Pocos humoristas han generado un verbo del diccionario
Mario Fortino Alonso Moreno Reyes se murió el 20 de abril de 1993. Un cáncer de pulmón se lo llevó a los 81. Miles de ciudadanos, la mayoría muy humildes, se congregaron para despedir al ídolo frente a su mansión de México D.F., donde se velaba el cadáver. Muchos celebraban su humor descacharrante y su lucha peliculera contra los abusos de los poderosos. Otros eran beneficiarios directos de sus múltiples obras de caridad. Había muerto un hombre al que el gran pintor Diego Rivera señaló en 1951 como el más señero de los mexicanos, situándolo en el centro de un enorme mural de héroes nacionales.
Mario había nacido en familia pobre, hijo de un cartero padre de ocho hijos. Siendo un mocoso hubo de salir a buscar vida en la calle en todo tipo de oficios, hasta hizo sus pinitos como torero y boxeador. En su adolescencia se enroló en un circo ambulante, propiedad de una familia rusa. Con el tiempo se casó con la hija del dueño, Valentina Zubareff, su esposa hasta la muerte (aunque con escarceos adúlteros, que incluso trajeron un hijo, adoptado por la rusa como propio ante su imposibilidad de concebir). Mario aprendió mucho en el circo. Un día, por baja del jefe de pista, le ordenaron presentar el espectáculo. El pequeño «pelao», nervioso como un flan, comenzó a hablar atropelladamente, con frases superpuestas y graciosas pifias léxicas. Ante semejante lengua de trapo, propia de un beodo, es leyenda que una voz gritó desde el graderío: «¡En la cantina tu inflas!». El muchacho acababa de encontrar su nombre artístico, Cantinflas, a quien el mismísimo Chaplin consideraría «el mejor cómico vivo».
Cantinflas rodó 49 películas. De niño me dio tiempo a acudir al estreno de las últimas, con Mario ya un tanto abotargado, mal estirado por el bisturí, pero todavía capaz de seducir con su verborrea extravagante y su aliento justiciero, hermoso y un poco naif. Su etapa de gloria la vivió en los cuarenta y cincuenta. Gozaba de tal éxito que hasta el futuro presidente norteamericano Johnson se lo llevó con él a hacer campaña entre los latinos de un estado sureño. Mario se forró: se compró cinco mansiones, un rancho, un jet privado... Pero nunca le perdió mirada a sus orígenes y fue un extraordinario filántropo. Cada día se formaban colas de gente frente a sus casas, pues solía dar limosna a muchos de quienes llamaban (se habla de que destinaba a esas caridades espontáneas 170.000 dólares anuales de la época).
El humor de Cantinflas es sencillo. Reside en la forma de hablar de su personaje, un poco pícaro, un liante de dialéctica embarullada, a ratos incomprensible, como si fuese un Groucho Marx latino, católico y altruista. Cantinflas debe de ser el único cómico que ha dado lugar a un verbo reconocido por la Real Academia, «cantinflear»: «Hablar o actuar de forma disparatada e incongruente y sin decir nada con sustancia».
A todo esto, yo pretendía escribir sobre la rueda de prensa de ayer de Sánchez, ese fenómeno que ahora tacha de «monólogo» lo que hace seis días celebraba como un productivo «diálogo» con Torra. Pero tras escuchar su inventario de cantinfladas he preferido la versión original.....Luis Ventoso
https://www.abc.es/ MRF
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