Saliva, sangre, sudor, orina, heces, mocos, cera... Muchos de ellos nos desagradan, pero todos estos compuestos que desprendemos tienen una función muy importante: proteger y alertar a nuestro organismo de posibles patologías o infecciones
La mayoría de las secreciones de nuestro cuerpo
nos resultan, cuando menos, desagradables. Nos desmayamos al ver sangre,
odiamos que se nos pegue la camisa a la piel por culpa del sudor, el
cerumen nos crea tapones en los oídos, las lágrimas suelen conllevar
malas noticias y, mención aparte tienen aquellas que cumplen con
funciones más escatológicas. Sin embargo, los fluidos corporales que producimos son muy útiles y revelan más información de nuestro estado de salud de lo que pensamos. De hecho, científicos de todo el mundo dedican tiempo y esfuerzo a investigarlos y sacarles el mayor partido posible.
Es el caso de la cera de los oídos. Manuel Papi Zamora, especialista del Servicio de Otorrinolaringología del Hospital Quirónsalud de Torrevieja, explica que «su función es la de proteger la piel del conducto auditivo, mantener un pH adecuado que evite la proliferación bacteriana y nos proteja de infecciones. Su carácter viscoso favorece atrapar partículas e incluso pequeños insectos que quieran penetrar en el conducto auditivo. Por ello el cerumen es importante para el oído externo y tener algo de cerumen, lejos de ser un indicador de falta de higiene personal, es útil y beneficioso».
Es el caso de la cera de los oídos. Manuel Papi Zamora, especialista del Servicio de Otorrinolaringología del Hospital Quirónsalud de Torrevieja, explica que «su función es la de proteger la piel del conducto auditivo, mantener un pH adecuado que evite la proliferación bacteriana y nos proteja de infecciones. Su carácter viscoso favorece atrapar partículas e incluso pequeños insectos que quieran penetrar en el conducto auditivo. Por ello el cerumen es importante para el oído externo y tener algo de cerumen, lejos de ser un indicador de falta de higiene personal, es útil y beneficioso».
Determinar la raza
Lo
que muchos no saben es que «está compuesto por una sustancia pastosa
marronácea, producida por glándulas ceruminosas, piel fruto de la
descamación continua del conducto auditivo y partículas de polución
ambiental que quedan adheridas en el (polvo, polen, partículas
aromáticas...) por lo que podríamos investigar, analizando dichas partículas dónde ha estado un individuo o qué ha comido»,
especifica Papi Zamora. De hecho, un equipo de científicos
estadounidenses publicó un estudio en el «Journal of Chromatography B»
del que se desprende que, según el tipo de cera de cada individuo se
puede saber, incluso, a qué raza pertenece. Uno de los miembros del
equipo de trabajo, George Preti, del Monell Chemical Senses Center en
Filadelfia, había analizado previamente el olor de las axilas y demostró
que «puede transmitir la identidad personal, el género y su estado de
salud», y consideró que el cerumen podría contener información similar.
En la investigación examinaron la cera de un grupo de asiáticos y
caucásicos, y observaron que la de los de los primeros huele diferente a
los de ascendencia europea, africana o americana. Otra de las
revelaciones que nos da este compuesto es lo limpios que somos. «Las
glándulas se encuentran únicamente en la parte más externa del conducto
auditivo, por ello el otorrinolaringólogo que ve cerumen en el fondo del
conducto a nivel del tímpano, puede concluir sobre los hábitos
higiénicos del paciente, ya que casi con absoluta certeza usa
bastoncillos que empujan el cerumen hacia el interior y favorece la
formación de tapones», añade.
Agua
El sudor es otro fluido que se le da mucha importancia.
Tanto, que, tal y como explica Julio García Rodríguez, jefe del
Servicio de Microbiología y coordinador de la Unidad de Enfermedades
Infecciosas Hospital Universitario la Paz de Madrid, «permite detectar
enfermedades como la fibrosis quística». Es una patología hereditaria en
la que el funcionamiento de las células epiteliales (que componen las
glándulas sudoríparas y recubren los conductos pulmonares, hepáticos y
del páncreas) se ve alterado, por lo que los afectados sufren
infecciones recurrentes. Gracias a una prueba del cloruro en el sudor,
se puede saber si el paciente sufre la dolencia.
Pero la actividad del sudor está influenciada también por los microbios de nuestra piel y que generan nuestro «rechazo» por el olor que en ocasiones desprende. Alfredo Pérez Cortada, especialista en Medicina de Familia y coordinador de la Unida de Obesidad del Hospital Quirón Salud de Torrevieja, aclara que «existen diferentes tipos de glándulas sudoríparas que participan en la sudoración. Ubicadas por todo el cuerpo están las glándulas ecrinas, cuya función es regular la temperatura corporal. Están distribuidas por el cuerpo. No tienen tendencia al olor, es agua y sales fundamentalmente. Otro tipo de glándulas son las hapocrinas, localizadas en las axilas y zonas genitales, y su composición, además de agua, es grasa y generan un olor característico».
