Cameron,
Obama, Hollande o Renzi tienen algo en común: ya no cuentan con el
respaldo ciudadano. La generación globalista que durante décadas ha
dominado el mundo se ha visto este año muy debilitada. Merkel se ha
quedado como la única representante en una UE donde los países cada vez
están más decididos a recuperar las competencias básicas. En España,
donde Rajoy consiguió salvar su sillón, el euroescepticismo es una
realidad y ha pasado del 15% en 2008 hasta el 49% en 2016.
Los bajos índices de popularidad de Merkel han obligado a la canciller a virar su política migratoria. Con un discurso electoralista, la candidata de la CDU realizó un guiño a los sectores más críticos del partido y trató de restarle fuerza a la derecha alternativa de AfD. ¿Su medida estrella? Prohibir el burka mientras facilita la entrada de más refugiados.
Podemos convirtió el Día de la Constitución en un espectáculo dantesco. Pablo Iglesias, que se negó a acudir a los actos, mostró su ignorancia en torno a la Carta Magna confundiendo la fecha de su aprobación, al tiempo que pidió una reforma que "reconozca a todos los españoles".
Dominaron sus países de espaldas a la ciudadanía y lo han pagado. Cameron, Obama, Hollande y Renzi no repetirán nunca más fotografías juntos. Merkel es la única excepción, pero su popularidad se encuentra en mínimos históricos.
Si algo ha quedado demostrado en este 2016 es que los ciudadanos estaban cansados de las decisiones de las élites mundiales y la socialdemocracia.
Ocurrió en Reino Unido con la consumación del Brexit, en Colombia con
el rechazo al acuerdo de paz con las FARC, en Estados Unidos con la
victoria de Trump y más recientemente en Italia con la dimisión de
Matteo Renzi tras no lograr superar la votación para la reforma
constitucional.
Las decisiones de
Bruselas en torno, por ejemplo, a la crisis de refugiados no contentaron
a buena parte de la ciudadanía y varios líderes europeos se encargaron
de pedirle a Merkel una mayor soberanía. Viktor Orbán se ha opuesto firmemente al sistema de cuotas de la UE al entender que es un "asunto propio" de cada Estado.
Victoria del Brexit
Las encuestas fallaron en el Reino Unido y el Brexit se consumó. Los británicos votaron a favor de la salida de la UE, después que de que David Cameron convocara un referéndum donde defendió la permanencia.
"No
soy el capitán adecuado para dirigir el proceso, lo hará un nuevo
primer ministro", aseguró entonces el premier, que fue sustituido por
Theresa May, la conservadora encargada de negociar con Bruselas la
salida de la UE.
Obama o Clinton: Trump
Barack Obama
no podía seguir siendo presidente de Estados Unidos tras ocho años de
mandato, pero había apoyado toda la campaña a la candidata del
establishment: Hillary Clinton. En el lado republicano estaba Donald
Trump, el magnate al que los medios se encargaron de atacar sin
descanso.
Finalmente el elegido por los
estadounidenses para liderar el cambio en el país fue Trump, algo que no
sentó nada bien a las élites mundiales que días después organizaron una
reunión a gran escala para recuperar "cuota de poder".
Hollande y el Frente Nacional
Los
niveles de popularidad del presidente de la República francesa están
por los suelos. François Hollande renunció hace unos días a presentarse a
las elecciones presidenciales, cuando todo el mundo daba por hecho su
candidatura. De hecho, hasta ahora, ningún presidente había renunciado a
aspirar a un segundo mandato.
La candidatura de Enmanuel Macron,
ministro de Economía, y el escaso apoyo recibido por Manuel Valls, que
ya ha anunciado que comparecerá en las primarias, fueron clave para la
decisión final de Hollande, al que las encuestas situaban en quinta
posición, muy lejos del Frente Nacional y Marine Le Pen.
En un país marcado por el terrorismo, la islamización y la fragilidad económica, Le Pen ha sabido encontrar en sus políticas medidas para contentar a la ciudadanía,
que cada vez respalda más figura si nos atenemos a los últimos sondeos.
Tanto es así que durante las primarias de ‘Los Republicanos’, el
partido del expresidente Nicolás Sarkozy, los argumentos más repetidos
coincidían con el ideario del Frente Nacional. Es decir, mientras
Sarkozy, Juppé o Fillon trataban de estigmatizar al partido identitario
en público, en privado copiaban sus principales medidas.
Ciao Renzi
El último en caer ha sido Matteo Renzi.
Su gran apuesta política pasaba por una reforma constitucional.
Aprobada en el Parlamento, el primer ministro decidió someterla a
referéndum y vinculó su continuidad con el resultado de la misma. Los
italianos dieron la espalda a las nuevas medidas, que pasaban por
reducir el Senado y otorgar mayor poder a su figura.
Uno
de los cambios trascendentales de la Carta Magna que proponía la
reforma es el de acabar con el bicameralismo paritario. Es decir, el
partido Democrático no quería que el Senado contara con el mismo poder
que el Congreso por lo que la Cámara Alta se hubiera transformado en un
órgano territorial a la Italiana con menos funciones y casi sin opción
de posicionarse sobre las leyes que promueve el Gobierno. Una medida que hizo saltar las alarmas de todos los partidos de la oposición al considerar que esta centralización del poder era negativa para la democracia italiana.
Además
Renzi buscaba reducir el número de parlamentarios por lo que el Senado
sólo hubiera contado con 100 representantes, -de los cuales cinco serían
nombrados por el presidente de la República-, y no con los 319 que
participan ahora de la vida parlamentaria. Pero aún hay más: eliminaba
los sueldos y las pensiones, pero mantenía la inmunidad parlamentaria.
Merkel sigue en píe
Cuestionada por los ciudadanos, por los socios de Gobierno e incluso por su propio partido, Angela Merkel
se ha quedado sola al frente de la Unión Europea. Sus controvertidas
decisiones en torno a la crisis de refugiados le han pasado factura y,
aunque es favorita, las elecciones del próximo año podrían ser las
últimas para la canciller.
La política alemana,
en el poder de 2005, se propuso presentarse a la reelección en los
comicios generales de 2017 para el que sería su cuarto mandato.
Conforme se acercan las elecciones, Merkel ha ido matizando su discurso con el fin de contentar al sector crítico de su partido,
así como a sus socios de Baviera, y arañar votos a Alternativa Para
Alemania. Ha dado una de cal y otra de arena. Refugiados sí, pero no
todos. Integración también, pero fuera burkas. La canciller ha
anunciado, como hiciera Rajoy en su día, que no tocará los impuestos.
En
el Congreso Federal de la Unión Cristianodemócrata (CDU) ha sido
elegida presidenta con el 89,5% de los votos. Merkel ha obtenido este
resultado, frente al 96,7 % logrado dos años atrás, y ha sido ratificada
así como líder del partido.
http://gaceta.es/
MRF
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