Que sea una cría quien encabece la campaña para salvar la Tierra muestra la pobreza de liderazgo que reina hoy en ella
Hoy comienza en Madrid la Cumbre del Clima, con la fanfarria de las cúspides políticas y las escasas perspectivas de todas ellas. ¿Recuerdan la Cumbre sobre el Oriente Medio en los años noventa? Hoy está aquello bastante peor que entonces. Me duele aparecer como pájaro de mal agüero, pero 24 años con despacho en la ONU me han hecho escéptico ante estos encuentros internacionales. Ya es difícil que dos países se entiendan, pero cuando es el entero planeta el que busca un acuerdo, lo más que puede esperarse es que no salgan más enfrentados que estaban. Hay tantas diferencias entre ellos, los intereses son tan distintos que resulta materialmente imposible conjugarlos incluso en una situación como la que nos encontramos donde está en juego la vida en la Tierra. En los países desarrollados, el ecologismo empieza a arraigar, aunque le falta todavía mucho para convertirse en principal preocupación, especialmente en situaciones de crisis, precrisis y poscrisis como están siempre, cuando el empleo, las pensiones, la salud y la vivienda exigen prioridad. Los países aún en desarrollo lo ven desde otra perspectiva: ya sabemos, dicen, que la industrialización en su primera fase deteriora el medio ambiente, pero para nosotros es indispensable, y los ricos, que están ya en la era automatizada, no pueden exigir a nuestras fábricas los niveles de limpieza ambiental que las suyas, aparte de que muchas de sus empresas fabrican en nuestro suelo por resultarles más barato. Es lo que dijo e hizo China para convertirse en el primer productor mundial, y están imitando otros muchos países, sobre todo asiáticos. En cuanto a los países que por razones de inseguridad, pobreza y retraso en prácticamente todo ni siquiera pueden iniciar su desarrollo, exportan lo único que les queda: sus habitantes, que se juegan la vida para salir de aquel infierno, principalmente en África, aunque también ocurre en Iberioamérica, un día tierra de promisión de los europeos.
Ni un milagro puede cambiar esta situación, así que lo más que podemos esperar de esta Cumbre son declaraciones más o menos rimbombantes y acuerdos que, en el mejor de los casos, van a cumplirse sólo en parte. Hay en ella algo que me perturba en extremo: que su protagonista sea una adolescente que inició su campaña ecológica siendo una niña. Me trajo a la memoria la Cruzada de los Niños durante la Edad Media, que atrajo a infantes de toda Europa para liberar los Santos Lugares y acabó en una de las más sangrientas y crueles matanzas de la Historia. No es que crea que vaya a ocurrir lo mismo, mi pesimismo no llega tan lejos, pero que haya tenido que ser una cría quien encabece la campaña para salvar la Tierra muestra la pobreza de liderazgo que reina hoy en ella. Aunque este es otro problema, no voy a decir más grave, pero sí más preocupante por lo inmediato.....José María Carrascal
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