Sánchez no quiere hablar con Torra
La relación entre Pedro Sánchez y Quim Torra es cambiante, sometida a una ciclotimia desconcertante que les lleva de ser socios -si se trata de desalojar a Mariano Rajoy del poder- a no hablarse tras la violencia separatista post-sentencia. Ahora, el presidente del Gobierno en funciones ha decidido no cogerle el teléfono al «dinamizador» de los CDR hasta que éste no condene la violencia de la pasada semana. Puede esperar sentado Sánchez porque no lo hará, pues a diferencia de otros episodios de salvajismo urbano acaecidos no hace tanto en algunas grandes ciudades europeas (París o Londres), la diferencia sustancial con Barcelona es que aquí las algaradas han sido animadas («Apretad, hacéis bien en apretar») por el que manda.
Vuelven por lo tanto a distanciarse Sánchez y Torra y dejan su relación en su agrio primer punto de encuentro, cuando el líder socialista afirmaba que «Torra no es más que un racista al frente de la Generalitat de Cataluña», cuando salieron a la luz los escritos del president en los que se refería a los catalanes que hablan en castellano como «carroñeras bestias españolas con una tara en el ADN. Víboras, hienas. Bestias con forma humana, que destilan un odio perturbado, nauseabundo, como de dentadura postiza con verdín». Ya ven, todo un poeta...
Luego, al cabo de los meses, a Sánchez no le importó apoyarse en el partido de Torra para llegar a La Moncloa. Comenzaba el idilio. Una vez allí, tampoco le molestó ser recibido como un jefe de Gobierno extranjero en Barcelona, en aquella infamante reunión de Pedralbes (hace diez meses de aquello) en la que se le entregaron una serie de exigencias humillantes que, tras un simple vistazo, eran como para levantase y decir «adiós muy buenas». Los españoles, al menos, merecían que su presidente defendiese la dignidad de la nación de tan tremenda ofensa. No fue así y el encuentro terminó con grandes abrazos y sonriente photo call. Era diciembre por entonces. Un mes después, el 16 de enero, Sánchez declaraba que «no nos movemos de los acuerdos de Pedralbes», mostrando así su fe en el fruto de aquella reunión. El 5 de febrero Torra sacaba los 21 puntos del documento y España conocía lo que allí se coció: observadores internacional, derecho de autodeterminación y la «desfranquización de España». Sánchez se asustó y rompió. La sentencia del «procés» ha hecho el resto.
Amores de ida vuelta, como vemos, entre aquel socio «racista» y el doctor. Quién puede asegurar que no vuelvan tras las elecciones del próximo noviembre y pasen, de no cogerse el teléfono, a ser esos tortolitos que en las películas no podían dejar de hablar. Ya saben: «Cuelga tú; no tonto, cuelga tú»... y así horas y horas.Álvaro Martínez https://www.abc.es/ MRF
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