Si se dedican a meterse en nuestras casas, seamos educados y devolvámosles la visita
Confieso que hace 28 años me afilié a Podemos. Los lectores tienen derecho a conocer las fobias, las filias y las filiaciones de los articulistas que tienen el privilegio de asomarse a una columna de su ABC. Así que lo escribimos en voz alta y lo leemos con mayúsculas y negritas: hace 28 años nos apuntamos a Podemos, aunque el partido de Pablo Iglesias y sus cadáveres políticos aún no existiera. Viene a cuento esta confesión por las declaraciones de Irene Montero, pareja sentimental y política del líder que nació para cambiar el mundo de raíz. Sostiene la señora Montero que los padres varones deben implicarse en el cuidado de sus hijos, algo que un servidor ya hacía al principio de la década de los noventa, de lo cual se colige que somos podemitas antes de Iglesias, como Platón o Aristóteles eran filósofos antes de Cristo.
En estos asuntos particulares y domésticos enseñan estos corderitos del buenismo progre la pata del lobo totalitario que llevan dentro. Quieren controlarlo todo, hasta meterse en los hogares para decirnos lo que tenemos que hacer. Llegan tarde, pero eso no les importa. En su adanismo sin límite se han propuesto ser los primeros en todo, hasta el punto de cambiar radicalmente al individuo para crearlo de nuevo a imagen y semejanza de su ideología. Ese invento de la sociedad heteropatriarcal les sirve para tapar los cascotes del muro de Berlín que levantaron sus antepasados comunistas para que los proletarios no huyeran del paraíso. Fracasó el sistema del reparto que distribuía el hambre y la pobreza. Y lo sustituyeron por estas ideologías blandas y posmodernas que no se basan en la clase social, sino en la identidad del ser humano.
Según esos nuevos postulados, un varón blanco, heterosexual y mayor de edad no tiene escapatoria. Es el culpable de todos los males sin que pueda librarse de esta acusación, a no ser que cambie de sexo o de piel. Si demuestra que cuidó a sus hijos cuando eran pequeños, la nueva inquisición lo acusará de mentir o de exagerar. Todo sea para que cuadren los prejuicios con la realidad. Y asunto concluido.
Vivimos un tiempo donde los estereotipos del pasado se quedan en pañales con los nuevos engendros que ha creado el orwelliano laboratorio de la corrección política que se dedica a fabricar la nueva verdad. Un hombre siempre será un machista por muchos pañales que les haya cambiado a sus hijos, y un violador en potencia aunque sea Pablo Iglesias quien se haya relamido con una mujer concreta diciendo que la azotaría hasta hacerla sangrar. Pero eso no cuenta para doña Irene, su pareja política y hogareña, que se dedica a darnos lecciones mientras tiene en su casa lo que tiene. Así que menos látigo dialéctico empuñado con la demagogia que gasta, y más firmeza con lo que tiene en su domicilio. Si se dedican a meterse en nuestras casas, seamos educados y devolvámosles la visita. Como hace 28 años que somos podemitas, hay confianza para eso y para más....Francisco Robles
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