La fosa nasal es el principal protector de los pulmones. «La nariz acondiciona el aire que inspiramos, calentándolo, humedeciéndolo y filtrándolo de partículas que flotan en la atmósfera para que llegue a los pulmones en las mejores condiciones». Y aquí entra en juego el moco, «que tapiza nuestra mucosa nasal y está en continuo movimiento y reciclaje es fundamental en esta función. Está compuesto por agua, mucina, cloruro de sodio, inmunoglobulinas, histamina, albumina, lisozima, detritus celulares y partículas de polvo», matiza Papi Zamora. Su carácter protector ante infecciones bacterianas está definido «por su continuo movimiento desde la nariz hacia la faringe, y el dinamismo de la capa de moco impide la colonización bacteriana y nos protege de los componentes inmunológicos antes descritos en su composición». Y concluye que, un cambio en la viscosidad del moco «supondría el ralentización del movimiento de la capa de moco y favorecerá la infección nasal». En cuanto a su coloración, «nos indica habitualmente infección, color amarillo verdoso, marronáceo es sugestivo de sobreinfección bacteriana».
Otra sustancia esencial es la hermana del sudor,
la lágrima, que más allá de reflejar sentimientos, es de utilidad para
nuestra vista. Compuesta por tres capas, la más externa de ellas,
aceitosa, evita que se evaporen, la media es más acuosa y lleva
vitaminas y minerales y la última, mucosa, ayuda a humectar los ojos, y
absorbe parte de los rayos UV de la luz solar. Y recientemente, un
equipo español de la Unidad de Investigación Oftalmológica del Hospital
Universitario Doctor Peset, han investigado con lágrimas para diagnosticar la retinopatía diabética,
una complicación ocular consecuencia del deterioro de los vasos
sanguíneos que irrigan la retina en los diabéticos. El método consiste
en aislar lágrimas y buscar marcadores específicos que permitan detectar
esta dolencia.Pero la actividad del sudor está influenciada también por los microbios de nuestra piel y que generan nuestro «rechazo» por el olor que en ocasiones desprende. Alfredo Pérez Cortada, especialista en Medicina de Familia y coordinador de la Unida de Obesidad del Hospital Quirón Salud de Torrevieja, aclara que «existen diferentes tipos de glándulas sudoríparas que participan en la sudoración. Ubicadas por todo el cuerpo están las glándulas ecrinas, cuya función es regular la temperatura corporal. Están distribuidas por el cuerpo. No tienen tendencia al olor, es agua y sales fundamentalmente. Otro tipo de glándulas son las hapocrinas, localizadas en las axilas y zonas genitales, y su composición, además de agua, es grasa y generan un olor característico».
La fosa nasal es el principal protector de los pulmones. «La nariz acondiciona el aire que inspiramos, calentándolo, humedeciéndolo y filtrándolo de partículas que flotan en la atmósfera para que llegue a los pulmones en las mejores condiciones». Y aquí entra en juego el moco, «que tapiza nuestra mucosa nasal y está en continuo movimiento y reciclaje es fundamental en esta función. Está compuesto por agua, mucina, cloruro de sodio, inmunoglobulinas, histamina, albumina, lisozima, detritus celulares y partículas de polvo», matiza Papi Zamora. Su carácter protector ante infecciones bacterianas está definido «por su continuo movimiento desde la nariz hacia la faringe, y el dinamismo de la capa de moco impide la colonización bacteriana y nos protege de los componentes inmunológicos antes descritos en su composición». Y concluye que, un cambio en la viscosidad del moco «supondría el ralentización del movimiento de la capa de moco y favorecerá la infección nasal». En cuanto a su coloración, «nos indica habitualmente infección, color amarillo verdoso, marronáceo es sugestivo de sobreinfección bacteriana».
Pese a las posibilidades que tienen todas estas sustancias, no hay que olvidar que «las clásicas» siguen siendo fundamentales para detectar cómo estamos por dentro. «Las técnicas diagnósticas más habituales se realizan sobre la sangre, ya que es la más estudiada, seguida de la orina y las heces. Son muestras fáciles de obtener que dan mucha información», comenta García Rodríguez. «En el caso de la sangre, ésta da información general del organismo. La orina también aporta datos sobre el funcionamiento de los riñones y las heces, desde el punto de vista microbiológico, permiten detectar infecciones gastrointestinales, aunque también aportan datos sobre patologías no infecciosas como las anemias producidas por un tumor en el colon o tracto digestivo. En estos casos se realiza un test de detección de sangre oculta en heces. También se puede detectar una mala absorción del intestino por la grasa que secretan las mismas».
Por su parte, Pérez Cortada advierte de que «existe un error generalizado entre los pacientes que vienen a consulta y piensan que están bien porque en sus últimos análisis no había nada extraño. Y no es siempre así. En una analítica de sangre se recogen innumerables datos, pero en la más rutinaria no se puede saber toda la información de la persona, ya que en la sangre existen innumerables marcadores. Un examen común dará información de acuerdo a los parámetros del estado general de la persona, como factores bioquímicos, parámetros metabólicos u hormonales, hemoglobina, función renal, tiroidea, hepática, colesterol... pero para obtener datos más valiosos hay que hacer una analítica acorde a los síntomas que desee encontrar. En conclusión, es un estudio individualizado».
http://www.larazon.es/
MRF
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