Esta crisis nos recuerda que lo aleatorio marca nuestras vidas
Todo depende del punto de vista del observador. Un carnicero sabe perfectamente cómo van a acabar los pavos del corral. Sin embargo, si se preguntase a las propias aves por sus vidas, explicarían que existe una norma invariable que las rige: unos bondadosos filántropos, los seres humanos, los alimentan a diario a cambio de nada. Los pavos no saben que llegará la faca del Día de Acción de Gracias. Es uno de los muchos ejemplos que ofrece el exagente de bolsa, filósofo e investigador social Nassim Nicholas Taleb para concluir que «los seres humanos somos ciegos a la aleatoriedad», a la importancia de los acontecimientos inesperados que voltean nuestras vidas. Repasemos cada uno nuestra biografía. ¿Estaban previstas muchas de las
cosas que nos han ocurrido?
Taleb, nacido en el Líbano en una ilustre familia griega, es todo un personaje, que no deja títere con cabeza con sus opiniones provocadoras y abrasivas (lo que incluye a mi gremio, pues sostiene, por ejemplo, que «leer el periódico disminuye tu conocimiento del mundo»). Pero aunque a veces meta la zueca siempre resulta estimulante. Trabaja en universidades estadounidenses y se labró un patrimonio en Wall Street leyendo bien las crisis de 1987, la del Nasdaq de 2000 y la financiera de 2008. Taleb sostiene que «el trabajo de los analistas financieros es basura», que cotejando su trayectoria se constata que no dan una, y que los bancos de inversión y los fondos dilapidan dinero a mansalva en esos falsos oráculos. Los «expertos» son «unos charlatanes que creen en curvas estadísticas». También detesta a Platón y su influencia, porque define unas formas prefiguradas que «no se corresponden con lo caótico de la realidad».
Se estarán preguntando, ¿y por qué nos suelta semejante rollo sobre este botarate? Pues porque no lo es. En 2007, Taleb publicó su aclamado libro «El cisne negro: el impacto de lo altamente improbable». Tradicionalmente la ornitología daba por descontado que todos los cisnes eran blancos. Así lo indicaban los hechos empíricos: nunca se había visto uno que no lo fuese. Pero a comienzos del XVIII, colonos ingleses retornaron de Australia con cisnes negros, propios de allá. Fue una sorpresa mayúscula, que anuló lo que parecía una norma general. Existen muchos acontecimientos que son «cisnes negros», explica Taleb. Nadie podía esperar la aparición de Hitler y sus terribles consecuencias, el imperio de internet, el fenómeno de Google, el 11-S... Hoy podríamos añadir la pandemia de coronavirus de 2020.
El acontecimiento «cisne negro» presenta tres características: 1.- Es impredecible. 2.- Tiene impacto masivo 3.- A posteriori nos inventamos una explicación simplista que haga parecer el hecho menos aleatorio y más predecible de lo que fue. «Nos empeñamos en vaticinar el futuro, cuando no somos buenos en eso, y nos conmocionamos cuando llega el cisne negro». Taleb aboga por construir «sociedades robustas, que puedan soportar acontecimientos difíciles de predecir».
Acabo de ver otra hueca y propagandística alocución de Sánchez, de pomposas pretensiones churchillianas, y me queda la duda de si ante este enorme cisne negro no nos ha tocado al frente un pavo de los del comienzo del relato......Luis Ventoso
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