Tenemos, o teníamos, los españoles fama de arrojados, incluso de temerarios, lo que no es una virtud, sobre todo en política, que requiere tacto y prudencia, pero será lo último que los historiadores del futuro atribuyan a Pedro Sánchez. Si de algo le calificarán será de pusilánime, incluso de «capitán araña», que embarca a los demás y él se queda en el muelle. Acabamos de tener el mejor ejemplo: arrollado por los brotes del virus que surgen por todas partes, no se le ocurre otra cosa que decir que si alguna comunidad autónoma quiere declarar el estado de alarma, cuenta con los votos de los dos socios de gobierno, PSOE y Podemos, pero él se contenta con las medidas tomadas,
toda una muestra de escurrir el bulto y eludir responsabilidades. Aunque si se equivocó en sus anteriores decisiones sobre la pandemia, se comprende que no quiera volver a equivocarse. Claro que algún ingenuo podría preguntarse: ¿para qué entonces necesitamos un presidente de Gobierno? A lo que cabría contestar: pues para pasearse por el exterior, para asistir a eventos públicos y privados en el Falcon, para comprobar el estado de las hermosas residencias estatales en el territorio nacional y para mentir a los españoles, que cansa mucho, aunque no lo crea la gente. Pero que no le pidan mojarse otra vez con el Covid, que es un bicho de cuidado. Eso se lo deja a sus mozos de estoque y a los presidentes autonómicos, que para eso están, sobre todo los del PP.
Es así como, pasito a pasito, nos acercamos no sólo a las dos crisis ya anunciadas, la sanitaria y la económica, sino también una tercera con la que nadie contaba: la educativa. Dentro de nada, empieza un nuevo curso y niñas y niños españoles, desde la más tierna infancia hasta la adolescencia en que se hacen burradas, tendrán que adquirir nuevos saberes. ¿Cómo se garantiza que no adquieran también el virus que está infectando y matando a millones mundo adelante, cuando tienen que convivir en las aulas y recreos con otros que pueden estar infectados sin saberlo? Como he dicho, se ha encargado a las CC.AA. plena libertad para hacerle frente y cada una se dispone a hacerlo lo mejor que puede, aunque a bastantes les hubiera gustado un papel más activo del Gobierno, siquiera como respaldo. Claro que si ya no se tienen textos comunes de Historia y Geografía, ¿cómo va a haber planes comunes para combatir la pandemia en las aulas, excepto esos encuentros de Sánchez con los presidentes autonómicos, que le permiten luego hora y media de charla a los españoles para no decir nada? Aunque lo que yo más temo es que después de haber prácticamente perdido el curso anterior, el 2019-2020, se pierda también el próximo, el 2020-2021, que es lo que nos faltaba para retroceder puestos en formación y educación, cuyos efectos se notarán más adelante en la productividad y competitividad del país. ¡Pero qué ganas, me dirán, de amargar el último veraneo que podemos tener en algún tiempo!...José María Carrascal
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