Corría marzo de 1996 cuando tres buenos amigos, el colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, el cubano exiliado Carlos Alberto Montaner y el peruano-español Álvaro Vargas Llosa -a quien pueden leer cada domingo en estas páginas- publicaron uno de los ensayos políticos más exitosos de tiempos recientes: el «Manual del perfecto idiota latinoamericano». Un razonado argumentario en defensa de la libertad frente a las imposiciones del estatismo socialista jaleado por una falsa intelectualidad que sostiene que unos son pobres porque otros son ricos y que a lo largo de la historia se ha perpetuado una conspiración de malos contra buenos en la que los primeros siempre se imponen sobre los segundos. El libro tuvo un éxito arrollador porque describía con ejemplos hilarantes una realidad bien conocida por muchos. El más de medio millón de ejemplares vendidos, algo poco común en libros de pensamiento, incluyó una edición en septiembre de 1996 llamada «Manual del perfecto idiota latinoamericano y español», con un prólogo específico de Mario Vargas Llosa «El idiota en la Madre Patria» y un «Index expurgatorius hispanicus» repleto de citas memorables. Sirvan tres ejemplos: «El liberalismo salvaje está comprobado que es lo peor que le puede ocurrir a cualquier pueblo, las cosas no se pueden medir por el dinero y por el éxito. Se me abren las carnes pensando que el libro de cabecera de la ministra de Cultura, reconocido por ella, es la biografía de Margaret Thatcher», Pedro Almodóvar. «Prefiero un negro negro que hable euskera a un blanco que no lo hable», Javier Arzallus. Y «para las autoridades monetarias el ideal es que el paro no baje del 14 por ciento», Julio Anguita.
Este fabuloso compendio de la idiotez contemporánea debería ser de lectura obligatoria en nuestros días. Fue número uno en ventas en toda Latinoamérica y con la llegada de Chávez al poder en 2002 tuvo una secuela llamada «El regreso del idiota», del que yo sólo discrepé del título porque creo que el idiota no se había ido nunca. Y hoy sigue más activo que nunca. El pasado jueves ABC ofrecía una noticia que debía quedar registrada en el compendio de las mayores idioteces de la edad contemporánea, y eso que el «Batallón de los perplejos» de Álvaro Martínez ofrece cada domingo en este periódico un florilegio que ya parece insuperable. Pero siempre hay uno más. Ahora resulta que un objeto arqueológico no data del año 2.500 antes de Cristo sino del 2.500 «antes de nuestra era». Porque mencionar a Cristo puede molestar a quienes no son cristianos. Y les molesta, esencialmente, porque la civilización cristiana es la que ha producido el mayor progreso y la mayor riqueza del mundo -y para el idiota contemporáneo la riqueza es mala. Partiendo todos de la misma línea de salida, un mundo que yo creo que creó Dios y otros creen que surgió de la nada -hay que ver lo hábil y eficaz que era la nada- la fe cristiana creó una cultura -la datación es una convención cultural, no religiosa- que es mucho más próspera que la de algunos calendarios, como el musulmán e integró a la de otros calendarios como la cultura judía. Porque se pongan como se pongan y alteren lo que alteren, estamos en el año 2018 desde el nacimiento de Cristo. Y si lo prefieren empleen el calendario musulmán o judío en sus tratos comerciales, a ver cómo les va. Como contra eso no hay victoria posible y nadie está dispuesto a perder dinero, porque a ver cómo se pagan los impuestos con los que el estado abona subsidios y pensiones, pues se dedican a laminar nuestra civilización colateralmente. El idiota avanza sin cesar. Ya es global..Ramón Pérez-Maura
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