Jiménez Losantos: "Sin el PP de Aznar el centro-derecha español se queda, por primera vez, sin partido político que lo defienda, porque laSexta no lo hará"
Aznar ha reventado las columnas y editoriales de la prensa de papel de este 21 de diciembre con su portazo dado en el PP tras dejar la presidencia de honor. Está claro que en Génova 13 'winter is coming' justo además en el día en que se produce el llamado solsticio de invierno. Sin embargo, algún que otro articulista deja con la sonrisa congelada al expresidente del Gobierno sacándole sus vergüenzas hemerotecas.
Federico Jiménez Losantos llora en las páginas de El Mundo la marcha de José María Aznar como presidente de honor del PP:
Para los que creemos que la política es necesaria -no suficiente- para alcanzar un Estado de Derecho y que sin partidos no hay ni puede haber democracia, la renuncia de Aznar significa muchas cosas. La esencial, constatar que en España ya no hay un partido liberal-conservador que represente a esa amplia clase media, espina dorsal de nuestra nación, creada en el segundo franquismo, que se consolidó con UCD, sobrevivió al PSOE y alcanzó su plenitud con Aznar en el poder, cuando el peso del sector público pasó de casi el 60% del PIB a menos del 40%, se crearon cinco millones de empleos bien pagados, se recortó el gasto público y se alcanzó en sólo dos años el equilibrio presupuestario para entrar en el euro. Sin el PP de Aznar el centro-derecha español se queda, por primera vez, sin partido político que lo defienda, porque La Sexta no lo hará. Y esa es una pésima noticia.
El editorial de El Mundo cree que la decisión de Aznar daña al partido, pero también le hace ver que tiene que cerrar heridas internas:
La renuncia de Aznar hace un flaco favor a su partido en un momento en el que la oposición se encuentra desnortada y dividida. Sin embargo, lo cierto es que el gesto de una figura del peso del ex presidente subraya la necesidad que tiene el PP en el congreso de febrero de cerrar las heridas internas. Para lograrlo, resulta imprescindible que fije una posición política nítida, con un cuerpo ideológico capaz de satisfacer al centro pero también a aquellas facciones que exigen una mayor determinación en asuntos estratégicos como el desafío soberanista, la reforma fiscal y la política exterior.
Santiago González recuerda que Aznar se postuló como el guardián de la esencias del PP, pero quizá olvida algo esencial, que él también cedió con los nacionalistas:
El presidente de honor ha mantenido la actitud vigilante del guardián de las esencias, exponiendo sus discrepancias cuando las tenía, actitud que llevaba algunos nervios a Génova, pero que no llegaban a resolverse en crisis. Como en todo divorcio, los dos tienen razón. Aznar ha creado hemeroteca en su relación con los nacionalismos: desde la cesión de los impuestos a la cabeza de Vidal-Quadras que le había exigido una Salomé de tipo extravagante y algo cleptómana. Si en Génova hubiera alguien con memoria podrían haberle replicado con una frase suya: «En 1996 primero ganamos y después, gobernamos con diálogo y acuerdos. Por ese orden, que no se nos olvide». Se lo dijo a todo el partido en el citado Congreso de Valencia y ocho años más tarde se han puesto manos a la obra. Pero si el diálogo no ha servido con Aznar, ¿cómo va a servir con Puigdemont?
Jaime González, jefe de opinión de ABC, considera que Aznar no da el portazo y se larga como presidente de honor del PP por una mera cuestión de independencia:
José María Aznar ha renunciado a la presidencia de honor del PP para mantener su «independencia» después de que FAES se desvinculara recientemente del partido. El argumento es sorprendente, porque si por algo se ha caracterizado Aznar es por mantener su independencia y pronunciarse con total autonomía, incluso llevando su derecho a expresarse a las cotas más altas y libérrimas, a ese espacio donde solo unos pocos pueden moverse sin temor a salirse de los márgenes de la oportunidad o la prudencia. Ha dicho cuanto ha querido y en cualquier circunstancia que le pareciera propicia o necesaria, sin menoscabo alguno ni limitación aparente, lo que significa que hizo el más amplio uso de su libertad para discrepar de las líneas esenciales del Gobierno de Mariano Rajoy y del partido.
Ignacio Camacho se fija en la crisis del PSOE y entiende que al final la líder será Susana Díaz, aunque ella sigue recelosa del sistema de primarias. Prefiere ser elegida por proclamación, aunque sea para gestionar, de momento, una escombrera de partido:
Cualquier vía de consenso requiere que Díaz dé un paso atrás, y sus rivales están intentando intimidarla, restarle seguridad, crearle dudas, provocarle titubeos. Para tratar de disuadirla le van a plantear una solución de unidad agarrándose a su propio discurso sobre la necesidad de coser los desgarros. La cuestión es que ella se considera mejor costurera que cualquier adversario. Si se decide a afrontar unas primarias las ganará, pero todo el mundo sabe que prefiere la aclamación y trabaja en una candidatura sin competidores -como sugiere Fernández Vara- aunque no encuentre unanimidad en el entusiasmo. La suya es una apuesta fuerte: entrar en las ruinas de Ferraz pisando los escombros bajo palio.
El editorial de El País es claro y meridiano cuando asegura que con actos terroristas como el sucedido el 19 de diciembre de 2016 en Berlín, hay que estar unidos y no buscar, como han hecho partidos extremistas, votos aprovechándose de los cadáveres aún calientes:
Hay que decir con toda claridad que quienes tienen las manos manchadas de sangre no son Angela Merkel o Matteo Renzi, por citar a algunos de los líderes que con sus políticas han mantenido la dignidad de los valores europeos en medio de una crisis de asilo de gigantescas proporciones, sino precisamente aquellos que pretenden obtener beneficios electorales de la muerte de compatriotas inocentes. Porque sucumbir al terrorismo, algo que las sociedades no pueden ni deben hacer, es tanto aceptar las demandas de los terroristas como usarlos para llegar al poder, como indisimuladamente pretenden partidos como Alternativa para Alemania, el Frente Nacional francés o líderes como el neerlandés Geert Wilders o el británico Nigel Farage. La Razón habla de populismo inmoral cuando determinados partidos políticos tratan de conectar refugiados con atentados terroristas como el de Berlín:
El atentado de Berlín no se puede desvincular del contexto abierto por la crisis de los refugiados, que afecta de manera especial a Alemania, pero también a todos los países de la UE. Los Veintiocho aceptaron en 2015 un total de 333.350 solicitudes de asilo, lo que suponía 913 al día, una cifra realmente compleja de gestionar. Casi la mitad del total de las peticiones de 2015 (476.649) presentadas en Alemania fueron aceptadas, asumiendo así el peso de una crisis humanitaria sin precedentes. Merkel ha defendido esta política y se ha comprometido a mantenerla, extremando los controles y evitando que entre los refugiados lleguen ocultos terroristas dispuestos a atentar. Desde las filas del xenófobo Alternativa para Alemania se ha acusado a la canciller de ser la responsable de los atentados del Berlín, y la indignidad de un personaje como el británico Nigel Farage superó lo admisible al declarar que «Merkel ha causado el problema terrorista en Alemania». Europa también se enfrenta al riesgo del avance del populismo más inmoral.
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MRF
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