No Al Olvido

sábado, 18 de mayo de 2019

# La obscenidad de Sánchez.La muerte de Alfredo Pérez Rubalcaba ha servido de pieza maestra para achicar cualquier veleidad en la inquieta ‘familia socialista’..Vídeos 2..!Schlichting sobre el nuevo impuesto de sucesión de Gabilondo!!!


Tendremos Pedro Sánchez para los próximos años. 
Preparémonos; unos para acicalarse y poner 
la mejor cara ante el arrollador efluvio que
 emana de gobernar. Otros observaremos con 
perplejidad los movimientos sobre el alambre 
de un tipo crecido para el onanismo del poder, a cualquier precio.

No cabe ninguna duda después de protagonizar 
el mayor espectáculo electoral que han visto mis ojos.
 Emulación del gran Shakespeare en su “Julio César” 
con el nunca apolillado discurso de Marco Antonio -
“César era un hombre honrado…”-, que convierte un muerto 
en la bandera para aplastar a todos sus adversarios. 
El cadáver de Alfredo Pérez Rubalcaba ha servido 
de pieza maestra para achicar cualquier veleidad en 
la inquieta “familia socialista”. Ocurre a menudo con 
las familias, empiezan pareciéndose a la Familia Trapp, 
toda sonrisas y buenas intenciones, y terminan en “la familia” 
de Totò Riina, que vive del miedo a ser desposeída de 
sus privilegios cuando se pierde el respeto.

Como hay mucha alma cándida, revisemos el relato. 
Durante una reunión en Bucarest, crucial ante 
las próximas elecciones europeas, el presidente en 
funciones Pedro Sánchez se entera del ictus de su enemigo 
partidario, Pérez Rubalcaba. Ahí empieza a trabajar
 la factoría Pedro Sánchez-Iván Redondo. 
¿Un achaque de la edad o la cosa pinta en definitivo?
 De seguro que es la pregunta que le tenía alerta.
 Confirmado clínicamente lo que queda para lo 
inevitable, no hay tiempo que perder, y en verdad
 que Sánchez no acostumbra a perderlo. Al carajo 
Bucarest y la sorprendente pregunta de sus iguales: 
¿Quién es ese Rubalcaba? ¿Acaso su padre putativo, 
un hermano? Si los españoles tenemos la memoria floja
 de tanto adaptarla, cabe imaginarse la de los 
líderes europeos. Rubalcaba ni les suena. 
No entienden nada. Basta que lo entienda él.
Ni Rey Emérito ni Monarca en activo: 
Sánchez asume su papel de anfitrión de Estado, 
como lo demostró citando a los partidos
 de la Oposición, ja, ja, ja, en La Moncloa
Vuelve a casa con el tiempo justo para aterrizar en Torrejón, 
echarle una mirada al moribundo que solo necesita ya 
que los médicos certifiquen su muerte, eso sí, tras
 la llegada del presidente in pectore. Luego el beso 
de Judas a la ya inminente viuda, Pilar Goya, que aguanta 
el tirón de la desgracia. La máquina Sánchez-Redondo 
está en plena actividad, dirige el partido, el Estado y
 los medios de comunicación que aprovechan para 
alabar al muerto, al que cubrieron de ignominia 
hace un par de lunas, y felicitarse de la fraternidad y 
la hombría de bien del Gran Sánchez. Al tiempo, 
presión absoluta sobre Ana Pastor, presidenta en
 funciones del Parlamento, un verso suelto 
del PP que los descerebrados chicos de Casado, 
el pollo sin cabeza, y del chico de Murcia que escupe
 pepitas de aceituna, no saben dónde colocar; como
 un jarrón chino, pero en este caso cercano a la alfarería de Sargadelos.

