Existe la tendencia de elaborar una lista de objetivos que tiene apariencia de carta de los Reyes Magos.
Lejos de parecerse a un «menú de deseos», el inicio del año se presenta como una nueva oportunidad para hacer todo aquello que está pendiente del curso pasado
Papel y bolígrafo. Es lo único que una persona necesita para plantearse sus propósitos para 2019. Solo escribiéndolos tomarán más fuerza, mayor compromiso. Hay que hacer una lista de forma consciente, sabiendo lo que sí y lo que no se podrá conseguir. «Justo al principio de año es buen momento para plantearse nuevos retos, aunque objetivamente es lo mismo que el resto del año, a nivel psicológico ponemos el contador a cero –pasa también en septiembre con el inicio del curso escolar–», afirma la psicóloga Silvia Álava.
Cumplir los objetivos de Año Nuevo no es fácil. Según un estudio realizado en la Universidad de Scranton (Pensilvania), el 92% de las personas que se proponen metas fracasan. Está claro que la mayoría renuncia y lo hace muy pronto. Así lo refleja, también, una encuesta elaborada en la Universidad de Stanford –California– que revela que el 40% de los propósitos se abandonan en las primeras semanas.
¿Por qué seguimos proponiéndonos objetivos si sabemos que, muy probablemente, no los cumpliremos? «Porque imaginar que lo logramos nos hace sentir mejor y nos permite relajarnos en tiempos de excesos», subraya Francesc Núñez, doctor en Sociología y profesor en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). «Caemos año tras año, y a veces toda la vida, porque al pensarlos ya sentimos placer. Cuando uno fantasea con lo que va a hacer, ya empieza a generar pensamientos positivos», insiste este experto.
¿Deseo u objetivo real?
En ocasiones, las personas fracasan en sus propósitos por el planteamiento inicial que se hace de estos. Es decir, por confundir los objetivos reales con deseos. «Si yo quiero adelgazar este año, pero no empiezo a comer de forma sana y hacer algo de ejercicio, la idea se queda en deseo, no llega a ser un propósito real, porque no se ha hecho nada para conseguirlos», insiste Silvia Álava.
Durante el día pensamos en infinidad de deseos, pero suelen quedarse en eso, en pensamientos. «Es importante no confundir los conceptos para no frustrarse por no haberlo logrado. Cuando se decide qué voy a hacer y cómo para conseguir mi meta, se trata de un objetivo real; si no se hace nada, no es más que un deseo», continúa Álava.
Cualquier persona puede lograr su propósito si sabe cómo hacerlo. «La conocida muletilla “yo soy incapaz de...” carece de base científica», explica Sara Barbeito, profesora de psicología general sanitaria de UNIR. «Podrá costar más o menos, pero todos podemos cambiar, no es una cuestión de personalidad».
— Analizar el año pasado
Cada familia tiene que pensar cuáles son los deseos y objetivos para 2019, los propósitos reales que se plantean. Deben decidirlo ellos mismos, «no puede ser nadie externo», afirma Álava. Antes de todo ello, esta experta aconseja hacer balance del año anterior, autoreflexionar sobre lo que se ha conseguido para poder reforzarlo. «Los hogares tienen que analizar cómo funciona su familia para ver en qué cosas pueden mejorar», insiste.
Desde pasar más tiempo con los hijos, decidiendo qué minutos van a estar con ellos. «Está en manos de los padres la calidad de los momentos que comparten con los pequeños. Es bueno que no haya distracciones ni dispositivos tecnológicos de por medio», subraya Álava. Además, esta psicóloga hace hincapié en «tratarnos con más cariño, con respeto». «Generalmente, en las familias pasa lo contrario. En el entorno laboral nos regulamos más, no pegamos voces ni nos enfadamos. En el hogar, nos relajamos en exceso y, en ocasiones, levantamos la voz. Tenemos que tratar de reservar la mejor versión de nosotros mismos cuando estamos con los nuestros», comenta.
— Cuidar el «pero»
Cuando algo se quiere, se encuentra el tiempo para conseguirlo. Así lo afirma Álava, que insiste en la tendencia a buscar excusas para justificar que no se ha hecho lo que se ha dicho. «Hay que ser realista; si sé que ahora no puedo cumplirlo, no me voy a plantear hacerlo». Nos mentimos para justificarnos. «En ocasiones lo que pasa es que nos autoengañamos, nos saboteamos a nosotros mismos. “Me gustaría pero es que...”, hay que ser conscientes de las limitaciones de cada uno», argumenta.
