Dejar a los niños con la boca abierta quizá no tenga demasiado mérito. El reto actual es quedarse con todo ese personal que, con edad de no creer en nada, se cree muy listo.
Según infantiliza la izquierda sus estrategias comunicativas, más gusto le coge a la cabalgata de Reyes, que hasta hace unos años no pasaba de ser un inocente pasacalles para menores acompañados. Este proceso de regresión cognitiva, esencial para movilizar a una tropa cada vez más emborricada y superficial, ahora redescubierta por la derecha de escopeta y perro, ha terminado por confluir en ese desfile de señales sin palabras, sensaciones de colores contra argumentos racionales, que es la cabalgata de Reyes, el sueño de cualquier profesional del engatusamiento de masas. Dejar a los niños con la boca abierta quizá no tenga demasiado mérito. El reto actual es quedarse con todo ese personal que, con edad de no creer en nada, se cree muy listo.
El público objetivo de las cabalgatas que anoche recorrieron España sigue siendo el compuesto por los niños. Como en las películas de Pixar, sin embargo, cada grupo de edad tiene lo suyo, mensajes convergentes y cifrados para la gran noche de la ilusión, que ahora es de naturaleza ideológica y adulta, con esa madurez que dan las redes sociales, las frases hechas y los dogmas de consumo. Hay de casi todo, expresión y muestra de esa sociedad plural y abierta que en el Evangelio de Mateo representaron los magos de Oriente y que en la España de Sánchez encarna una compañía estable en la que se mezclan presos políticos, reinas magas, travestidos, osos vallekanos, carrozas inclusivas, inmigrantes coronados, delirios culturales o, donde Manuela Carmena, tronos participativos, como ella misma. La expropiación de la cabalgata de Reyes a la infancia, su legítima propietaria, no es sino la consecuencia de una forma de comunicar, puro ilusionismo, que no da más de sí.......Jesús Lillo
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