Sánchez menoscaba con vileza el prestigio de nuestra Armada para satisfacer sus mezquinos fines electoralistas
Conocí personalmente a uno de los miembros del destacamento retirado súbitamente de Irak, por orden de José Luis Rodríguez Zapatero, en abril de 2004. Un agente de la Guardia Civil desplegado en aquella misión, con el cual conservo una buena amistad. Le interpelé en un aeropuerto cuando él regresaba a casa, después de oírle hablar al teléfono de la profunda vergüenza que había sentido al dejar abandonados a sus compañeros estadounidenses de la noche a la mañana. Entablamos conversación y así supe de sus labios el alcance de la rabia, la impotencia y la humillación sufrida por todos los integrantes de su grupo ante las miradas cargadas de reproche de los que permanecían en su puesto, expuestos a un mayor peligro por la marcha repentina de unos hombres y mujeres con cuya fuerza contaban para protegerse mutuamente. Esos soldados norteamericanos no estaban al tanto de los entresijos políticos de bajo vuelo por los cuales un recién nombrado presidente del gobierno en Madrid tomaba la decisión de debilitar gravemente su posición en zona hostil. No tenían por qué conocer esos detalles. A sus mentes y a sus labios afloraba una única palabra, escupida a bocajarro a la cara o reflejada claramente en el gesto: «Cobardes». El insulto más infamante que pueda escuchar un militar español obligado, le guste o no, a cumplir lo que se le manda.
Han pasado los años, los componentes de nuestras Fuerzas Armadas han realizado un esfuerzo tan ingente como mal retribuido para restablecer la confianza con el aliado más importante de cuantos garantizan la seguridad exterior de nuestra nación, y vuelve un líder socialista a menoscabar con vileza el prestigio de nuestros marinos para satisfacer sus mezquinos fines electoralistas. Porque esa es la razón por la cual el Gobierno ha mandado a la fragata Méndez Nuñez poner rumbo a Bombay, dejando en la estacada al portaaviones Abraham Lincoln al que daba escolta. Miserable cálculo electoralista en vísperas del 26-M, en busca del voto nostálgico del «no a la guerra» que tan bien supo explotar el PSOE. Pedro Sánchez emula a su maestro, interioriza sus mismos prejuicios y reproduce sus peores conductas, infligiendo a la tripulación de la Méndez Nuñez y al conjunto de nuestra Armada un golpe terrible en el honor; ese atributo tan preciado por nuestros uniformados, que él desconoce y desprecia. ¿Qué significa para el ambicioso Sánchez la palabra dada, el compromiso asumido, la lealtad debida al aliado, frente al riesgo de un incidente susceptible de restarle un voto? Nada de nada. Máxime cuando el potencial enemigo en este caso es el Irán de los ayatolahs, cuya generosidad paga la televisión de Pablo Iglesias.
En política ningún favor es gratis y todas las deudas se cobran antes o después. Sánchez necesita a Iglesias para garantizar su investidura y éste se ha beneficiado durante lustros de abundante dinero iraní, que lógicamente reclama su contrapartida, aunque sea en términos simbólicos. Porque es evidente que Estados Unidos no necesita el concurso de España para poner en práctica su estrategia militar en el Golfo Pérsico, aunque no lo es menos que en el escenario internacional estos gestos tienen un significado concreto que todo el mundo comprende. Lo cual nos conduce de nuevo a la situación de 2004. Hemos quedado retratados como un país del que no pueden fiarse los socios, carente de política de Estado, cuyos gobernantes se rigen por criterios sectarios que no excluyen la traición ni la huida...Isabel San Sebastián
¡Gracias, señor Sánchez!........https://www.abc.es/ MRF
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