De España se dice que es cultura, gastronomía, clima, historia. Sus gentes desbordan alegría, son risueñas. Desde cabo de Creus hasta Gata. Miles de kilómetros con una identidad común... que se rompe al mirar en los bolsillos. Sí, nuestro país es uno pero con 19 regiones -17 comunidades y dos ciudades autónomas- económicamente dispares. Hay territorios ricos y otros que no lo son tanto; son las dos Españas que dividen la tierra entre norte y sur. Dos velocidades, dos niveles de vida. Sin enfrentamientos, pero con PIB, renta, pensiones, educación, empleo y un sinfín más de indicadores radicalmente distintos. Un cúmulo de factores que agrietan la cohesión de nuestro país.
Por partes. Para entender esta España hay que retroceder a mediados del siglo XIX. Entonces, la agricultura era la base de la economía. «Cuando todos son pobres, la desigualdad económica es pequeña. Todas las regiones se dedican a la agricultura. La variación aparece cuando se juntan los cambios tecnológicos en un marco de integración de mercado. Es la revolución industrial», explican Alfonso Díez-Minguela, Julio Martínez-Galarraga y Daniel Tirado-Fabregat, profesores de Historia Económica de la Universidad de Valencia. Es en ese momento en el que Madrid, Cataluña y País Vasco empiezan a despuntar como motores económicos, mientras que Andalucía comienza a descolgarse del «pelotón».
Sin embargo, hubo otro factor determinante: la educación. Esos mismos tres profesores –junto a Francisco Beltrán-Tapia– han elaborado un informe financiado por el Banco de España sobre alfabetización histórica. La brecha se hizo más grande a medida que el norte ganaba en capital humano. En 1930, Madrid, Cantabria y País Vasco ya superaban el 70% de alfabetización; La Rioja, Castilla y León, Navarra, Cataluña y Asturias sobrepasaban el 60%. El sur se quedó atrás, hasta el punto de que Canarias ni siquiera tocaba el 40%. La correlación es clara y persiste la tendencia en la actualidad: donde más analfabetos hay es en las regiones pobres (sur) y donde existen más personas con formación superior es en Madrid y el norte, según datos del INE.
La Guerra Civil y su etapa posterior supuso un «impasse». Luego, de 1955 a la década de 1980, la desigualdad se redujo. Y de ahí hasta ahora, el estancamiento relativo y cíclico. «Los periodos de recesión suelen generar más desigualdad económica, aunque depende de la naturaleza del ‘‘shock’’, los sectores afectados, etc. Puede darse el caso de que regiones pobres aguanten mejor si dependen menos de sectores cíclicos. Esto no está escrito en piedra, pero la experiencia de España sugiere que cuando las cosas van bien se reducen las desigualdades, y viceversa», dice Ángel de la Fuente, director de Fedea. Esto encuentra su respuesta en la evolución de indicadores como la renta neta por persona o el PIB per cápita. Como ejemplo, lo ocurrido en este siglo. «Los años anteriores a la crisis, desde 2000, hubo una reducción de la desigualdad; en la crisis aumentó de nuevo la divergencia y desde la recuperación se aprecia otra vez la convergencia», comenta María Jesús Fernández, economista sénior de Funcas. Un nuevo acercamiento que los expertos tildan de leve y que podría agotarse con la amenaza de una nueva crisis en el horizonte.
Vista la Historia, los datos actuales evidencian una brecha que es totalmente estructural. La media nacional de PIB per cápita, según el INE, se situó en 2018 en 25.854 euros. Madrid (34.916), Baleares (26.764), Cataluña (30.769), Aragón (28.640), La Rioja (26.833), Navarra (31.809) y País Vasco (34.079) están por encima; todas las demás regiones permanecen por debajo, y Extremadura, Andalucía y Melilla ni siquiera tocan los 20.000 euros. La grieta entre regiones toma forma.
La renta anual neta por persona -ingresos menos impuestos y cotizaciones- está en la misma línea. Seis territorios registran un dato medio inferior a los 10.000 euros (Extremadura, Castilla-La Mancha, Andalucía, Murcia, Canarias y Ceuta). La media de España está en 11.412 euros. Y la del País Vasco en 14.722 euros; la de Madrid en 13.279 euros; y la de Cataluña en 13.338 euros, entre otras comunidades. Tener menor renta significa menor consumo e inversión y, por ende, menor PIB. La pescadilla que se muerde la cola. Si un dato es bajo, los demás van detrás.
Los expertos también alertan de que esta situación de desigualdad queda muy patente en otro indicador: el riesgo de pobreza. La tasa nacional es del 21,5% y siete regiones están por encima. Ceuta (38,3%), Extremadura (37,6%), Canarias (32,1%), Andalucía (32%), Castilla-La Mancha (29,9%), Murcia (28,6%) y Comunidad Valenciana (26%). El sur vuelve a ser el peor parado.
Un indicador tras otro muestran una España de dos velocidades que tiene su razón de ser en el germen que surgió en la segunda mitad del siglo XIX. «Estos fenómenos ocurren de manera persistente. Es muy extraño que una región pobre se convierta en rica», recuerdan los profesores de la Universidad de Valencia. Y cada vez más las diferencias parecen trazar una línea divisoria. «Hay un asunto adicional: no solo crece la desigualdad respecto a la media, sino que la media en sí está vacía», prosiguen. Aquello de que la virtud está en el término medio -como decía Aristóteles- no se cumple aquí. España no es virtuosa.
