En un periódico en el que trabajé se custodiaba como oro en paño en la sección de Opinión un folio ya amarillento, guardado en una de aquellas carpetas de antaño, de cartón azul con gomas. Cuando un jefe de la sección se jubilaba, o era enviado a otro destino, entregaba a su sucesor el preciado documento y le explicaba todas sus claves con secretismo, prolijo detalle y algo de coña marinera. ¿Y qué contenía aquel papel? Pues ni más ni menos que la relación de plomos ávidos por publicar artículos en el periódico. Espontáneos de escritura ramplona, pero convencidos de ser un cruce entre Larra, Indro Montanelli y Tom Wolfe, a los que había que poner coto.
Alfonso Villagómez Cebrián,
orensano de la quinta de 1961, pertenece a la esforzada estirpe de los grafómanos, como saben los jefes de Opinión de todos los diarios gallegos. Escribe más columnas que muchos periodistas profesionales y su contumaz firma ha asomado por más de media docena de diarios. El pasado julio, iniciaba así en «La Región» su artículo sobre el descalabro de la izquierda en los comicios gallegos: «Todavía reponiéndome del mal resultado del PSdG en las elecciones del 12-J, quiero dirigirme a todos y todas los militantes socialistas para agradecerles su valentía, trabajo y tesón». Quién escribe en ese tono de mandatario del PSOE, como si fuese Sánchez dirigiéndose a los suyos, es un juez en ejercicio. Para más señas, el mismo que esta semana ha tumbado las medidas restrictivas que había adoptado la Comunidad de Madrid contra la crecida de lo contagios (prohibir fumar si no hay una distancia mínima de dos metros y limitar el ocio nocturno). El magistrado Villagómez, que ha montado este jaleo estando de paso en el juzgado número 2 como sustituto, ha declarado las restricciones «nulas de pleno derecho». Razona que las órdenes administrativas de una comunidad autónoma no pueden limitar derechos fundamentales y que se basaron en una orden ministerial que no aparecía recogida en el BOE.
Tal vez el magistrado Villagómez tenga razón. O tal vez no. El problema es que otros de sus colegas ha opinado exactamente lo contrario y han dado por válidas medidas calcadas a las que él tumba. En España tenemos un problema con los jueces. Muchos llevan en la frente la pegatina de un partido político y retuercen las leyes para plegarlas a sus apriorismos ideológicos. Pero además, a varios les gusta más un micro, o un vídeo en YouTube, que la Play a mi sobrino Iñiguito. Los desborda un afán de protagonismo desmedido, que casa mal con la discreción que debe ir aparejada a la altísima tarea que ejercen: ni más ni menos que decidir sobre nuestras vidas administrando justicia.
Jueces portas y políticos que no hacen su trabajo. Parece claro que Sánchez no se ha cuidado de sacar adelante las sencillas reformas legales que permitirían al Gobierno tomar medidas de prevención obligatorias y comunes para todo el país sin necesidad de llegar al extremo del estado de alarma (había cauce jurídico sobrado). Pero también es verdad que rechina al sentido común ver a jueces francotiradores disparando cada uno a su aire sobre lo que al final es un problema sanitario que azota a todo el país. Consolémonos pensando que alguno mientras escribe sentencias al menos no redacta artículos.....Luis Ventoso
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