Al presentarse como impostado timonel del centro, Sánchez oculta que en la bodega lleva un pasajero llamado Podemos
Por extravagante que parezca, después de haber asaltado el poder apoyado en el nacionalismo golpista y el bolivarismo irredento, Pedro Sánchez pretende ganar las elecciones presentándose como el adalid del centro. El político que ha gobernado con todos los adversarios de la Constitución va a invocar contra la derecha el voto del miedo, el mismo que le sirvió a Rajoy para alzarse en 2016 como el freno a la amenaza de Podemos. En realidad se trata de un truco cosmético; asentada su hegemonía interna frente a un neocomunismo en claro retroceso, los socialistas tratan de evitar que Ciudadanos ensanche su cosecha por el flanco izquierdo. Pero puede funcionar porque el electorado conservador, con su fobia focalizada en el presidente, ha perdido el recelo que le causaba la posibilidad de que los extremistas llegasen al Gobierno… justo cuando más posibilidades tienen de hacerlo. La irritación por los coqueteos de Sánchez con el independentismo catalán ha disuelto el desasosiego que las clases medias moderadas sentían por Pablo Iglesias y sus compañeros, que sin embargo viajan a bordo de la nave frentepopulista como pasajeros encubiertos. Y como los gabinetes monocolor se han acabado en España para mucho tiempo, si ese barco consigue llegar a buen puerto los polizones saltarán desde la bodega a las empresas públicas y los Ministerios. No será un asalto directo a los cielos pero sí a parcelas de poder tangible y concreto. Con el aparato institucional y la caja pública a su alcance para financiar proyectos de ingeniería ideológica y similares experimentos.
La candidatura sanchista tendrá tanto más éxito cuanto más se postule en términos plebiscitarios. Por mucha desconfianza o antipatía que suscite «su persona», comparada con sus socios tiene un coeficiente de rechazo y de alarma bastante más bajo. Es un populista disfrazado cuya habilidad para la impostura le ha permitido desmantelar el modelo del PSOE mientras se aprovecha de su tradición de partido de Estado, de tal modo que muchos españoles inadvertidos aún ven en esas siglas una referencia estable de liderazgo. Sus spin doctors le han diseñado una campaña con la que acentuar esos rasgos falsos: Sánchez el centrista, Sánchez el conciliador, Sánchez el sensato: el hombre de la mano tendida y del diálogo frente al ceño intransigente de la España del estacazo. El voto biográfico, el de la izquierda doctrinaria e irreductible, lo tiene más o menos asegurado; busca el de los sectores emergentes urbanos que se identifican a sí mismos en un progresismo ecléctico, abierto y laico y se pueden movilizar con el estímulo adecuado. El del trampantojo de un tardofranquismo hosco y retardatario contra el que disimular el carácter rupturista, autoritario e intemperante de sus propios aliados. Los que volverán a aparecer a su lado cuando sea demasiado tarde si la oposición se olvida de desenmascararlos...Ignacio Camacho
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