Empezamos a perder no sólo los principios, sino también las referencias
Que «la política es el arte de lo posible» suena más a música de las esferas que al canciller de hierro que lo dijo, puede que para despistar a sus rivales. Porque, a ras de suelo, la política es «la guerra sin sangre», aunque tan despiadada como la de las armas. Ya saben que la guerra, según su teórico más famoso, Clausewitz, busca «la destrucción del enemigo». Suena duro, pero la propia vida es lucha por la existencia. Los vegetales devoran minerales de la tierra y el aire. Los animales se nutren de vegetales u otros animales, y el hombre, el ser más polifacético de la naturaleza, vive de cuanto se le pone por delante. La política intenta sólo poner normas a esa lucha. Sin apenas éxito.
Vienen estas disquisiciones a propósito de la guerra declarada en la escena política española. No sólo entre izquierda y derecha, sino dentro de cada bando pelean las distintas facciones con tanto o más furor que contra el adversario. Sin que los que se proclaman neutrales, el famoso «centro», sea tan neutral como presume. Lo que quiero advertir con este puede demasiado largo preámbulo es que lo que ocurre en España no es tan raro, ni siquiera tan antinatural, Pero sí es antihumano, al no respetar las leyes que nos hemos dado y nos han permitido enseñorearnos, no digo del universo, pero sí de nuestro pequeño planeta. Gracias a lo no «natural», es decir, a la ética, la lógica, la ciencia, la moral, la norma, a todo ese acervo que llamamos civilización y cultura. Que está hoy en entredicho. El mejor ejemplo es que la violencia sólo puede ejercerla el Estado si quiere ser de derecho. Pero el individualismo ha llegado a que cualquier ciudadano se crea con derecho sobre su pareja o sobre el resto, es decir se convierta en mini estado. Algo parecido ocurre con el nacionalismo que se arroga poderes por encima de las leyes vigentes. La estación final de tal desenfreno no puede ser otra que la vuelta a la ley de la selva. Lo estamos viendo en Cataluña, donde la agresión a las fuerzas de orden público es aplaudida, y amas de casa, ilustres abogados, juristas e historiadores famosos, por no hablar de políticos, defienden tales agresiones como si las barreras metálicas volaran por sí mismas contra los agentes del orden y los coches patrulla se arrugaran solos, según hemos visto en el juicio del procés.
Para resumir: empezamos a perder no sólo los principios, sino también las referencias. Ha habido épocas de tal confusión y desconcierto, como el final del Imperio Romano. Pero ahora es global, afectando a naciones -Inglaterra, Francia, Estados Unidos-, que han sido faros y motores del progreso. En España, nos defendemos gracias a los jueces. Si nos quedáramos en manos de unos políticos incapaces de ponerse de acuerdo incluso con los de su bando -ahí tienen a Valls reprochando a Ciudadanos sentarse con Vox y a Ciudadanos reprochando a Valls ofrecerse a Ada Colau- pronto habrá que encerrarse en casa y no abrir ni al cartero.....José María Carrascal
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