Mariano Rajoy y Javier Fernández, el presidente de la gestora que manda en Ferraz, son dos personajes discretos que guardan para sí el contenido de sus conversaciones
El último favor, por ahora, de Mariano Rajoy al PSOE ha sido el de renunciar a unas terceras elecciones generales. Lo ha hecho, dicen los suyos, porque encaja con la petición de que todos los partidos se comporten con seriedad que lleva haciendo desde que se contaron los votos de las primeras, en diciembre. Pero las más recientes encuestas insisten en que el PP podría gobernar con mayoría absoluta, con el apoyo de Ciudadanos. Un panorama muy perjudicial para los socialistas, que serían ampliamente superados en las urnas por Podemos; una puntilla para la situación dramática que viven lo sucesores del auténtico Pablo Iglesias.
Madrid está siendo en estos días un hervidero noticias interesadas conforme se acerca el plazo, 30 de octubre, en que el Rey tendría que convocar elecciones a falta de un presidente de Gobierno investido: muchos afectados por cualquiera de las dos opciones, voces opuestas dentro del PSOE, periodistas convertidos en políticos partidarios y algún portavoz, o bocazas, que desde La Moncloa tuvo la ocurrencia de filtrar la posibilidad de que Rajoy fuera a poner condiciones al PSOE para aceptar su abstención, lo que luego tuvo que negar el PP deprisa y corriendo.
Mariano Rajoy y Javier Fernández, el presidente de la gestora que manda en Ferraz, son dos personajes discretos que guardan para sí el contenido de sus conversaciones, lo que se presta a que los anteriormente citados se den por enterados y provoquen el río de informaciones al que hemos estado sometidos esta semana: las condiciones que Rajoy exigiría a los socialistas, el plan de Susana Díaz para llegar a La Moncloa en cuestión de meses, la oposición sin tregua del PSOE a un gobierno del PP… Noticias que quienes de verdad saben lo que se cuece entre ambas partes desmienten por completo.
Lo que ambos líderes están tratando tiene mayor calado y se centra en cómo afrontar en común el último desafío del independentismo catalán, la manera de aplacar a Bruselas para que no multe a España por el desvío del déficit y la aprobación cuanto antes de un nuevo sistema de financiación autonómica que alivie la penuria de las arcas públicas de varias comunidades. Los dimes y diretes tienen más que ver con los líos internos, bien grandes, de los socialistas y con los codazos en el PP conforme se vislumbra un nuevo gobierno bajo sus siglas que con la realidad. Curri Valenzuela
http://www.abc.es/ MRF
No hay comentarios:
Publicar un comentario