La caída del PP se parece mucho a la de Madonna en los premios Brit. La diva americana se puso una capa gigante, fastuosa pero insoportable para su exigua arboladura, y con una simple ráfaga de ventilador voló de espaldas hasta aterrizar con el coxis en el filo de un escalón. La cantante aprendió ese día que es mucho más efectivo hacer lo que puedes que lo que quieres y que es muy humillante caerte por tu propia culpa. Pero en el PP todavía no se han dado cuenta y a pesar del descalabro de las últimas elecciones, con unas municipales a un naranjazo de distancia, su principal responsable institucional en estos momentos, que es Juan Manuel Moreno en la Junta de Andalucía, ha caído como una tórtola herida en la trampa que le dejó puesta el PSOE. Por su culpa, por su culpa, por su gran culpa. La Administración que él gobierna ha pedido el archivo de una de las causas de corrupción en las que estaba pringada media cúpula socialista porque su equipo «no se había dado cuenta» -esto lo escribo chupándome el pulgar- de que el departamento jurídico que ha seguido todo el proceso fue designado por Susana Díaz siendo aún presidente el imputadísimo José Antonio Griñán. Premio para el que supere la gansada.
Cuando Pedro Sánchez llegó a La Moncloa utilizando todas las tretas procesales del sistema tardó una semana, una sola semana, en limpiar con lejía lo que le había dejado Rajoy. El cambio de colchón que confiesa en el libro que firma es sólo una metáfora. Sánchez cambió hasta las limpiadoras del Ministerio del Interior, por si alguna había hecho amistad con los dirigentes del PP, y no dejó ni un solo cargo ni funcionario en la misma mesa. Renovó incluso la dirección de Correos y de Paradores. Y lo hizo como se hacen estas cosas: sin complejos, sin vergüenza y en diez días. Aceptó todas las guantadas en sus primeras semanas de gobierno y ya está. De todas formas, para él eso era una migaja después de haber pactado con los colegas de Josu Ternera, al que ahora ha detenido la Guardia Civil. Cuando ya esos votos no le sirven para lo suyo.
La misma operación hizo Iglesias en Televisión Española. No han quedado por allí ni los que tiraban los cables. La escabechina fue rápida, sin piedad y con los sustitutos esperando dentro de una furgoneta en la puerta a que los despedidos recogieran sus cosas. El vicepresidente de Sánchez tardó menos en hacer la mudanza de la televisión pública que la suya propia de Vallecas a Galapagar. Soportó las críticas al principio de su etapa de mando y, una vez superadas las reprobaciones, se dedicó a manejar el cotarro plácidamente.
Pero el PP ha desembarcado en la Junta de Andalucía después de 36 años de régimen socialista y ha dejado a los mismos que ya estaban en la televisión autonómica -los informativos son el último refugio del susanismo- y, lo que es peor, a los responsables jurídicos que tienen que reclamar el desfalco multimillonario que sus viejos «jefes» hicieron a los andaluces. Los populares nunca se enteran de nada. O eso al menos quiero pensar porque la otra opción que se me pasa por la cabeza me parece aún más triste. ¿Se acuerdan de lo que denunció la juez Mercedes Alaya en la entrevista que le hizo ABC? Cito: «PSOE y PP me quitaron por miedo a que investigara los cursos de formación». Si detrás de todo esto hay un pacto encubierto, buscaré por cielo y tierra la capa gigante de Madonna para que el primer viento que sople me estampe contra el futuro. Siempre es mejor partirse la crisma que el corazón......Alberto garcía Reyes
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