Decepciona que no seamos capaces ni de tener un Supremo capaz de guardar un secreto clave
Me he aburrido de escribir, y lo reitero con orgullo, que España es un país maravilloso, de los de mejor nivel de vida del mundo. El viernes tuve la ocasión de comer con un excelente periodista venezolano de paso por Madrid. Le pregunté cómo veía España y me soltó una frase que deberíamos grabar sobre mármol: «Si tuviese que definir a los españoles, diría que ustedes nacen quejándose. No saben ni lo que tienen». Para ubicarme de manera rápida, me regaló un billete de cien bolívares, impreso en un papel moneda grueso, de gran calidad, con la cara solemne de Bolivar grabada sobre él. «¿Pero qué haces hombre? ¿Cómo me voy a quedar con tu pasta?». Se río: «No vale nada. Cuando ustedes los gallegos emigraron a Venezuela apodaron estos billetes como los “marrones” y ganar uno tenía enorme valor. Ahora el Gobierno los ha retirado de circulación, porque con la hiperinflación no compras nada con ellos». Su comparación concluyó con este apunte: «Una diferencia muy importante entre su país y el nuestro es que allí no puedes contar con vivir en tu vejez de la pensión, porque la paga media equivale a unos dos euros al mes. Tienes que ingeniártelas, montar algo para vivir de mayor». España, en efecto, es uno de los países más punteros, con un Estado del bienestar mullido, potentes multinacionales y una seguridad y una alegría llamativas.
Pero aun así, tenemos que mejorar. Necesitamos respetarnos más, lo cual comienza por respetar en serio nuestras instituciones. Urge vivificar nuestra democracia haciéndola de más calidad. El público debe comenzar a castigar en las urnas a los políticos que cultiven con descaro la incongruencia y la mentira, algo que hoy no sucede. El asalto partidista a las instituciones de todos debe concluir. Los pagos públicos deben de hacerse en plazo y la Administración tiene que ser absolutamente transparente, porque maneja nuestro dinero. Las leyes tienen que observarse siempre, empezando por quienes ocupan cargos, que han de hacerlo de manera ejemplar e inexcusable, y en caso de no ser así, necesitamos que sean apartados al instante. La separación de poderes debe ser escrupulosa, para que funcione el sistema de contrapesos. Las promesas contables han de llevar siempre aparejada una memoria económica, para que no se conviertan en brindis al sol falsarios o deriven en gastos ruinosos. Los políticos han de asumir que el dinero público es de todos, no suyo. La mesas de contratación pública no pueden seguir siendo un paripé. Las libertades personales son sagradas, y muy especialmente aquellas sobre las que se funda toda democracia: la de expresión y las religiosas.
Me entristeció mucho que ayer se filtrase la sentencia del Supremo. Que el más Alto Tribunal de mi país se convierta en un patio de cotorras que van contando antes de tiempo la decisión judicial más esperada en décadas resulta decepcionante. No es la España que queremos. Además, el soplo empaña la aureola de un Tribunal jurídicamente muy capaz y riguroso y ayuda a los palmeros de los sediciosos.......Luis Ventoso
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