Pedro Sánchez aspira a no ser un nuevo sino Superior José Luis Rodríguez Zapatero. Y Nadia Calviño a no repetir los errores de Pedro Solbes. El primero quiere proyectar una imagen de presidente responsable entre sus colegas europeos y tiene bien presente que el PSOE perdió el poder cuando las clases medias le dieron la espalda por su desastrosa gestión económica. La segunda tiene integrado el discurso del déficit cero después de doce años dentro de la Comisión Europea. De momento, ni Sánchez ni Calviño han incurrido en el nivel de desvarío económico de sus predecesores (tampoco han tenido tiempo ni modo). Pero, como dice el refrán, la cabra siempre tira al monte y los socialistas del sur de Europa tienen una tendencia irrefrenable no solo a elevar el gasto sino también a inflar la salud de la economía.
El último cuadro macroeconómico del Gobierno refleja esa inclinación incontenible que tan caro hemos pagado en el pasado y el último dato del mercado de trabajo lo confirma. ¿Acaso alguien puede creer que la economía vaya a crecer al 2,1 por ciento interanual -estimación de Calviño para 2019- cuando el empleo avanzó en el tercer trimestre a su ritmo más bajo desde 2013? Las cifras de evolución de empleo no casan con las previsiones de crecimiento del Gobierno y, de hecho, ningún organismo internacional cree que España vaya a crecer un 2,1 por ciento este año. En el mejor de los casos han consignado un 2 por ciento y los cerebros de las grandes casas de análisis coinciden en que la desaceleración avanza más rápido de lo previsto. Con las últimas cifras en la mano el consenso más extendido es que el crecimiento de la economía española se quedará por debajo de la barrera psicológica del 2 por ciento este año. Mala noticia para comunicar antes de unas elecciones. En concreto, apuntan a una tasa del 1,8 o 1,9 por ciento, según se interpreten los decimales.
No es que Calviño y Sánchez no lo sepan. Son plenamente conscientes. El líder socialista optó por repetir elecciones ahora convencido de que un gobierno con Podemos reventaría a mitad de 2020 y unos comicios en ese momento le pillarían con la economía en franco retroceso. De hecho, hace dos semanas la ministra de Economía tenía en su mano rebajar la previsión de crecimiento al 2 por ciento. Era la cifra que manejaban los técnicos del ministerio y el planteamiento del 2,1 por ciento les pilló completamente por sorpresa. Tanto, que desembocó en una bronca de decibelios similares a la vivida en la Abogacía del Estado cuando María Jesús Montero pidió el cambio de criterio para transferir las entregas a cuenta a las comunidades. Es cierto que hablamos de dos o tres décimas de desvío propagandístico y no de dos o tres puntos, pero esta historia revela que Calviño no es tan ortodoxa como intenta proyectar.
Desde la óptica de los ciudadanos lo más importante de todo es que el déficit que no se ajuste este año deberá embridarse al año que viene y que el nuevo Gobierno tendrá que sacar cerca de 8.000 millones de la chistera para cumplir con Bruselas. Solo hay tres vías para conseguirlo y todas meten mano a los bolsillos de los españoles: recortes, subidas de impuestos o una combinación de ambas. Antes de ir a las urnas, los votantes tienen derecho a saber cómo se aplicará el hachazo del PSOE, a quiénes afectará y con qué magnitud. Recuerden que, hoy por hoy, ni Sánchez quiere seguir los pasos de Zapatero ni Calviño los de Solbes. Y eso pasa por desviarse poco de la senda de Bruselas. Algo que solo pueden conseguir apretando el cinturón a los ciudadanos. Eso sí, después de que hayan votado...Ana I. Sánchez
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