Están los del colectivo LGTBI y la izquierda en general, primos hermanos, que no saben dónde protestar por lo de Cuba, si en el centro de Madrid, por el tema de la visibilidad y los lateros, o en la Casa de Campo, donde dicen los de Vox que hay menos familias. De momento, se lo van a seguir pensando. Como sexadores de pollos, los guardianes de la identidad sexual no miran entre las piernas para categorizar y hacer distingos, sino dentro de la mollera, que es donde reside la verdadera pulsión erótica. Justo al lado está la ideología. En todas esas cosas hay que fijarse bien.
Desde que por Fidel Castro, ese apóstol de la igualdad, nos enteramos de que en Cuba se dice «mariconsón» como insulto, hemos avanzado mucho. La dictadura ha instituido incluso la denominada Conga Cubana contra la Homofobia y la Transfobia, adaptación bananera de un Orgullo Gay tutelado por el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) y cuya celebración depende de cómo esté el patio. La del sábado pasado se prohibió porque «las nuevas tensiones en el contexto internacional y regional afectan de manera directa e indirecta» a la isla, con «impactos tangibles e intangibles». Algunos valientes salieron a la calle y fueron apaleados y detenidos a la altura del Malecón.
Esa izquierda de Ateneo y Círculo de Bellas Artes que se junta en vísperas electorales, cada cuatro años o así, y a la que se le llena la boca de compromiso para decir que «los valores de la dignidad humana están ardiendo en la noche democrática» calla ante la represión de los derechos de los homosexuales en Cuba, como lo hace cuando a Inés Arrimadas la llaman puta con todas las letras o cuando distingue entre distintas manadas de depredadores, según lleven tricornio o sean de origen inmigrante. Esa izquierda de manifiesto y pandereta es en buena parte responsable del rechazo que el repertorio de causas de su ideología de género provoca entre sus excluidos, de aquí a La Habana. No son sexadores de pollos, sino radiólogos que a simple vista detectan el tumor de una libertad de pensamiento que obstaculiza sus proclamas. Gracias a ellos, los verdaderos bares de ambiente no son hoy en España, como hace décadas, refugio semiclandestino de gays metidos para adentro, sino de quienes piensan distinto y se esconden para tomarse una cerveza medianamente tranquilos. Ese es al ambientazo que tenemos, muy cubano....Jesús Lillo
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