La izquierda española sigue haciendo gala de una hipocresía muy significativa: la de criticar el golpe del 18 de julio por “antidemocrático” mientras admiran los sucesos de Asturias
En 1933 las urnas habían hablado. La mayoría de los españoles había elegido un Gobierno de centro derecha que pusiera coto a los desmanes de la conjunción republicano-socialista del primer bienio. Además, era la primera vez que votaba la mujer en unas elecciones generales y habían apoyado mayoritariamente a la CEDA,
El partido dirigido por el abogado José María Gil Robles había sido la fuerza más votada, obtuvo 115 diputados, como segunda fuerza se encontraban los centristas de Alejandro Lerroux, el Partido Republicano Radical (PRR), con 102; el PSOE se había quedado con 59 tras el cambio de Besteiro por Largo Caballero. El resto de partidos con representación eran todos de derechas: agrarios, carlistas, la Lliga, Renovación Española. Los comunistas solamente habían obtenido un diputado.
Pese a esta aplastante victoria del centro derecha y la derecha, los menguados partidos de izquierda presionaron al timorato y acomplejado presidente de la Segunda República, Niceto Alcalá Zamora, para que no encargase la formación de Gobierno a Gil Robles. Amenazaban con una revolución en caso de que la CEDA entrase en el Gobierno. La izquierda, una vez más y como ocurrión en abril de 1931, no aceptaba los resultados electorales.
Sorprendentemente, en lugar de aplicar la legalidad y encargar la constitución del Ejecutivo a la fuerza más votada, corrió el turno y nombró Jefe de Gobierno a Lerroux, lider de la segunda fuerza más votada.
A pesar de ello, Gil Robles colaboró durante un año con el líder del PRR. Finalmente solicitó a Alacalá Zamora la entrada en el Gobierno de tres diputados de la CEDA. Para evitar conflictos, el propio Gil Robles no pidió ninguna cartera para él.
Los socialistas llevaban meses comprando armas e instrullendo a milicias por si ocurría esto. La clave era la frase “¡Atención al disco rojo!”. Y el diario del PSOE, El Socialista, lo publicó. Las milicias del PSOE, las anarquistas y las comunistas se lanzaron a la revolución contra un Gobierno que se había ceñido a la legalidad.
El objetivo era dar un golpe de Estado que derrocase el régimen que ellos mismos habían traído. La izquierda no respetaba las reglas del juego cuando no corrían a su favor, aunque las hubieran redactado ellos.
Hoy, 82 años después, quienes se empeñan en una revanchista Memoria Histórica, tienen la osadía de reivindicar aquel golpe de Estado que pretendía instaurar una dictadura, la del proletariado. Un régimen copiado del soviético. Un régimen basado en una ideología que ha sido la más criminal de la historia. Pero les da igual. Siempre colocan el lado grueso del embudo mirando hacia ellos.
Les da igual que la revolución que desencadenaron causase más de mil muertos, que fueran asesinados inocentes, se quemasen edificios religiosos y culturales. Son los suyos, y eso, para ellos, es lo único que cuenta. Aunque se trate de criminales y centenares de víctimas.
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MRF
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