Un lugar donde puedes encontrar
Cosas interesantes y útiles
Donde entender y razonar
Pienso luego existo
https://merianmi.wordpress.com/
No Al Olvido
viernes, 23 de diciembre de 2016
Cultura - Música Los diez mejores discos internacionales de 2016
King
Creosote da la campanada con su «Astronaut Meets Appleman» y obtiene el
primer puesto en la encuesta realizada entre los críticos y melómanos de
ABC. Se impone, nada menos, que a los desaparecidos gigantes Leonard
Cohen y David Bowie
El
cantautor escocés King Creosote da la campanada con su «Astronaut Meets
Appleman» y obtiene el primer puesto en la encuesta realizada entre los
críticos y melómanos de ABC para elegir los mejores discos
internacionales de 2016. Se impone, nada menos, que a los desaparecidos
gigantes Leonard Cohen y David Bowie, que en este año de impactantes adioses (también cayó Prince) se despidieron con sendos discos de categoría.
10. Agnes Obel: Citizen of glass
Las canciones de Agnes Obel
tienen una delicadeza tan extrema que parece que van a estallar en
pedazos en cualquier golpe de ciclogénesis invernal. Pero el armazón de
este ramillete de temas está cuidadosamente construido. Esta danesa
establecida en Berlín coge el título de su tercer disco del concepto «Gläsener bürger»
que aborda la falta de privacidad de los individuos en la actualidad:
todos somos «ciudadanos de cristal» y cualquiera está expuesto a la
mirada escrutadora del resto, Tinder, Twitter o «meggins» mediante.
Entre pianos, cuerdas y fantasmales susurros, Obel va desmigando versos
frágiles que erigen canciones poderosísimas. Como una Enya más intensa y opresiva, la danesa deja a su paso una belleza intrigante con temas como la fascinante «Familiar» o la primorosa «Stone» («could I be»). / JAVIER TAHIRI
9. Angel Olsen: My Woman
El cuarto disco de la «songwriter» de Missouri
retruena a reto y a grito (y susurros) de autoafirmación desde cada uno
de sus surcos. «Te desafío a entender lo que me convierte en mujer»,
espeta en «Woman», una monumental epopeya íntima. Y
sumergirse en esa búsqueda se convierte en una intensa experiencia de
arqueología emocional repleta de hallazgos sonoros y líricos. Estancadas
en dos partes bien diferenciadas (de la electricidad descarada a la
nocturnidad descarnada), sus nuevas canciones son campos magnéticos
sembrados de minas que ganan cuerpo sin perder alma y cada vez son más
ricas en matices. Un recital de personalidad (múltiple), un «aquí estoy
yo» en toda regla para sacar varios cuerpos al nutrido pelotón femenino
del folk rock americano. / FERNANDO PÉREZ
8. Charles Bradley - «Changes»
La cara más arrugada del cante jondo negro no cambia con este nuevo «Changes» y nos vuelve a poner a bailar, emocionados, a pesar de sus pesares terrenales. El que fuera imitador profesional de James Brown durante varias décadas
logra uno de los clímax del disco en el estribillo del tema homónimo,
en el que su desgarrada voz veraz nos lleva, impulsada imparable por una
trompeta, a berrear junto a él: «I’m goooing throuugh chaanges in my
life... Oh, baby». / JAVIER VILLUENDAS
7. Steve Gunn: «Eyes On The Lines»
Su anterior trabajo en solitario, «Way Out Weather», fue incluido por algunas publicaciones especializadas entre lo mejor de 2014. Un año después, con el disco grabado junto a Kurt Vile («Parallelogram»), su nombre se acercó a ese agujero llamado «indie» que todo lo engulle. Pero es ahora, con «Eyes On The Lines», cuando Steve Gunn da
el espaldarazo a una carrera de más de 15 años a la sombra de la
primera división, fichando por Matador y recogiendo los elogios de medio
mundo. Un logro que tiene su mérito con estas nueve últimas canciones,
tan virtuosas e inaccesibles como bellas, que beben tanto de John Fahey y
Jack Rose, como de las grandes estrellas de los festivales de verano. «Ancient Jules», «Full Moon Tide», «Ark», «Heavy Sails»...
cortes perfectos para descubrir a este músico de Brooklyn al que los
medios no han prestado la merecida atención hasta ahora, y que cuenta
con destellos de genio como «Park Bech Smile».
Es lo que podría esperarse de un guitarrista que, en su adolescencia,
los dos primeros discos que se compró fueron uno de los Stooges y «A Love Supreme» de John Coltrane. Imagine. / ISRAEL VIANA
5. Michael Kiwanuka - «Love & Hate
4. Radiohead - «A Moon Shaped Pool»
En su segundo trabajo, el británico reinterpreta un universo soul en la línea de Bobby Womack y Bill Withers con
honestidad: amor y dolor fluyen sin perder su identidad, entrelazándose
con densas texturas en las que guitarras con distorsión «vintage» se
superponen a arreglos orquestales, un omnipresente reverb y coros que,
en algunos momentos, recuerdan incluso a Morricone. Es en «Black Man in a White World» donde más brilla el talento de Kiwanuka:
manos desnudas, palmas, para acompañar una desgarrada melodía que nos
remitiría a los campos de algodón del delta del Misisipi en el siglo XIX
si no tuviéramos el ejemplo tan reciente de Algiers, con su magnífico
disco homónimo que conocimos el año pasado. Curiosamente, el sonido de
las cadenas y los gritos de protesta guardan hoy, casi doscientos años
después, muchas similitudes con aquellos que inspiraron la música en la
que germinó el blues. / LUIS MANUEL
La
aparición en sí de este disco fue una obra maestra: pequeñas pistas
aisladas, un goteo de sonidos e imágenes que daban lugar a conjeturas
que iban formando hipótesis para, al final, materializarse todo ello en
un disco que creó tras de sí una expectación superlativa. Por suerte, el
resultado estuvo a la altura. Solo hay tres temas realmente inéditos,
pero la amalgama funciona. «A Moon Shaped Pool» es además uno de sus discos más «accesibles» (entre comillas, claro),
sin perder esa atmósfera inquietante y opresiva ni la magia que
desprende cada trabajo de la banda de Thom Yorke. El comienzo, «Burn the
Witch», es portentoso. / PABLO MARTÍNEZ PITA
No hay comentarios:
Publicar un comentario