Es muy comprensible el trauma que tiene cierta izquierda ante lo sucedido en Andalucía. ¡Precisamente en Andalucía les tenía que pasar! En ese cortijo suyo en el que socialistas y comunistas han sido caciques de propiedad no cuestionada. De repente, expropiados. Esto tendría que haber pasado hace décadas. Para que la alternancia política impulsara la movilidad, la renovación y la probidad, el control, el rigor, la competencia honrada, el desarrollo y el bienestar. Pero durante 37 años, un aparato implacable de reclutamiento, compra de voluntades, disciplina y control, pagado con ingentes sumas de dinero llegado de Europa y el resto de España, ha impedido que sucediera.
Quienes aplauden como quienes lloran hoy en Andalucía han de reconocer que este cambio que muchos creían imposible se ha producido por la irrupción en el escenario de un nuevo protagonista que ha cambiado las conductas de todos los demás. Es Vox. En el PP todos celebran ahora que Moreno Bonilla vaya a presidir la Junta de Andalucía. Pero si Pablo Casado no hace de esa campaña su personal prueba de fuego, el mediocre candidato popular impuesto en su día por una vicepresidenta de tenebroso recuerdo se habría quedado en 10 diputados. Entonces Casado estaría políticamente muerto y el PP, otra vez madurito para que alguien como Soraya Sáenz de Santamaría lo convirtiera en partido satélite del Frente Popular, por el bien del consenso. A hacer de Javier Arenas en «el ministerio de la oposición» para siempre. Ya tenía Casado asesores recomendándole dar por perdida Andalucía. A la postre ha sido Vox y el shock de Vista Alegre los que salvan a Casado de dejarse hundir por los suyos.
Casado tuvo instinto. Como Santiago Abascal que, pese a las reticencias de muchos, llevó a Vox a esas elecciones. Los dos detectaron el movimiento en una nación que ha dejado de creer en la política del cambalache consensual y quiere grandes compromisos con la legalidad, con la propia nación y con la realidad que sufre y que niega o manipula la subcultura del eufemismo de la socialdemocracia. Los españoles están mucho más hartos de lo que creen quienes solo consumen alfalfa mediática izquierdista. Y además son cada vez más inmunes a la idiotización de la consigna televisiva. Sí preocupa que Casado a veces parezca asustarse de su propia osadía y se concilie con los enterradores del PP en esta década. Parece haber pasado en el País Vasco. Habrá de decidir si se erige en apuesta de cambio real o se arropa de marotos, semperes y alonsos, y en mayo concluye su dirección del PP como un bonito espejismo que dio pie a una breve esperanza.
Ciudadanos no sacó el resultado que esperaba y quería. Nunca le pasa. Por eso, al margen de la citada soberbia campaña de Casado que impidió el hundimiento de su partido, la revolución andaluza se debe exclusivamente a la irrupción de VOX en el panorama político. Sufrirá sobre todo Ciudadanos, que suple su falta de ideología con una dependencia angustiosa de la patulea mediática izquierdista. No debiera sufrir por ser tachado de aliado de la ultraderecha. En mayo nadie entenderá que deje uno solo de los ayuntamientos en manos de una izquierda radical y filogolpista cuando mayorías con PP y Vox permitan expulsarla. La izquierda española está en pánico porque ya existe un voto nacional transversal que puede hundirla para mucho tiempo. Si Vox no comete errores y no los está cometiendo, puede lograr esa supremacía estable de la derecha que permita el retorno a la vida de los españoles del ejercicio de la libertad de palabra y obra, de justicia y la defensa de la ley, un retorno al sentido común en la vida de los españoles....Hermann Tertsch
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