas en hilo de oro, iban bordando bandas de taleguillas, delanteros de chalequillos, quizá algún capote de paseo. Luego, cuando me acerqué a algún taller de bordador cofradiero, me acordé de las mujeres del taller de Manfredi. Era lo mismo, pero a lo divino. Sólo cambiaba que el bastidor del inmenso manto de Reina para una Virgen era bastante mayor que aquellos pequeños de las taleguillas, y ocupaba casi toda la habitación. Y que mientras que en la sastrería torera cada bordadora estaba con su bastidor haciendo esas rosas, esas barrocas volutas, en la del artista cofradiero de los mantos eran varias las que metían el primor de sus agujas en aquella como vela de un barco que habría un día de zarpar por los mares de la emoción de la trasera de un paso de palio.
He recordado estas cosas viendo la saya que la Virgen de la Caridad de la torerísima Hermandad del Baratillo estrenará esta tarde, hecha con un vestido donado por un hermano que sale de nazareno, se llama José Antonio Morante y es de La Puebla del Río. Del Guadalquivir de Caridad. Torerísima hermandad. No creo que haya otra plaza en el planeta de los toros como la del Arenal, en la que, como una cuadrilla a lo divino, formen los tramos de una cofradía. Ni creo que exista tampoco en todo el almanaque de la Cristiandad un día como este Miércoles Santo sevillano de calle Ancha y calle Adriano, de Puerta del Arenal y Puerta de la Carne, de puente y de Arco, en el que haya dos cofradías toreras, dos, por falta de una: San Bernardo y El Baratillo. La hermandad de Curro Cúchares, enterrado a los pies del Cristo de la Salud, y la cofradía de Pepe Hillo, que le regaló un San José al Baratillo. El Baratillo lleva entre sus insignias el guión de la Real Maestranza de Caballería, la propietaria de la plaza donde la cofradía forma, y de milagro no llevan también un guión de la Empresa Pagés. En San Bernardo, si nos fijamos en los respiraderos del paso de la Virgen del Refugio, veremos que van rematados por machos de vestidos de torear. Sí, los que los mozos de espadas les quitan presurosos de las hombreras a los diestros cuando han cortado la tercera oreja en Sevilla, para que no se los arranquen cuando los saquen a hombros por la Puerta del Príncipe.
A la Virgen del Refugio la sacan a hombros por la Puerta Grande de la Carne y no le arrancan ni un solo macho del adorno de sus respiraderos, que nos traen el recuerdo de los Vázquez: de Manolo, que fue su hermano mayor, y de Pepe Luis, que siempre iba a ver cómo el Cristo de la Salud subía el puente, hermanos que salieron muchísimos años de nazarenos en la cofradía. Cuando esta tarde vea usted a la Virgen de la Caridad con la saya hecha con el vestido de Morante, le sonarán más toreras que nunca las notas de Paco Lola en su marcha «Caridad del Guadalquivir». Y verá que, como el arte va siempre del mismo lado en Sevilla, hay una bendita confusión entre toreo y cofradías. Piense en las mariquillas que Joselito el Gallo le regaló a la Esperanza, hermandad de la que fue hermano mayor don Eduardo Miura. Piense en Juan Belmonte en su cofradía del Cachorro. Piense en Manolo González en La Trinidad. Piense en Antonio Ordóñez en su Soledad, que la de San Lorenzo era como su propia soledad del arte y del poderío ante el toro. Por eso hay marchas que suenan a pasodobles toreros, ¿no las va a haber, no van a sonar? Y por eso hay aficionados que cogen un vídeo de Curro Romero, que es de Los Gitanos, y le ponen de música de fondo «Soleá dame la mano». Piense en todo eso, cuando esta tarde vea a la Caridad baratillera con la saya de Morante. El arte en Sevilla va siempre todo del mismo lado....Antonio Burgos
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