«Las elecciones, como Cristo, han venido para salvarnos. A unos de tener que aguantar a Pedro Sánchez y a otros, flojos de ideas y propuestas para la campaña autonómica y municipal, de tener que hablar del terruño»
Con Pedro Sánchez nunca sabe uno a qué atenerse exactamente. Nadie entiende si su carrera política es obra de un narcisismo de manual o una venganza permanente contra todos los que algún día se rieron de que, un señor con planta de actor sin talento, quisiera ser presidente de España.
Pedro Sánchez quiere ser cualquier cosa con tal de no ser él mismo otra vez después de La Moncloa. Pedro queriendo ser rey mientras le ocupaba el lugar a don Felipe en el besamos del 12 de octubre. Sánchez queriendo ser doctor y su tesis doctoral con 50 páginas plagiadas. Y sus memorias escritas por un negro, como si de Belén Esteban se tratase. Pedro Sánchez queriendo ser piloto y tener un Falcon como Leonardo DiCaprio en «Atrápame si puedes». El presidente queriendo ser Dios y resucitar un domingo después en medio de la Pascua Florida. Queriendo ser, a fin de cuentas, cualquier cosa con tal de no tener que volver a ser él mismo otra vez.
La Semana Santa este año, en vez de pendones y marchas, será un desfilar de himnos de partido y banderolas electorales. Toda las calles, la Amargura y la del tedio, abiertas de par en par. Toda la penitencia sin necesidad de andar descalzo. Porque aguantar dos campañas electorales seguidas le concede a cualquiera una indulgencia plenaria –a falta de que lo confirme el Papa–. La probabilidad de que la decisión de convocar elecciones el domingo 28 haya sido para ahorrarle dineros a las arcas estatales aprovechando que ya están los púlpitos montados es una ilusión. Los púlpitos, que ya sabe el lector, que valen lo mismo para anunciar la resurrección de Cristo que para aventurar la de Pedro Sánchez. Porque Sánchez ya resucitó una vez y querer repetirlo una segunda debe de ser avaricia, que es pecado capital.
El PP, el PSOE, Cs, Podemos y Vox cada uno como una cofradía más en las calles la próxima Semana Santa. Levantando a pulso a sus líderes y mirándolos con devoción como si alguno de ellos fuera a obrar el milagro de convertir las promesas en obras. «Obras son amores y no buenas razones». Y así, entre hachones y mítines discurrirá la Semana Santa de este año, con el peligro de equivocarse uno de plaza. De equivocarse y en vez de asistir a un pregón que le den un sermón electoral sobre por qué hay que evitar a «las tres derechas».
Las elecciones, como Cristo, han venido para salvarnos. A unos de tener que aguantar a Pedro Sánchez –esperemos– y a otros, flojos de ideas y propuestas para la campaña autonómica y municipal, de tener que hablar del terruño y de lo que les importa a los habitantes de Castilla y León ya hasta mayo...Guillermo Garabito
https://www.abc.es/espana/castilla-leon/ MRF
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