No era necesario convertirlo en un festival de propaganda a 17 días de las elecciones
El Gobierno de Sánchez, que siempre dice la verdad, cumplió ayer su solemne promesa de no convertir la exhumación «en un circo». Realmente estuvieron muy comedidos. No trajeron a los Rolling Stones. No hubo fuegos artificiales. Tampoco lluvias de confeti, escenarios con láser y desfiles de samba. Del resto no faltó de nada, a medio camino entre las ironías de Fellini y los astracanes patrios de Berlanga.
El 12 de mayo de 2017, el Congreso aprobó por 198 votos a favor y 140 abstenciones instar al Gobierno a retirar los restos de Franco del Valle de los Caídos. Solo se registró el voto en contra por error de una diputada del PP, partido que se abstuvo. El Parlamento lo elegimos los españoles, nos representa, por tanto es obligado respetar sus decisiones. Además la exhumación ha sido refrendada por el Supremo y el TC. Pero había muchas formas de obedecer a los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Todo podía haberse llevado a cabo de madrugada y de manera sobria y privada. Sin embargo se eligió lo contrario: el máximo altavoz mediático y las horas más favorables para tener eco. Además, una vez más, se faltó a la verdad: «No, no va a haber medios de comunicación», explicó muy seria la vicepresidenta Calvo hace quince días. Al final, 500 periodistas (más la propia vicepresidenta de tertuliana, comentando en directo en una televisión comercial de izquierdas el aterrizaje del helicóptero). Por su parte, Sánchez lanzó un discurso especial a la nación irrumpiendo en los telediarios. Una práctica propagandística tosca, más propia de la etapa del exhumado que de una democracia avanzada. Realmente en la España de hoy falta coherencia por doquier. Un periódico abría ayer su portada celebrando «el fin del último símbolo de la dictadura», mientras en su interior ofrecía un suplemento de propaganda del Gobierno chino, el mayor régimen dictatorial del planeta.
El afán por convertir la exhumación en el lanzamiento de la campaña del PSOE ha resultado tan burdo y empalagoso que podría resultar contraproducente para Sánchez. Recién conocida la peor EPA desde 2012, la televisión pública, fuera de quicio, convirtió la exhumación en tema único durante más de doce horas, como si hubiese caído una bomba atómica en Teruel. Pero lo grave es la filosofía subyacente: reabrir heridas ya cauterizadas, enfrentar a los españoles con las guerras de sus abuelos, dividirnos con orejeras maniqueas, acogotar con leyes la libertad de los historiadores para imponer una lectura obligatoria de la primera mitad del siglo XX. Se equivoca Sánchez al equiparar a Franco con todos los españoles que vivieron y trabajaron en su época. Marra al pintar aquella España como un averno donde todo se hacía mal. Me molesta que denigre a nuestros padres y abuelos, que despache con una sarta de topicazos el inmenso esfuerzo de su generación. Tenemos que dejar atrás este sectarismo cutre que nos envenena. Recuperar el abrazo esperanzado de la Transición. O al menos, intentarlo.
«Deja que los muertos entierren a sus muertos», zanjó el mejor de los seres humanos (Mateo. 8:22).......Luis Ventoso
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