Sánchez Amor, que es de la cuerda de Fernández Vara, y por lo tanto poco amigo de las coyundas con los podemitas, recurre al argumentario de carril y le responde mirándola de arriba a abajo: «El PSOE recibe consejos de todo el mundo con espíritu deportivo pero, para darlos, antes debéis superar la fase adolescente y decidir si creéis o no en el proyecto europeo». Su interlocutora se encoge de hombros y musita entre dientes: «Rocío de Frutos nos dijo la semana pasada que ibais a revisar vuestra postura». Al oírlo, el bueno de Sánchez Amor se queda con la mosca detrás de la oreja.
De Frutos, sanchista del núcleo duro, fue una de las quince rebeldes que votaron no en la investidura de Rajoy. ¿Y si el partido estaba cambiando de criterio y nadie se lo había dicho?, se preguntó el cacereño rascándose el cogote. No es fácil bailar un chotis en un ladrillo. Fernández Vara le había ordenado no entorpecer las decisiones del nuevo secretario general para evitar represalias. Puig y Lambán ya estaban sufriendo en sus feudos las consecuencias de la insurrección. Bastaba con mirarse en su espejo para saber lo que estaba en juego. ¿Pero cómo diablos podía inclinarse en la dirección del viento dominante si nadie le humedecía a tiempo la yema del dedo índice?
Cauto y disciplinado, Sánchez Amor decide curarse en salud y llama a Margarita Robles, la nueva portavoz del grupo parlamentario, y le pide instrucciones. «¿Qué tengo que votar?», le pregunta in extremis. Y Robles, que está recién aterrizada en la portavocía del grupo y aún no sabe por dónde la da el aire, sale del trance como Dios le da a entender: «No tengo ni idea -le responde-, tú vota lo de siempre pero, por si acaso, no lo argumentes». El extremeño resopla y obedece.
Al día siguiente, miércoles, 21, el viraje del PSOE se hace oficial. Cristina Narbona, para que se sepa que llega a la presidencia del partido con ganas de mandar, difunde un «tweet» confirmando que el nuevo socialismo, de izquierdas, feminista, ecologista y juvenil, iba a votar no a la receta neoliberal que supone el acuerdo con Canadá. Los eurodiputados socialistas se indignan. Algunos barones, de perdidos al río, sacan fuerzas de flaqueza y ponen el grito en el cielo. España no puede vetar un acuerdo en el que la UE lleva trabajando más de seis años y que tiene el respaldo de casi todo el socialismo continental.
Rajoy se rasga las vestiduras. Bruselas se mesa los cabellos y manda a Madrid al comisario Moscovici -socialista francés- para que hable con Sánchez y le haga entrar en razón. Entretanto, para calmar el lío, el jueves, 22, salen en procesión tres sanchistas ilustres -Ábalos, Robles y Elorza- y dicen que la decisión aún no está tomada. La fijará la ejecutiva del partido el lunes 26, afirman muy convencidos. Pero dos horas después, tierra, trágame, sale el jefe supremo tras la entrevista con Moscovici y les deja con la popa al aire. No hace falta esperar al lunes. La posición del PSOE es firme. Ni sí ni no. Finalmente, se abstendrá.
¿Democracia interna? Sí, la que sirve para que los consejeros reciban los consejos del aconsejado. ¿Europeísmo? Sí, el que sirve para volver a los aranceles y al proteccionismo comercial. ¿Nuevo socialismo? Sí, el que sirve para escoltar a Podemos a la orilla de la antiglobalización. Bravo, Sánchez. Debut redondo. Pincho de tortilla y caña a que si sigues así acabarás convirtiendo el PSOE en la banda del empastre.
http://www.abc.es/
MRF
No hay comentarios:
Publicar un comentario