Oviedo y Santander están a 195 kilómetros. Una distancia idónea para ser cubierta en tren. Pero eso no siempre es posible. El pasado martes, el tren llegó a la estación de Llanes, a 109 de la capital asturiana y 86 de su destino y allí se quedó. ¿Se había cortado la vía por algún desprendimiento? ¿Se había estropeado la máquina? Ambas son causas que interrumpen el tráfico ferroviario en Cantabria con frecuencia. Pero esta vez la causa era otra más propia de la Venezuela de Maduro: el tren se había quedado sin combustible diésel. Los trenes hoy son en su mayoría eléctricos, pero hay tramos de vía que siguen sin contar con esa energía y los ferrocarriles deben circular empleando combustible. Pero, según explicó Renfe a «El Diario Montañés» una avería hizo imposible el suministro y tras esperar 45 minutos en la estación los pasajeros fueron subidos a un autobús. Lástima que en el mismo no cupieran todos y según el testimonio gráfico publicado por ese periódico varios tuvieron que circular sentados en el suelo del vehículo.
Según reconoce Renfe, en lo que va de año se han visto interrumpidos 395 trenes con origen o destino en Cantabria. Lo que es una media de casi dos al día. Durante años el presidente regional, Miguel Ángel Revilla, hizo bandera de reclamar un Ave para Cantabria a los gobiernos de Zapatero y Rajoy. Pero con Sánchez, la fuerza de la reivindicación ha bajado muchos enteros. Yo soy el primero en reconocer que no es posible hacer ese AVE porque su coste es inasumible para el uso que se le podría dar. Pero al menos podría Revilla poner el mismo empeño en defender ante el Gobierno de Sánchez -con quien vive un idilio- una red ferroviaria digna. Su partido dio al presidente el único voto que obtuvo fuera del socialismo en su fallida sesión de investidura y estas minucias ferroviarias son preteridas.
El mismo martes Revilla asistía a la entrega de los «Emboques de Oro», los premios que cada año entrega en Santander la Casa de Cantabria en Madrid. Este año las premiadas fueron una exvicepresidenta del Gobierno cántabro con Revilla, la socialista Dolores Gorostiaga, la alcaldesa de Santander, la popular Gema Igual y la regatista olímpica Berta Betanzos. Revilla tomó la palabra y se apresuró a explicar que él nunca cena fuera de casa por lo que, tras entregar el premio a Gorostiaga, abondonó la sala dejando a las otras premiadas con la palabra en la boca. Aseguró que mientras los allí presentes estarían todavía de juerga a las tres o las cuatro de la madrugada, él se levantaría a las seis para trabajar por Cantabria. No sé si eso incluiría ocuparse de conseguir unas conexiones ferroviarias dignas para la región, pero no parece que esa sea una prioridad real. Quizá de palabra, pero ya sabemos que la mentira se ha convertido en un instrumento legítimo de la política para Sánchez y sus aliados. Cuando le escuchaba decir que él nunca sale a cenar, yo estaba pensando en la noche del pasado viernes, 16 de agosto, cuando Revilla llegó la restaurante «La Posada del Mar» sobre las 10,15 y se sentó a cenar en la mesa de al lado de la del arriba firmante. Eran nueve amigotes, más que amigos. Porque cuando uno cena con otras parejas no sienta a su derecha a su propia mujer salvo que el grado de intimidad con los demás sea el propio de amigotes. Cuando este plumilla abandonó el restaurante a las 11,15, ahí seguía Revilla cenando. Como los dictadores, debe de creer que todo es suyo. Hasta los restaurantes son su casa. Y el electorado le sigue riendo las mentiras...Ramón Pérez-Maura
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