Se ha entrado en una rueda que es un pierde-pierde seguro. Siempre habrá uno más radical que tú
Durante mi última visita a Londres, hace diez días, me sorprendió ver en Sloane Square a una activista conservadora repartiendo panfletos que anunciaban que «El distrito de Kensington y Chelsea ha declarado la emergencia climática». Reivindicaba un triunfo, porque es un distrito gobernado por su partido. La izquierda en todo Occidente demuestra una enorme adaptabilidad para ocultar el fracaso atronador de sus políticas y sustituirlas por otras que parece imposible denunciar. Algunos recordamos cómo en las décadas de 1970 y 1980 la gran motivación de la izquierda internacional era el desarme nuclear. Nos explicaban que aquel armamento nos llevaba al apocalipsis desencadenado por un holocausto. ¿Quién podía estar a favor de eso? Nadie. Pero los hechos, más bien, acabaron demostrando lo contrario. Gracias a la existencia de ese armamento y a la denostada Iniciativa de Defensa Estratégica (vulgo Guerra de las Galaxias) del presidente Ronald Reagan, llegó un momento en que el Imperio Soviético quebró y se derrumbó sin que se disparara, no ya un misil nuclear, ni siquiera una pistola de salón.
Ahora se trata de contarnos el apocalipsis al que nos lleva el Cambio Climático. Que efectivamente existe, como ha existido desde hace miles de años. Hay múltiples referencias de glaciares que existían donde hoy no queda ni resto de ellos, mares que hoy son desiertos, ciudades que hoy son submarinas o de cómo la inmensa Groenlandia cubierta de nieve era una región boscosa -por algo su nombre se traduce como «tierra verde».
El problema es que partidos de centro-derecha de todo Occidente han comprado esta mercancía defectuosa, como hace cuarenta años compraban la del desarme nuclear. Ahora nos encontramos con que los partidos liberal-conservadores en toda Europa hablan de conseguir «cero emisiones» para 2050 y rápidamente quedan como blandos y destructores del medio ambiente, porque frente a ellos surgen los fanáticos iluminados que dicen que hay que conquistar ese objetivo en 2030. Se ha entrado en una rueda que es un pierde-pierde seguro. Siempre habrá uno más radical que tú que prometa la conquista de la Luna y la propaganda oficial le convenza de que es posible. Me ha estremecido en estos días ver informativos de televisión presentando los datos del cambio climático evitable como una verdad incontestable. Las cortinillas de los informativos eran idóneas para la propaganda de la Alemania nazi. Ni una opinión discrepante de entre las muchas que hay en el mundo académico. Ni una sola referencia a cuántos calentamientos y enfriamientos ha tenido el planeta en los últimos mil años, cuando no había ni la más mínima afectación industrial sobre el clima.
Sería muy conveniente que alguien explicara cómo este discurso lo ha impuesto «Extinction Rebellion», grupo de presión conocido como XR. Su objetivo es fomentar los desórdenes públicos, la denuncia de Occidente y del capitalismo. Una de sus fundadores, Gail Bradbrook, sostiene que «realmente te sientes diferente cuando violas la ley, especialmente si no te cogen», y el otro, Roger Hallam, cree que «las emociones son la única forma de conseguir que las gentes hagan algo», lo que dijo antes de justificar el Holocausto judío como algo menor frente al cambio climático. Se disculpó después, pero insistió en que «está pasando otra vez, a una escala mucho mayor y a la vista de todos. El norte global bombea CO2 letal a la atmósfera y erige muros a la inmigración, haciendo de grandes regiones campos de la muerte». Con un par....Ramón Pérez-Maura

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