Carles Puigdemont, tras la victoria de derribar a Rajoy y propiciar un Gobierno azaroso y extremadamente débil, puede acabar logrando su tan pretendido colapso de España
Lo que Carles Puigdemont ha ganado de cara a la galería, Marta Pascal lo ha obtenido a los puntos. Si Puigdemont pretendía sembrar el caos en España para evitar que en el contexto de la recuperación de una cierta normalidad institucional su estela se apagara, Marta Pascal ha renacido cuando todo el mundo la daba por amortizada y su figura política toma impulso en Madrid para ganar peso en Cataluña.
El independentismo, tras constatar que su república catalana no existe, ha pasado del eslogan de «Cataluña last call», y de decir «nos vamos», a buscar de nuevo su lugar en la política española. Marta Pascal es quien ha sabido moverse más rápido. En coordinación con el PNV ha volteado a la guardia pretoriana de Puigdemont abriendo un nuevo tiempo con Pedro Sánchez, y el presidente de la Generalitat, Quim Torra, ha pasado de vivir exclusivamente mirando a Bruselas o a Berlín, y de hablar todo el rato del 1 de octubre, a decir que encuentra «interesante» y que «merece ser estudiada» la propuesta del Cercle d’Economia de redactar «un nuevo Estatut dentro de la Constitución», y por lo tanto autonómico.
También el acercamiento de los políticos presos a las cárceles catalanas, y sus futuros indultos ante sentencias judiciales previsiblemente condenatorias, son asuntos con los que Pascal explorará el alcance de su nueva relación con Pedro Sánchez. Pascal es consciente de que ni Rajoy ni Sánchez controlan a los jueces, pero que el fiscal general que nombren los socialistas proponga la puesta en libertad de los procesados «sería un buen primer paso en este sentido».
Esquerra no ha dejado de ser independentista pero hace meses que ha asumido que al independentismo le falta base social, y que «no basta ni la mitad, ni la mitad más uno de los catalanes, para un proyecto de semejante envergadura». Desde Estremera, Oriol Junqueras ha hecho toda clase de llamamientos a «recoser el país» y a «superar la política de bloques». Los republicanos tienen claro que buscar «consensos entre distintos», tanto en Cataluña como en Madrid, y en este sentido ha tomado la decisión de no presentarse con Junts per Catalunya o el PDECat bajo el paraguas de ninguna candidatura conjunta, ni en la Generalitat, ni en el Congreso, ni en los principales ayuntamientos, lo que incluye la ciudad de Barcelona.
Esquerra espera que Pedro Sánchez «contribuya a resolver políticamente un conflicto que es político», y pone el énfasis en que «Oriol Junqueras no tendría que estar en la cárcel, ni mucho menos en una cárcel tan lejana». Los republicanos entienden que los gestos humanitarios -más fáciles- llegarán antes que los políticos, y en cualquier caso asumen que tendrán que ser prudentes y graduales.
Esquerra ha hablado con Pedro Sánchez con menos profundidad de la que lo ha hecho Marta Pascal. Hace unas semanas, los republicanos no se atrevieron a reunirse confidencialmente con el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, por miedo a que los convergntes se enteraran y les acusaran de «autonomisistas». Y al final ha sido el PDECat quien, precisamente gracias a la ayuda mediadora del PNV, mejor ha aprovechado la moción de censura de Pedro Sánchez para recuperar vigor y centralidad.
En cualquier caso, los más veteranos dirigentes ERC ven a Sánchez con recelo, «tiene pinta de ser un Zapatero 2, que te enreda con cosas como el talante, que no quiere decir absolutamente nada, para quedar bien con todo el mundo. Además, como el PP estará tan histérico como en 2004, por el modo en que ha sido desalojado del poder, hará una oposición durísima que centrará a Sánchez. Hay que recordar que en las elecciones generales de 2008, la candidata Carme Chacón llegó a obtener en Cataluña 1.600.000 votos, una cifra a la que jamás hemos llegado ni nosotros ni Convergència».
Por su parte, Junts per Catalunya no tiene interlocutores claros ni en el Gobierno ni en el PNV, porque en su estrategia de sabotaje a la estabilidad, de «todo o nada» y de bloqueo, no se ha preocupado de pensar en ninguna estrategia ni alianza. Ha habido tímidos intentos en los últimos días: Elsa Artadi se ofreció al PNV, pero los nacionalistas se sienten más cómodos con Marta Pascal como interlocutora, por encontrarla más madura y fiable, y no tan oportunista como Artadi.
Además, en la negociación que la plataforma de Puigdemont mantuvo con Esquerra y la CUP para formar gobierno en Cataluña, los emisarios del exalcalde de Gerona demostraron una aparatosa falta de reflejos y de habilidad para concretar su fuerza política; y cuesta por lo tanto de creer que estén preparados para negociar con el PSOE asuntos tan delicados como los que afectan a forajidos, encarcelados, y al encaje político de Cataluña en el Estado.
Carles Puigdemont, tras la victoria de derribar a Rajoy y propiciar un Gobierno azaroso y extremadamente débil, puede acabar logrando su tan pretendido colapso de España si Sánchez tropieza en sus complicadísimos malabarismos; pero si las conversaciones prosperaran, las negociaciones fueran productivas y el catalanismo político real recuperara su fuerza y su protagonismo, su chantaje emocional desde el destierro podría ir perdiendo su capacidad operativa hasta extinguirse. De ser así, Marta Pascal, ajena a cualquier sentimiento vengativo, no correspondería a las sistemáticas humillaciones con que el propio Puigdemont y su entorno han intentado finiquitarla, y tiene previsto estudiar con Sánchez los términos de una entrega ordenada a la justicia española y el correspondiente indulto en caso de condena, para que pueda envejecer junto a si familia en Gerona...Salvador Sostres
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