La realidad es que unos sectores productivos aportan mayor riqueza que otros. No es lo mismo el campo que una empresa tecnológica; o una piscifactoría que un banco. El sur, tradicionalmente, es territorio «agro», con lo que eso conlleva. Tal como muestra la Memoria Socioeconómica del Consejo Económico y Social, la agricultura y ganadería aportan el 8,2% del Valor Añadido Bruto (VAB) en Castilla-La Mancha; el 7,8% en Extremadura; el 5,9% en Andalucía; y el 5,1% en Murcia. «Líderes» -junto al 5,7% de Aragón- en sectores de bajo valor añadido y poco productivos. Algo similar ocurre al hablar del VAB de la industria por comunidades autónomas, aunque aquí lo negativo es que el porcentaje sea bajo: Baleares, Canarias, Ceuta, Melilla, Extremadura, Andalucía... están en la parte inferior de la tabla. También Madrid con un 9,3%, aunque esto tiene su razón de ser en que la capital, por su condición, no tiene apenas fábricas sino que aglutina otros sectores. Por ejemplo, información y comunicación (9,5%), actividades financieras (5,2%) o actividades científicas y profesionales (13,4%).
Carácter emprendedor
«El norte tiene un carácter más emprendedor y, quizá, en el sur es más débil. No sé si las políticas llevadas a cabo han tenido impacto o no, pero es cierto que ha variado poco el dinamismo empresarial de una región a otra», dice Miguel Ángel Ariño, profesor de Análisis de Decisiones de IESE Business School. Y hace hincapié en que hay zonas en España donde predomina en exceso la política de ayudas públicas: «Es importante no vivir de las subvenciones. No acomodarse ni dejar de actualizarse».
Dos maneras de entender la economía que fuerzan, en muchas ocasiones, a realizar migraciones internas. «Hay un proceso de concentración de la población. Migraciones muy importantes desde poblaciones pobres a las ricas. Del sur y el centro a las zonas industriales. Fue muy intenso entre 1955 y la década de 1980; luego se ralentiza pero ahora continúa dándose», destaca De la Fuente. Lo cierto es que ahora hay tres urbes que agrupan el talento: Madrid, Barcelona y Bilbao, con el consiguiente vaciado de capital humano en el resto del país. Las ofertas para profesionales STEM (Ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) se publican en un 70% en esas ciudades, según destacan Díez-Minguela, Martínez-Galarraga y Tirado-Fabregat. «Ahora el cambio técnico se concentra en sectores de servicios de alto valor añadido. Lo que está apareciendo, y es distintivo, es que estos sectores se pueden concentrar mucho más que una industria que dependa de materias primas. El nivel de aglomeración espacial es incluso mayor en muy pocos territorios», defienden.
Esta tendencia hacia las grandes ciudades no es nueva, al igual que tampoco lo es que las empresas de mayor tamaño no se implanten en provincias poco dinámicas o de baja población. Madrid y Barcelona se reparten buena parte del Ibex 35 y las multinacionales. «También se da la concentración del tejido empresarial. Las grandes sociedades se ubican en ciertas zonas, y precisamente son las que pagan mejores salarios. En las zonas pobres se instalan pequeñas empresas que no permiten tener los niveles de renta de las zonas más ricas», destaca Juan Carlos Higueras, profesor de EAE Business School. De vuelta a la pescadilla que se muerde la cola. El problema está en la propia idiosincrasia de España y sus territorios.
A ello, además, cabe añadir otros condicionantes más colaterales que inciden en el desarrollo. La España vaciada tomó hace meses Madrid para reclamar mejores servicios. Hicieron ruido y todo sigue igual, porque las infraestructuras siguen sin llegar. «Está la cuestión de la diferencia que hay de infraestructuras. Aunque también hay regiones que las tienen y no son capaces de atraer inversión... Son factores estructurales difíciles de corregir, pero es imposible llegar a una situación de igual a igual entre comunidades», dice Fernández, de Funcas. Asimismo, menciona la ubicación como un aspecto a tener en cuenta. Por ejemplo, el de Barcelona es un puerto de referencia de mercancías y turístico en el mar Mediterráneo. «Influye la situación geográfica. Cataluña está muy bien situada por estar cerca del ‘‘centro’’ de Europa, igual que el País Vasco. En cambio, regiones como Canarias o Extremadura son más periféricas», prosigue.
Tendencia futura
Lo que ocurrirá en el futuro es difícil de predecir. Los expertos coinciden en que la situación no cambiará a corto-medio plazo. Empezar por la formación de capital humano -dicen- es la clave para afrontar el problema, especialmente ahora que llega la cuarta revolución industrial, la de los robots, la automatización, la inteligencia artificial...
Reputados académicos internacionales como Carl Benedikt Frey, de la Universidad de Oxford, han constatado que las disrupciones siempre dejan a gente tras de sí. Y esa gente será la que esté menos preparada para el cambio. Lo mismo ocurrirá con esta nueva revolución en la que el riesgo de que Madrid, Barcelona y Bilbao acumulen todavía más riqueza y el sur más pobreza es alto. Se destruirán empleos pero otros se crearán. La OCDE advierte de que, en España, un 21,7% de los puestos de trabajo están en riesgo de automatización y otro 30,2% en riesgo de cambio significativo. Lo que marcará la diferencia -nunca mejor dicho- estará en qué comunidades autónomas tiene más incidencia esa predicción.
Las fuentes consultadas hablan de que se necesitarán 40 años para ver realmente una reducción real de las diferencias entre territorios. Ni mucho menos esto se abarca en una legislatura. Para entonces, la Historia puede que sea reescrita y la España de las desigualdades económicas cosa ya del pasado.
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