Un viejo chascarrillo, que me temo que no deja de albergar cierta verdad, reza que los periodistas somos capaces de hablar durante un minuto con gran solvencia sobre cualquier asunto, pero incapaces de disertar más de tres con profundidad. Lo comento para asumir que en comparación a Meritxell Batet, flamante presidenta del Congreso, soy un zoquete en cuestiones jurídicas. Ella estudió Derecho y ha sido profesora de Constitucional en una universidad de prestigio, la Pompeu Fabra. Además lleva años como diputada y ha sido ministra, por lo que trabajar con leyes y reglamentos constituye su dieta diaria. Pero sin llegar a la altura de Meritxell, siendo un simple gacetillero, me ha llevado unos ocho minutos concluir que los presos golpistas que han sido elegidos diputados deberían haber sido suspendidos nada más tomar posesión de sus actas.
El capítulo 4 del reglamento del Congreso, en su artículo 21.2, establece taxativamente que perderá su condición de diputado quien «se hallare en situación de prisión preventiva y mientras dure esta». ¿Están el cerebro golpista Junqueras y sus compañeros elegidos diputados en prisión preventiva? Parece que sí. Pues ahí concluye el debate. No hay nada que discutir. No hay nada que consultar. Solo toca cumplir las normas. Pero además, por si no bastase lo anterior, la Ley de Enjuiciamiento Criminal, en su artículo 384 bis, señala que los procesados por rebelión y en prisión provisional verán «suspendido el ejercicio de cargo público mientras estén en la cárcel».
Lo entendería un Teletubbie. Sin embargo, ¿qué ha hecho Meritxell, la eminente jurista, al verse en la tesitura de aplicar las normas a los aliados que llevaron a su jefe a La Moncloa? Pues ponerse de canto, enredar, tratar de dilatar la decisión y, sobre todo, escenificar que el PSOE ha puesto trabas para evitar la suspensión inmediata. ¿Por qué? Pues porque el domingo hay elecciones y mostrarse expeditivo con los separatistas podría restar algún voto a Sánchez en Cataluña. Además, en cierto modo el actual presidente es rehén de Junqueras, quien sabe -y podría contar- cómo fueron realmente las negociaciones PSOE-ERC para echar a Rajoy (¿o es que alguien se cree que no hubo una trama previa entre bambalinas de socialistas y separatistas?). Así que Sánchez ha obligado a Meritxell a hacer el ridículo, enviando la patata caliente al Supremo. Jugada torpona, porque el maestro Marchena, que es muy largo y les da unas vueltas a todos en sapiencia y señorío, les ha devuelto el centro envenenado con dos simples párrafos que sonrojan al Gobierno y vienen a decirle a la gran Meritxell, profe de Derecho Constitucional, que al parecer ni se sabe la Constitución.
En resumen, lo habitual: Sánchez embadurnando el prestigio de las instituciones con prácticas marrulleras al servicio de sus intereses particulares. Pero da igual. Ninguna televisión lo denunciará a las claras y el domingo volverá a ganar los comicios, merced a la absurda partición en tres de sus adversarios. En la práctica, el invento de Abascal se puede traducir en ocho años con Sánchez.....Luis Ventoso
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