Estamos atrapados en el tiempo porque no podemos dar marcha atrás en nuestras vidas
Una de las preguntas a las que la ciencia no ha podido responder es por qué el tiempo no es reversible. Parece una obviedad, pero no lo es. Muchos científicos como Hawking han intentado desentrañar el misterio de la flecha del tiempo, que siempre avanza hacia el futuro sin la posibilidad de retroceder.
Aceptamos como algo evidente que, si un vaso se estrella contra el suelo, se hace añicos y no es posible reconstruirlo. Igualmente, una lámina de hierro se oxida y nuestro organismo va envejeciendo de forma irreversible. Tampoco podemos volver a vivir nuestra infancia ni sostener una conversación con nuestro abuelo fallecido.
No hay ninguna respuesta convincente a este enigma tan simple, aunque he leído que la explicación de por qué el tiempo se mueve en una sola dirección reside en el Big Bang, el momento de la gran explosión que creó el Universo hace 14.000 millones de años.
Estamos atrapados en el tiempo porque no podemos dar marcha atrás en nuestras vidas, pero tampoco podemos avanzar en un salto hacia adelante, aunque sea posible hacer la inútil trampa de desplazar las manecillas del reloj.
Hay una gran paradoja en esta flecha del tiempo. Consiste en que mientras los acontecimientos son imprevisibles a escala humana, los científicos pueden determinar con altísimas posibilidades de acierto el final del sistema solar, la muerte de nuestra galaxia o el proceso termodinámico que conducirá a un Universo inerte y estático.
El estado actual de la ciencia permite anticipar el comportamiento de un agujero negro o de un cuásar, pero no podemos fijar una pauta sobre los movimientos del átomo ni conocemos la estructura de las partículas elementales. Eso implica que sabemos mucho más de lo que sucede a escala cósmica que lo que pasa en el interior de nuestro cuerpo.
La conclusión es que hoy nos resulta mucho más complejo y misterioso lo infinitamente pequeño que lo que acontece a escala cósmica. Un laboratorio ha podido escuchar hace muy poco una gran explosión que se produjo al chocar dos estrellas hace más de cien millones de años luz en los confines del Universo pero desconocemos qué enigmáticas fuerzas cohesionan la materia de la que estamos hechos.
Conforme nuestra mirada se va focalizando en lo pequeño, crecen las incertidumbres sobre el futuro. No sabemos cuándo se van a celebrar las elecciones generales, cómo se va a desarrollar el juicio del procés ni cuál será el resultado del próximo partido entre el Madrid y el Alavés. Pero la ciencia sí está segura de que el sol morirá dentro de 5.000 millones de años y que después la Vía Lactea acabará por colisionar con nuestra vecina Andrómeda.
Todos estos datos son obviedades en cualquier manual de física, pero resultan desconcertantes si los comparamos con las incertidumbres a las que está sometida nuestra vida. Poco nos importa saber cuándo va a dejar el sol de iluminar nuestro planeta si desconocemos lo que nos deparará el día de mañana....Pedro García Cuartango
https://www.abc.es/ MRF
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