Los propósitos implican hacer cosas para conseguirlos. Hay que saber el esfuerzo que va a llevar, pero no pensar desde el principio las excusas.
— Comunicar
Es vital hablar con los hijos. «Hay que reservar un tiempo para conversar con ellos, siendo muy importante habilitar un espacio en el que no haya elementos de distracción. Si se está hablando, hay que centrarse en ello. Sin tener una televisión delante, ni un teléfono móvil o una tableta. Los padres deben ser conscientes de la importancia de la comunicaciónno verbal: analizar la postura, el tono de voz, cómo los pequeños les miran...», afirma Silvia Álava. «En ocasiones, en lugar de hablar con los menores, de preguntarles cómo les ha ido el día y cómo están sus emociones, se tiende a dejarles, a apartar estos momentos del día a día de una familia», insiste.
— Ver más a la familia
Darle un valor a visitar a padres o abuelos. «Si tenemos claro que tiene una importancia alta, hay que invertir el tiempo en ello, sin excusas», afirma Francesc Núñez. «Lo primero que yo haría es hablar con la familia y adquirir un compromiso con ellos», apunta Manuel Armayones, profesor de Psicología y Ciencias de la Educación en la UOC.
«Es importante establecer una agenda. De la misma manera que lo hacemos con los asuntos de trabajo, debemos permitirnos gestionar bien nuestro tiempo de ocio», insiste Armayones, quien habla, además, de tener un «plan B». «La primera intención puede ser visitar a mi hermano, pero si esa semana no puedo, por lo menos tengo que encontrar un hueco para llamarlo».
— Estudiar idiomas
Hay que distinguir bien lo que es un deseo de un objetivo porque, en ocasiones, puede llevar a engaño. Es decir, «la justificación es muy peligrosa porque cuando realmente algo es prioridad para ti, haces hasta lo imposible por conseguirlo», comenta Silvia Álava. Para ello, hay que ser realista en cada momento. Por ejemplo, esta psicóloga habla de la idea de estudiar idiomas o hacer un máster tras terminar la carrera. «“Quiero saber más inglés, pero este año no puedo pagarme unas clases para formarme”. Si se tiene ese pensamiento, hay que tener claro que no es más que un deseo; no se debe pensar que es un fracaso por no haberlo conseguido ahora».
«Nos quema mucho el hecho de centrarnos en lo que queremos hacer y, como ahora no lo consigo, me frustro. Tarde o temprano, si es un objetivo para la persona, lo terminará haciendo», argumenta la experta.
— Comer mejor
Francesc Núñez explica que «la gente confunde lo que le apetece con lo que quiere». Y aclara: «A mí me apetecería comer un pastel, pero lo que hay que pensar es que lo que quiero es adelgazar. Si sabes lo que quieres, podrás no dejarte llevar por lo que te apetece».
La clave está en plantearse pequeños retos y más realistas que, a su vez, animen a seguir avanzando, persiguiendo nuevos retos. «Cuando uno proyecta objetivos es importante hacerlo de manera positiva y medible, y que sean, sobre todo, retos personales y específicos», advierte Alicia Aguilar, profesora de Ciencias de la Salud en la UOC.
La idea es proponerse «bajar tantos kilos en un semestre» en lugar de «adelgazar». «Algo que suele funcionar muy bien es apuntar en una libreta, o en el móvil, todo lo que comemos. Así se tomará conciencia de la realidad», recomienda el experto Manuel Armayones. «De nada sirve plantear el objetivo de adelgazar si no se cambian los hábitos alimenticios o se comienzan con rutinas de ejercicios», cuenta Silvia Álava.
— Hacer ejercicio
Es fundamental no idear un objetivo demasiado ambicioso. «No podemos pretender correr treinta minutos si el día anterior no hacíamos nada. ¿Por qué no empezar con unos cinco minutos? Basta con bajarse una parada antes en el autobús y andar un rato», recomienda Armayones.
La pereza suele ser la peor enemiga. «Hay que ponerse a hacerlo, sin pensar», explica el profesor Núñez. Considera que lo importante es romper con la dinámica, adoptando una rutina de hacer ejercicio. «Las sinergias del reposo son las mismas que las de la acción: cuesta lo mismo empezar a moverse cuando estamos en reposo que al contrario», concluye.
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