La manipulación de la historia es hoy peor que durante el franquismo
Ayer fue 1 de abril y se cumplían los 80 años del final de la guerra. Era el día del último parte de guerra que rezaba: «En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado». Firmado, Francisco Franco. Como siempre desde hace casi cuatro décadas, las fechas redondas de la guerra civil se prestan para el alarde de una interpretación torticera de la historia. Interpretación que en España no hacen, como en el resto del mundo, los vencedores. Sino los perdedores. A costa de dejarse por el camino la verdad hecha jirones irreconocibles y crear una narración grotesca por falsaria. La mentira es hoy mayor que cuando dictaban la historia los vencedores, mayor en democracia que en dictadura. Estas falsedades enferman a generaciones enteras a las que, con la verdad, se priva de capacidad de juicio y criterio.
Stanley Payne cierra su nuevo libro «La Revolución Española 1936-1939» (Espasa 2019) con un epílogo en el que expone los niveles del disparate de «la manipulación política de la guerra civil en el siglo XXI». Y es que con el tiempo, este sinsentido, lejos de paliarse, se ha agravado. Han quedado olvidados todos los esfuerzos, iniciados muy pronto ya en el franquismo, por buscar en la honradez y el rigor en la investigación explicaciones y datos para una reconciliación también en la historia sobre la base de los hechos. Y se ha impuesto una óptica unilateral de los perdedores más resentidos y más dispuestos a manipular dicha historia para medro en la lucha política del presente. Para instrumentalizar la forzada superioridad moral de las posiciones ideológicas de quienes con su pulsión mesiánica, revolucionaria y totalitaria hundieron la república, provocaron la guerra y después la perdieron.
Esa superioridad moral que la izquierda revanchista blande, sirve para la eficaz intimidación y la criminalización de todas las posturas políticas, historiográficas e intelectuales que discrepen de esa versión maniquea y sectaria. Es la historia oficial de la revancha que quiere imponerse como verdad única e incuestionable, pese a ser una única y larga concatenación de mentiras. Son fantasía sin apenas realidad los disparates que publican sobre la guerra y la represión franquista todos los chiringuitos surgidos al amparo de la lamentable Ley de Memoria Histórica.
Lo gracioso es ver cómo, una vez más en este 1 de abril, frente al obsceno despliegue de victimismo de los sectores ideológicos que se consideran hoy herederos y continuadores de los derrotados, todos los demás guardan un escrupuloso y cauto silencio para no herir susceptibilidades. No vayan a llamarlos franquistas o fascistas. Alguno de los historiadores profesionales de la muy rentable historiografía antifascista, evocan «el gobierno de la venganza» y dicen que el 1 de abril fue un día terrible. Para la inmensa mayoría de los españoles, pensaran lo que pensaran tres años antes, fue un día feliz. Quizás pudo haber sido menor la represión. Pero habría sido mucho mayor y más terrible si no hubieran ganado quienes ganaron ni perdido quienes perdieron. Porque hubo miles de fusilamientos de condenados después del 1 de abril. Pero pocos comparados con los habidos de inocentes antes de esa fecha en la retaguardia frentepopulista y separatista. Y a los muchos condenados a muerte por tribunales siguieron miles de conmutaciones de penas e indultos. Busquen alguna conmutación de una pena de muerte en un régimen comunista. No lo hay. Busquen a un condenado a muerte bajo el comunismo que cinco años después de la sentencia estuviera vivo, libre de todo cargo y con un trabajo en un ministerio del régimen que lo había condenado. No lo hay. Con Franco, vaya que si los hubo.....Hermann Tertsch
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