En paralelo a la Gran Purga, Stalin inició sus planes para transformar Rusia de un país agrícola a uno industrializado, uno capaz de soportar las exigencias tecnológicas de la Segunda Guerra Mundial y luego la Guerra Fría. El resultado fue una gran hambruna
En una encuesta realizada el pasado año por el centro de estudios Levada, se puso de manifiesto que para la población rusa Joseph Stalin, el dictador comunista al frente del país durante la Segunda Guerra Mundial, resulta «el más sobresaliente» personaje del país, independientemente del momento histórico. Estudios similares demuestran que la popularidad del líder soviético ha crecido en los últimos años, mientras aumenta el desinterés por conocer la magnitud de sus crímenes. Stalin es más popular en Rusia conforme se conoce menos de él.
Pero, ¿cuántas personas concretas asesinó Stalin por cuestiones políticas? ¿Se le debe responsabilizar a él directamente de las hambrunas en Ucrania? ¿Hubo intención de eliminar a elementos incómodos al régimen con la estrategia «suicida de Rusia» durante la Segunda Guerra Mundial?
Iósif (en ruso) Stalin no inventó nada en cuanto a represión, simplemente continuó con la obra bolchevique allí donde la dejó Vladímir Lenin, cuyo exitoso golpe de Estado en 1917 fue seguido de la creación de la «Comisión extraordinaria de lucha contra el sabotaje y la contrarrevolución», comúnmente conocida como Checa. Inspirados por el ejemplo jacobino de la Revolución francesa, los bolcheviques anunciaron el «terror rojo» para oponerse al «terror blanco». El primer anuncio oficial de esta campaña represiva, publicado con el título de «Llamamiento a la clase obrera», el 3 de septiembre de 1918, pedía a los trabajadores:
(...) Aplastad la hidra de la contrarrevolución con el terror masivo. Cualquiera que se atreva a difundir el rumor más leve contra el régimen soviético será detenido de inmediato y enviado a un campo de concentración.
El alumno supera al maestro
La represión contra los enemigos del régimen se desplegó en su máxima expresión a partir del verano de 1918, tras la insurrección de los socialrevolucionarios de izquierda de Moscú. Millares de presos y de sospechosos fueron masacrados a lo largo de toda Rusia, siendo el primer acto de una Guerra Civil entre los bolcheviques y el resto de fuerzas que se cobró alrededor de nueve millones de vidas, entre muertes directas y las provocadas por la ruina y la hambruna generalizada.
Durante el golpe y la guerra civil, Stalin ocupó distintos puestos en el régimen leninista, entre ellos el de comisario político en el Ejército Rojo, comisario del Pueblo de Asuntos Nacionales (1917-1923) y secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética desde 1922. Una secretaría que empleó para extender su poder a otras instituciones soviéticas y para, tras la muerte de Lenin en 1924, sofocar gradualmente a todos los grupos opositores dentro del Partido Comunista. Esta primera purga incluyó a León Trotski, que fue desterrado de la Unión Soviética en 1929.
Como un iceberg, la punta de la represión estalinista solo supuso un pequeño aperitivo del total de muertes. A partir de 1930 se desencadenó la llamada Gran Purga o Gran terror de Stalin. Cientos de miles de miembros del Partido Comunista Soviético, socialistas, anarquistas y opositores fueron perseguidos, juzgados y, finalmente, desterrados, encarcelados o ejecutados en los campos de concentración gulags.
Todo ello sirvió a Stalin para consolidar su poder y limpiar la disidencia trotskista y leninista de todos los órganos soviéticos. De los seis miembros del Politburó original (el máximo órgano de gobierno), únicamente Stalin sobrevivió a su ascenso, mientras cuatro fueron ejecutados y Trotsky, desterrado, sería asesinado en México en 1940. A su vez, de los 1.966 delegados del XVII Congreso del Partido Comunista celebrado en 1934, 1.108 fueron arrestados y encarcelados para ser ejecutados en la mayoría de casos.
Esta política de gulags también afectó al Ejército Rojo. Tres de los cinco mariscales; 13 de los 15 comandantes de ejércitos; 8 de los 9 almirantes; 50 de los 57 generales de los cuerpos de ejército; 154 de los 186 generales de división; todos los comisarios del ejército y 25 de los 28 comisarios de los cuerpos de ejército, de la Unión Soviética fueron juzgados y condenados por razones políticas. El resultado fue la disminución del poder operativo de las Fuerzas Armadas a cambio de un aumento de la fidelidad ideológica de cara a la inminente Segunda Guerra Mundial. Comandantes fanáticos, pero inexpertos.
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