Enykö Györy funge como embajadora de la República de Hungría en Madrid desde hace más de tres años. Con la dificultad de representar a un Gobierno vilipendiado en la mayoría de medios de comunicación ha conseguido ir cosiendo nuestros dos países por vías intelectuales -entre otras-. En 2015 promovió la edición bilingüe del libro «Andrés Révész: Un puente en la Europa dividida» en el que se trazaba la biografía de aquel gran redactor de ABC que dejó en las páginas de este periódico lo mejor de su vida desde que llegó a España en la década de 1920 y hasta su muerte en 1970. Révész era anticomunista (con perdón) y desde estas páginas contó a nuestros lectores la realidad de un mundo sobre el que en la España de las décadas de 1950 y 1960 se sabía muy poco.
En 2016 Györy promovió la conmemoración del 60 aniversario de la Revolución de Hungría con actos que incluyeron desde un foro en la Fundación Ramón Areces en el que se abordó la ayuda que se dio desde España a la lucha contra el comunismo hasta una misa en la catedral de la Almudena oficiada por el hoy cardenal Osoro, en memoria de las víctimas de aquel alzamiento popular por la libertad.
Györy se ha propuesto ahora divulgar la biografía de Ferenc Marosy de Marossolymos y con él rememorar un hecho diplomático absolutamente singular: la Embajada Real de Hungría que estuvo abierta en el número 49 del paseo de la Castellana de Madrid (hoy sería el 41) entre 1949 y 1969. Un edificio que no representaba a ningún Estado realmente soberano. Era un caso similar al de la Embajada de la República Española en México, que se mantuvo abierta hasta que el 17 de marzo de 1977, el avance de las negociaciones entre el ministro de Exteriores español, Marcelino Oreja, y el canciller mexicano, Santiago Roel, provocaron el cierre de la legación republicana y once días después la apertura de la Embajada del Reino de España. La Embajada Real de Hungría en Madrid representó la libertad frente a la tiranía comunista que se mantuvo en el poder hasta 1989. Promovida por el Comité Nacional Húngaro y después bajo el patronazgo del Rey de Hungría en el exilio, Otto de Habsburgo, el régimen de Franco reconoció aquella legación como la única y legítima representación de Hungría en España. Una embajada que siempre ayudó a todos los compatriotas que acudieron pidiendo socorro y que se sostuvo con un presupuesto risible: 100 dólares al mes. Y los pasaportes que expedía sólo permitían viajar a Portugal. Pero Marosy tenía una relación privilegiada con el resto del cuerpo diplomático acreditado en Madrid. El libro de Kata S. Gyuricza y Péter Gyuricza «Ferenc Marosy. Un embajador real en Madrid 1949-1969», publicado en edición bilingüe y editado por la Embajada de Hungría, se presenta este lunes en el Instituto Cervantes con la participación en el acto de personalidades como Simeón de Bulgaria o Jorge de Habsburgo que evocarán el papel de Marosy y cómo otros países intentaron aprovechar la estela dejada por la Hungría de Otto de Habsburgo.
Y es que antes de que la nueva ley de la memoria histórica que propone el PSOE convierta un acto académico como éste en ilegal, antes de que la censura obligue a publicar libros de historia bajo el amparo de la inmunidad diplomática de legaciones extranjeras porque en España serán censurados, hay que leer libros como la biografía de Marosy. http://www.abc.es/ MRF
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