A medida que el órdago secesionista se radicaliza, Felipe VI redobla su agenda en Cataluña. Y, claro, la Casa Real se siente impotente dadas las limitaciones constitucionales del Monarca.
Todo sucedió en la mañana de este martes. A la misma hora en que el Rey posaba, con gesto de correcta amabilidad, junto al presidente de la Generalitat, Carles Puigdomont;
 el vicepresidente catalán oficializaba un nuevo desafío al Gobierno 
amenazando con ignorar a las Altas Instituciones del Estado para llevar 
su guerra con La Moncloa a instancias internacionales. Y por si fuera poco, junto al Monarca y el inquilino del Palacio de San Jaume, posaba también la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría.
Y es que Junqueras, mientras su jefe estaba con Don Felipe,
 contraprogramaba ante los informadores en una rueda de prensa para 
calificar de "amenazas" las condiciones impuestas el viernes por el 
Consejo de Ministros y para desacatar una de las peticiones del
 Ejecutivo Central: que la Generalitat identifique a los firmantes de 
cada partida presupuestaria. Por si fuera poco, las juventudes de ERC y la CUP convocaban manifestaciones contra la presencia del Monarca, durante toda la jornada, en Barcelona.
"Lo más paradójico de todo es que Felipe VI
 presidía la conmemoración del mayor momento de colaboración entre 
Madrid y Barcelona, el acontecimiento en el que Cataluña ha estado más 
orgullosa de pertenecer a España: los Juegos Olímpicos de 1992", asegura
 a ESdiario un dirigente del PP catalán. "¡Qué ironía!", remacha.
El Rey volvió a vincular este martes el éxito de Cataluña, y de las Olimpiadas del 92, al empeño conjunto de los españoles. Pero tampoco puede ir más allá.
Lo cierto es que el Monarca, por sus atribuciones constitucionales, tiene muy limitado su margen de maniobra. Aún así, habla.
 Lo ha hecho en cada uno de sus discursos en su redoblada agenda 
catalana: en la que, en privado, recibe de empresarios, políticos, 
profesionales o militares las opiniones de cada uno de esos colectivos 
sobre la situación en Cataluña. Y con parte de esa información se 
elaboran los mensajes institucionales redactados al alimón entre La 
Zarzuela y el Gobierno.
Este martes, por ejemplo, Felipe VI
 tuvo especial interés en vincular el éxito de las Olimpiadas de 
Barcelona al empeño común y conjunto de los catalanes y del resto de los
 españoles. "Los Juegos de Barcelona fueron justamente 
esto: el producto del esfuerzo, de la generosidad, de la solidaridad y 
del compromiso de todos; de la unidad de todos alrededor de un proyecto 
que contó con la colaboración entre todas las administraciones", 
enfatizó el Rey -simbolicamente, en catalán- durante el acto de conmemoración de los treinta años del Centro de Alto Rendimiento  de Sant Cugat del Vallès y los venticinco de Barcelona 92.
"Todos juntos -remachó- continuaremos 
nuestra trayectoria impulsando, mejorando y acrecentando el progreso que
 hemos sabido lograr durante décadas de esfuerzo solidario, de espíritu 
de concordia y de confianza en el futuro".
Mientras
 la Familia Real mima cada una de sus visitas a Cataluña, el Gobierno 
endurece su presión sobre la Generalitat con decisiones de las que Felipe VI está puntualmente informado por Mariano Rajoy. La última, la intervención del Gobierno de los fondos que suministra a la Generalitat a través del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA). Un control gubernamental que Oriol Junqueras anunció este martes que va a recurrir al Tribunal Supremo y al Constitucional.
De hecho, según las fuentes consultadas 
por este diario, la medidas que Moncloa prepara y tiene previstas para 
evitar la consulta de 1 de Octubre han monopolizado prácticamente todos 
los despachos que semanalmente mantiene el Jefe del Estado y el 
presidente del Gobierno.
En Zarzuela comienza a cundir la idea de que una parte de la sociedad echa de menos un pronunciamiento mucho más contundente del Rey contra los secesionistas.
Sin embargo, entre los asesores más próximos al Monarca crece la preocupación por los riesgos de la implicación del Rey en el día a día de Cataluña "como si no sucediera nada", según reconocen fuentes próximas a la Casa Real.
 En Zarzuela comienza a instalarse la sensación de que una parte de la 
sociedad española, y sobre todo catalana, echa de menos un mensaje mucho
 más contundente de Felipe VI, más allá de las advertencias entrelíneas que incluye en sus discursos.
Y que algunas fotografías con sonrisas visiblemente impostadas, como la de este mismo martes, son más un balón de oxígeno para Puigdemont y los suyos, que un mecanismo útil que fortalezca al Estado de Derecho.
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MRF 

vaya parida
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