Lo que ha sucedido en Andalucía es mucho más importante de lo que parece. Ya ocurrió algo similar hace cuarenta años. Inciso aritmético: en España, lo sustancial pasa de cuarenta en cuarenta años, mal contados por nuestra escasa o nula afición por la exactitud. En 1898 se perdieron las colonias, al cabo de cuarenta años estábamos envueltos en una guerra civil de la que saldríamos definitivamente con la Constitución de 1978, que ahora cumple cuarenta años. Pues eso, que por aquel entonces el famoso referéndum del 28 de febrero de 1980 puso patas arriba el diseño del Estado autonómico que pretendían llevar a cabo el centralismo y las comunidades que se tildaron a sí mismas de históricas, como si las demás provincias, regiones y ciudades hubieran salido de la nada el día anterior a ese pasteleo que Andalucía rompió de cuajo.
Ahora, a toro pasado, habrá quien afirme que aquella aspiración de los andaluces fue un error. Incluso un horror. Sin embargo, lo contrario habría sido una España asimétrica, con dos o tres autonomías mimadas desde Madrid en una situación de desigualdad que casa mal, si es que podemos utilizar el verbo casar, con la mentalidad de nuestra época. Aquel error estratégico de la UCD de Suárez, aconsejado por Martín Villa, supuso el desplome del partido que hizo posible la Transición desde su centrismo moderado. Y el ascenso de un PSOE que ganaría por mayoría absoluta en las andaluzas de mayo del 82 antes de barrer en las de octubre, cuando González sacó 202 diputados. Igualito que Sánchez…
Ahora todo ha cambiado en la Bética romana que fue chavesiana y griñaniana antes de caer en manos de la perdedora Susana. El hundimiento del PSOE no ha sido a costa de la izquierda que está a su siniestra, sino de la derecha en sus tres acepciones actuales. Por primera vez en la historia democrática reciente, las derechas han ganado en las urnas andaluzas. Y ese dato es el que no quieren admitir los enterradores de una izquierda fracasada que asiste a su sepelio como los generales nazis al hundimiento de Hitler en el búnker de la derrota. El gran dictador no asumía el fracaso, y en su locura pretendía ganar la guerra llevando a los niños al frente. Patético.
En España sucede algo parecido. La izquierda se ha hundido estrepitosamente, pero no quiere reconocerlo. El presidente más inepto que ha dado la democracia sigue bailando al ritmo que le marca la orquesta del Titanic. Asiste a su propio hundimiento como el pobre de Berlanga, el que en Plácido rebaña los platos antes de que lo expulsen del breve paraíso al que lo han invitado. Por eso coge el Falcon al grito de guerra que lo define. ¿Cuándo voy a verme en otra? A disfrutar, que esto durará lo que tenga que durar, y el que venga luego, que pague o apague la luz. Ahora querrá cargarse a Susana para quedarse con todo el PSOE, cuando en realidad es el PSOE andaluz el que se ha hundido por este presidente que justifica golpes de Estado en Cataluña y cenas con terroristas en el País Vasco. Allá él...Francisco Robles
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