Luchan contra la percepción de haberse convertido en una comparsa, un partido aburguesado, dirigido por un núcleo de fieles a Iglesias donde ya nadie se fía de nadie
Unidas Podemos se ha convertido en el partido más damnificado de la crisis causada por el coronavirus, y ni siquiera la campaña propagandística del Gobierno a cuenta de su «escudo social» ha podido ser rentabilizada por Pablo Iglesias. A Podemos le están superando los tiempos de la pandemia.
En primer lugar, porque ese «escudo social», el escaparate de su vicepresidencia, se empieza a percibir como una simple operación de mercadotecnia vacía de contenido, o cuando menos ineficaz, sobre todo en términos laborales y económicos. Y en segundo lugar, porque ya ni siquiera Podemos hace ostentación de ese «escudo».
Condiciones ideológicas
A Podemos, único socio real de Pedro Sánchez sobre el que pivota la duración que tenga la legislatura, se le avecina
un otoño aparentemente aciago del que Iglesias trata de huir. Sus apariciones públicas son contadas y su capacidad dialéctica y de convicción está demostrándose saturada.
Podemos es hoy un partido en el que asoman de nuevo intrigas internas para debilitar el liderazgo de Iglesias, está sometido a contradicciones ideológicas insalvables para satisfacción de Sánchez, y no dispone de un solo sondeo independiente -únicamente el del CIS- que le refuerce en apoyo ciudadano.
Pero sobre todo, a partir de septiembre será un partido sometido al escrutinio siempre incierto de los Tribunales, con la amenaza de una posible imputación del propio Iglesias si la Audiencia Nacional concluyese que destruyó la tarjeta telefónica de su antigua asesora Dina Bousselham, que la chantajeó reteniendo ese dispositivo durante meses para no verse perjudicado con su contenido, y que obstaculizó un proceso judicial.
Partido comparsa y aburguesado
El principal objetivo de Podemos es recuperar el perfil propio que está perdiendo como socio de Gobierno de Sánchez y reafirmar su decadente capacidad de influir decisivamente. Podemos ha emprendido una lucha sin cuartel contra la percepción de haberse convertido en una comparsa -sustancial para Sánchez, pero comparsa a fin de cuentas-, que lo dibuja como un partido aburguesado, férreamente dirigido por un núcleo inaccesible de fieles a Iglesias en el que ya nadie se fía de nadie, y que empieza a cuestionarse si fue un error, para la supervivencia de su originario proyecto político antisistema, haber entrado en el Gobierno.
Lo cierto es que en los dos últimos meses, Podemos se ha visto debilitado en la estructura fáctica del Ejecutivo. Condicionó en exceso a Sánchez en los inicios del confinamiento y del estado de alarma. Dispuso de un amplio margen de maniobra que Sánchez le concedió manteniendo difíciles equilibrios con otros ministros del PSOE con los que apenas hoy habla. Ya, en efecto, no es así.
La convivencia en la coalición se deteriora
Podemos ha sucumbido a los designios «capitalistas» e institucionales de Europa rindiendo sus armas ideológicas. Aunque se le ha consentido capitalizar un ruido político esencial para Iglesias, ha quedado desautorizado en su operación de desgaste de Felipe VI, y en cascada, de derribo de la Monarquía.
Empieza a perder enfrentamientos determinantes contra miembros del Gobierno más moderados y pragmáticos y, sobre todo, ha demostrado un alto grado de desconocimiento del funcionamiento técnico-político de la Administración que ha llegado a irritar a ministros muy próximos a Sánchez. Incluso, está aceptando con una mezcla de resignación y sumisión el giro táctico emprendido por Sánchez hacia Ciudadanos.
La convivencia en la coalición se ha hecho muy difícil, y en otoño probablemente se vea aún más comprometida porque Iglesias también se está mostrando impotente a la hora de recomponer las tensas relaciones que Sánchez mantiene con socios de investidura como ERC. Y esa era una de las misiones que Iglesias tenía cuando se constituyó el Ejecutivo de coalición.
¿Crisis de gobierno en breve?
El cálculo de previsiones apunta también a una próxima crisis del Gobierno que Sánchez estaría sopesando ejecutar. Pero disminuyan o no las carteras de Podemos, el peso específico de algunos de sus ministros será probablemente menor. Hay ministros socialistas, y dirigentes en Ferraz, que en conversaciones privadas admiten esa crisis de Gobierno como la única manera de Sánchez de reforzarse del desgaste causado por la gestión del coronavirus.
Especialmente, de reforzarse ante Europa con un mensaje nítido de control sobre las cuentas públicas en España, sobre los planes de reconstrucción, sobre las reformas estructurales -y recortes- que deberán acometerse, y especialmente sobre el diseño de unos nuevos presupuestos generales del Estado. El populismo ahuyenta la confianza de Europa, y ese es uno de los mensajes que Sánchez asumió en el reciente Consejo Europeo.
Los tribunales acechan
Al margen, el «otoño suicida» que parte de la oposición pronostica para Podemos, se dirime también en clave jurídica. Las revelaciones del que fuera abogado de la formación, José Manuel Calvente, sobre la existencia de una «caja B» en Podemos, del pago de sobresueldos opacos a sus líderes y de irregularidades contractuales, puede hacer implosionar al partido -y a la coalición de gobierno- si guardase realmente documentación acreditativa de la comisión de delitos.
En tal caso, el asunto Dina quedaría como una minucia. Lo mismo que las denuncias penales iniciadas por dirigentes purgados del partido sobre «pucherazos» teledirigidos en las recientes primarias. Un complejo laberinto judicial abierto durante meses y la hemeroteca como síntoma de incoherencia política resultarían letales para Iglesias. Y para Sánchez, por efecto contagio.
Discrepancias entre los ministros de Iglesias
A su vez, empiezan a aflorar diferencias serias entre los propios ministros de Podemos. La titular de Trabajo, Yolanda Díaz, ha sido señalada por Iglesias como culpable del caos electoral en Galicia, y Garzón no oculta ya discrepancias de fondo muy señaladas con «su» vicepresidente, según están constatando cuadros medios ministeriales, que abundan en la tesis de una «guerra civil» en Podemos. Guerra amplificada también por el temor a la pérdida de carteras si Sánchez decidiese reducir el número de Ministerios como medida ejemplarizante en plena recesión económica.
Proceso del PSOE para domar a Iglesias
Lo mismo ocurre en el grupo parlamentario de Podemos, donde todo el protagonismo recae sobre Pablo Echenique, y donde fieles a Iglesias como Rafael Mayoral aparecen apartados en un sospechoso segundo, o tercer, plano. Si a ello se une el creciente malestar interno con el modelo de liderazgo cronificado de Iglesias, incapaz de hacer autocrítica por la debacle electoral en Galicia y el País Vasco, y las dificultades programáticas que debe encarar Podemos para aprobar unos presupuestos generales, el mensaje de Sánchez -«será una legislatura larga y fructífera»- no va dirigido tanto a la oposición, como a Podemos, en soterrada clave interna.
En minoría, y aún sin Podemos, Sánchez podría gobernar junto a Ciudadanos y el PNV, en la certeza de que el PP, Vox e Iglesias nunca unificarán su voto contra él. Dentro o fuera de la coalición, Iglesias empieza a estar domado.
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