"Ni en Londres, ni en París, Roma, Madrid, Bruselas o Amsterdam conviene ocultar la cabeza debajo del ala: el problema terrorista, aparte de medidas simbólicas como la erradicación de Londonistán, plantea la pregunta de qué queremos que sea la identidad europea, junto con nuestros conciudadanos de origen musulmán y de todas las confesiones o no religiones". --Gilles Kepel, el hombre que le tiene tomada la matrícula a la yihad francesa--
Las palabras de Kepel cayeron en saco roto.
Aquí en España basta ver la cobertura que han hecho las televisiones de los atentados islamistas en Cataluña para ver que lo único que les preocupa es la 'islamofobia', un invento de los Hermanos Musulmanes "para criminalizar las más mínima crítica del dogma religioso y beneficiarse de los dividendos morales de la victimización", como dice Kepel.
La cobertura de laSexta ha estado desde el minuto centrada en blindar a la comunidad musulmana de la temida 'islamofobia' más centrada en transmitir paz que dar cuenta de los hechos, es decir, en informar:
"Hay gestos que hablan más claro que cualquier discurso: a un lado el padre de Xavi, el niño de tres años asesinado en La Rambla, al otro, el imán suplente de la mezquita de Rubí, el pueblo del pequeño".Se acerca también la madre. Los vecinos de la localidad, concentrados en solidaridad con las víctimas, son testigos de un mensaje sin palabras: el de la convivencia. Los abrazos entre perfectos desconocidos se han convertido en el símbolo contra el miedo.
Otro hombre, musulmán, pasa las horas en La Rambla ofreciendo contacto físico contra terapia contra el dolor. En medio de todo esto, aquí están los prejuicios, este mensaje se ha hecho viral en Facebook acusando a los musulmanes de no condenar los atentados: "¿Eres musulmán en España? Quiero ver una manifestación, una condena, una pancarta".
Hughes escribe este 26 de agosto de 2017 una magnífica columna en ABC en la que sostiene:
Es curiosa la expresión «radicalizarse». «Mustafá se radicalizó». Como si le hubiera dado un siroco. Lo que quieren decir es que decidió ser terrorista. Se usa ese término de un modo que da a entender una transformación decisiva. Un clic en la cabeza. Para eso necesitan el «radicalizador», la mente que corrompe al joven. Aunque nadie se pregunta por la radicalización del imán de Ripoll. ¿Quién radicalizó al radicalizador?
Con las cosas en ese punto, en La Sexta («Al rojo vivo») pasaron del imán de Ripoll (el radical per se) a otros dos personajes más manejables: el alcalde de Alcorcón y el cura de Cuatro Caminos. Les dedicaron sus buenos minutillos. Las críticas de los dos a Ada Colau gustaron poco.En algunos casos hemos llegado a sentir compasión por las familias de los terroristas y por los propios terroristas a quienes según las televisiones los vecinos tachaban de excelentes personas y abnegados hijos. Una explicación que no cuadra, ¿o sí?
Aunque atente Daesh, siempre queda energía para el cura de turno. Algunos tertulianos se permitieron decir, sin corrección de la risueña presentadora, que cura y alcalde hacían «también un discurso de odio». El «también» clama al cielo (laico, sin gloria ni hurí); pero más clama el «delito de odio». La trivialización de ese tipo legal (genocidios y cosas así) avanza a ritmo galopante. Sólo a algunos corazones les está dado albergar odio.
http://www.periodistadigital.com/
MRF
No hay comentarios:
Publicar un comentario