La designación de dos catalanes como presidentes de las Cámaras, con especial mención a la cuidadosa elección de Meritxell Batet para el Congreso, demuestra que el presidente Sánchez ha entendido de qué modo debe dirigirse a los catalanes. También lo entendió el presidente Rajoy, a su manera y en sus circunstancias, mucho más especiales. Que técnicamente la Generalitat sea la representación del Estado en Cataluña no significa que el Gobierno tenga que relacionarse a través de intermediarios -y más si presentan esta insólita muestra de patanería y mediocridad- con los catalanes.
Cuando Mariano Rajoy aplicó el artículo 155, muchos de los que en Cataluña se rasgaron las vestiduras, en privado agradecieron que por fin se hubiera vuelto a la Ley y el orden. Y la inmediata consecuencia electoral de aquella decisión fue que un partido constitucionalista ganara por primera vez las elecciones al Parlament. Del mismo modo, y por los mismos motivos, aunque a través de una expresión mucho más suave, es igualmente interesante que Pedro Sánchez no haya caído en el cantonal juego de provocaciones del independentismo, y que haya respondido al veto a Iceta no con uno sino con dos catalanes, y de talante incluso más afable, si cabe, y más dispuestos ambos a transaccionar: especialmente Meritxell Batet, que con su mirada de madre que ya todo lo comprende ha tejido su carrera política sabiendo hacer de la ternura la metáfora de la solución universal.
Que el sentido del humor de Sánchez no dependa de la amargura de los independentistas es un buen primer paso en la correcta dirección. Que por cada puerta que ellos cierran sepa el Gobierno abrir dos ventanas es justo lo que necesita esta desoladora tristeza con que el catalanismo está administrando póstumamente su clamorosa derrota, como el gato encaramado en el árbol que no es que quiera vivir ahí sino que no sabe cómo bajar.
Si el presidente Rajoy puso por primera vez al catalanismo ante su responsabilidad, y le incorporó a la edad adulta presentándole las consecuencias de sus actos; el presidente Sánchez, sobre el tan difícil como imprescindible trabajo realizado por su antecesor, está desbordando al independentismo con su propia medicina, y suplir a Iceta con Batet es mitad insistencia y la otra mitad una burla muy fina, contra la que los exaltados muchachos del agravio lo único que pueden hacer es buscar otra guerra para mantenerse en el reproche y en la queja, porque ésta la han perdido, y por goleada.
Tengo la sensación de que aún el independentismo no se ha equivocado todo lo que necesita equivocarse para reaccionar, y cualquier tentación de apaciguamiento que tenga el Gobierno ha de tener en cuenta que Torra querrá hacer un gesto desmesurado antes de abandonar la política, y también que a pesar de que Esquerra quiere sustituir a la vieja CiU en la centralidad moderada y posibilista de la política catalana, todavía opera como si no pudiera resistirse a llamada remota del tam-tam selvático.
Tal como en Nueva York dos cañones de luz imposibles de derribar sustituyen a las Torres Gemelas, el Gobierno ha superado por elevación el veto cerril y ensimismado de un Parlament incapaz de distinguir cuál es su interés, y es imposible derribar la luminosa sonrisa de Meritxell......Salvador Sostres
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