Hecho inaudito. Sánchez ordena que el exvicepresidente
 del Gobierno sea velado en las Cortes de cuerpo presente
, con honores poco menos que de jefe de Estado, para que 
quede claro que el Jefe de Estado vivo es él, Sánchez, 
ejerciente de tal desde que ganó “a los puntos” las elecciones,
 convertido ahora en protagonista único del funeral de campaña
… electoral. Ni Rey Emérito ni Monarca en edad de merecer: 
Sánchez asume su papel de anfitrión de Estado, como
 lo demostró citando a los partidos de la Oposición, ja, ja, ja, 
en La Moncloa, unos por la mañana, otros por la tarde, 
y al final los cómplices, todos ellos con el tiempo pautado, 
minutado. De eso se ocupa Iván Redondo, el contable de 
adhesiones, y se encarga del eco avasallador en los medios 
de comunicación. ¡Qué papel, caballeros y damas, qué papel! 
Si parecía que el Padre de la Gran Comunión, el Viudo
 del finado, el anfitrión de todas las aflicciones caídas 
en su hombro fuera Pedro Sánchez y no la digna señora 
de Rubalcaba que algún día dirá lo que nadie querrá oír.
 Y la foto, siempre una foto que marca época:
 el Rey Emérito, Felipe González enjuagando su furtiva lágrima 
y Él acogiéndolos, en el centro.
Parecía que el Padre de la Gran Comunión, el Viudo 
del finado, el anfitrión de todas las aflicciones 
fuera Pedro Sánchez y no la digna señora de Rubalcaba
Cerrado el capítulo del reverenciado líder toca acompañarlo
 con las loas al eminente fallecido. Todos pagan el peaje 
de lo políticamente correcto. No es solo que “en España
 se entierra muy bien”, como dijo el propio Rubalcaba 
sin avizorar que él se convertiría un día en “la herida
 luminosa” de su detestado y despreciado Pedro Sánchez, 
sino que de pronto plumillas de columnas salomónicas 
sublimaron la pena mostrando con impudicia dolosa
 a los lectores su instante de gloria. “El día que Rubalcaba me dijo
…”. Qué horror de mediocridad nos corroe cuando hasta 
en el ritual del féretro a hombros y las colas de llorosos y
 arrepentidos emanaba un cierto olor a fin de una época, 
como si nos obligaran a recordar aquellos días de noviembre 
de 1975 -¡felices quienes no los vivieron!- que para quien lo
 sufrió sabe que fue el retrato jamás vuelto a sacar del armario
 de la memoria, que evoca a un pueblo sumiso con el poder absoluto.

Para hacerlo pasar por las siempre amplias tragaderas
 sociales, no digamos la de los medios de expresión 
que no expresan más que los intereses de sus dueños,
 hubo necesidad de convertir a Alfredo Pérez Rubalcaba 
en estadista. En España hace falta morirse para adquirir 
el beneplácito del estadista, es algo parecido a la nobleza 
que concedían a título póstumo los reyes antiguos.
 Rubalcaba no entró en el PSOE hasta la muerte de Franco, como casi todos
, pero estaba entre el magma de izquierda conformado por los entonces 
denominados PNN (Profesores No Numerarios) de Universidad
 y pronto fue cooptado por el ministro de Educación, José María Maravall, 
el ausente del sepelio de Estado, por más que haya quien dice haberlo 
visto oculto, desmejorado, con gafas negras y guedejas blancas, 
despidiéndose de la viuda. Le puso de jefe de gabinete de 
la secretaria de Universidades Carmina Virgili, hija de uno 
de los rectores franquistas más represores que se recuerda 
en la Universidad de Oviedo. Luego González le hizo ministro
 y apadrinó la denostada LOGSE, de funestas consecuencias, 
una ocurrencia de un eminente fantasma de la pedagogía, 
Álvaro Marchesi, oriundo de Bandera Roja. El final de ETA 
coincidió con la etapa de Rubalcaba, pero decir que él fue 
el principal actor político es una prueba de ignorancia manipuladora.

Yo le recordaré porque tenía una casa en Asturias, zona de Llanes
-Celorio, cuya carretera secundaria asfaltaba con rigor el alcalde
 socialista Trevín, luego senador. Hacía tertulia con Lissavetzky
 y otros afines, donde no podía faltar un periodista, Carlos Elordi, 
padre de Carlos E. (Elordi) Cué, hoy cronista preferido de Pedro Sánchez. 
Él murió y ellos sobreviven. Es lo que hay, dicen.

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