Fuentes policiales y de los Mossos dicen que el problema no es de orden público
«Un sector de la sociedad catalana, no pequeño, se ha alzado contra el Estado con el respaldo de los líderes políticos para conseguir la independencia». Pasados los días de furia, un experto de Inteligencia consultado por ABC hace este diagnóstico. «No son simples alteraciones del orden público; ni mucho menos. Si fuera así, el gobierno de la Generalitat y todos los partidos condenarían la violencia y actuarían contra ella», añade.
Fuentes de los Mossos de la máxima solvencia describen así esa realidad: «No son altercados, provocados por infiltrados radicales, aunque también los hay. Lo que ha sido –y veremos a ver cuánto tiempo continúa– es una rebelión. Sería bueno que nadie busque justificaciones más o menos amables, porque la situación es la que es».
En amplios sectores del secesionismo, que consideran que esta vez sí es posible la independencia, de una forma expresa o tácita se tolera este tipo de violencia, que además se ve como una estrategia más para alcanzar la meta de forma más rápida. Cuanta más desestabilización, mayores posibilidades de que el Gobierno negocie, sería el planteamiento. De hecho, el gobierno catalán ha justificado, respaldado, animado y aplaudido la radicalización de la sociedad en contra del Estado, lo que ha desembocado en unos sucesos sin precedentes en Cataluña. Este ha sido el papel de los principales actores catalanes en esta crisis.
Quim Torra
El presidente de la Generalitat, Quim Torra, ha alentado desde hace mucho tiempo la actuación de los CDR y su deriva más violenta. Tras la operación de la Guardia Civil contra el autodenominado Equipo de Resistencia Técnica, en la que hubo nueve detenidos de los que siete están en prisión, se supo que este grupo había tenido relaciones con él. Acusó además a los investigadores de haber hecho un montaje, a pesar de que se les intervino precusores para fabricar explosivos, lista de objetivos e intervenidas conversaciones de contenido inequívicamente criminal.
Después de la sentencia y los disturbios posteriores Torra tardó tres días en reaccionar y lo hizo a regañadientes, para hacer una tímida condena de la violencia, eso sí con el matiz de «venga de donde venga». Luego ya se volcó en la denuncia de una supuesta brutalidad policial y en el Parlament anunció una constitución catalana y el referéndum unilateral de independencia, lo que era más gasolina para los rebeldes callejeros.
Puigdemont
Aunque hay indicios de que ha perdido toda confianza en su testaferro Torra, también ha justificado la actuación de los CDR en las protestas por la sentencia. En todo caso, no ha movido ni un dedo para rebajar la tensión, lo que da pie a pensar que no ve con malos ojos la «batasunización» de la vida política en Cataluña porque piensa que esa inestabilidad hace más débil al Estado.
ERC
La supuesta cara amable del independentismo se ha destapado con unas tesis similares a las de Torra. El vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonès, mantuvo un silencio cómplice sobre lo que sucedía en las calles de Cataluña y atribuyó la situación a la sentencia, a que el Gobierno no quiere dialogar y a la Policía. Pero ni condenó taxativamente la violencia vivida ni a sus autores. Gabriel Rufián fue algo más explícito en la condena y pagó en sus carnes semejante concesión al ser insultado el sábado en una manifestación independentista, donde horas antes se habían producido gravísimos enfrentamientos. ERC teme ser la nueva apestada del nacionalismo.
«Tsunami democratic»
Intentó capitalizar la respuesta a la sentencia con acciones espectaculares como la paralización del aeropuerto en El Prat, pero con la intención de que no fuesen violentas. En definitiva, trataba de ser el instrumento que necesitaba la Generalitat para seguir con esa campaña internacional de imagen que pretende hacer ver que la «lucha por la libertad» de Cataluña se hace siempre por vías pacíficas. Por supuesto, fracasó en el intento, porque cuando se alimenta a la bestia, ésta crece y devora a sus amos. Ahora se investiga quién está detrás de este movimiento, que según algunos estaría auspiciado por Carles Puigdemont y Quim Torra. La Audiencia Nacional ha cerrado sus web y ha burlado ya la orden.
CDR
Se han convertido ya en el auténtico brazo armado del independentismo, y a pesar de ello no ha habido ni un solo líder secesionista que haya condenado sus métodos. Se ha comprobado que están bien organizados, que tienen conocimientos de guerrilla urbana, cuentan con un grupo de abogados de apoyo y movilizan a un amplio sector de la juventud, incluidos adolescentes de hasta 15 años, aunque el vivero principal está en el sector de entre 18 y 25 años, muchos alumnos de la universidad pública. Alrededor de ellos, como organización afín, están los llamados «Sanitaris per la República», en principio encargados de atender a los heridos pero que también, según informes policiales, colaboran en la coordinación de los distintos grupos de radicales por los distintos escenarios.
Cup y Arran
Están con los violentos, porque creen que el tiempo de las vías pacíficas y de los acuerdos está acabado. Arran, que son las juventudes de la CUP, no se ha ocultado y se ha sumado a manifestaciones que acababan en altercados. Sus líderes piensan además que en un clima de crispación su papel es más determinante, y de ahí que exijan a Torra acciones unilaterales hacia la independencia. Su estrategia pasa por superar en radicalidad cualquier actuación de la Generalitat o de ERC.
Antisistema
En este tipo de algaradas siempre se cuelan elementos antisistema, anarquistas y okupas violentos. Se han detectado en Barcelona, pero en ningún caso han sido tantos como para poderles atribuir la responsabilidad de lo sucedido. El perfil de los detenidos, además, echa por tierra esa ficción. Había miles de alborotadores y el 90 por ciento de ellos eran independentistas; de los más de 200 detenidos apenas un 13 por ciento son extranjeros...
«Gents de pau»
Los cientos de miles de personas que salieron el pasado viernes a las calles en Barcelona no sólo no escucharon mensajes contundentes contra la violencia, sino que tampoco se criticó a los violentos ni se oyeron eslóganes contra ellos, como si fuesen solo un «fastidio». Es más; un buen número de jóvenes que asistió a la marcha, que fue pacífica y festiva –la misma tónica que en las marchas–, bajó luego hasta la plaza Urquinaona para apoyar el asedio a la Jefatura de Policía de Cataluña, en la adyacente Via Laietana. Acudieron a sabiendas de lo que sucedía allí, porque los incidentes habían comenzado horas antes....
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