Felipe González y el resto miran al entorno del PSOE en busca de culpables de su enrocamiento, al tiempo que los amantes de emociones ligadas a la guerra interna asoman la cabeza.
“Pedro Sánchez
se ha comportado como si estuviera ungido de manera vitalicia para
ocupar la Secretaría General”. Es un gruñido recurrente entre sus
detractores. “Como líder, ha hecho prácticamente lo que ha querido”.
Desde el rumbo estratégico a la configuración a su medida del partido.
Pues bien, cuando la facturación del PSOE no ha dado para tirar cohetes y los negros augurios alientan su desplazamiento por Podemos como fuerza hegemónica de la izquierda en Galicia y País Vasco, Sánchez persiste en el empeño de construir una alternativa de Gobierno.
Algunos en el PSOE
esperaron de su intervención en la sede de Ferraz en la noche electoral
del pasado 26-J la asunción de culpas, pero de eso no hubo nada. Ni
siquiera dijo aquello de “pongo mi cargo a disposición de mis
compañeros”, que habría sido lo más consecuente con el resultado de 85
escaños, de nuevo los peores de la historia. Ahí ya se percibió
internamente que Pedro Sánchez jamás se echaría a un lado por sí mismo.
“Deberíamos haberlo echado ya el 20-D al derrumbarse de los 110
diputados de 2011 hasta los 90”, insisten una y otra vez los disidentes.
La convicción de que su secretario general lleva al PSOE al desastre se
ha extendido entre un número cada vez mayor de barones, además de entre
ex dirigentes de peso, que ahora quieren aprovechar el presumible
fracaso de las vascas y gallegas para la confrontación total.
Los críticos de Pedro Sánchez buscan una solución: "Esto ya no aguanta", claman
Los
críticos están de acuerdo en que “esto ya no aguanta” y llevan semanas
manejando planes alternativos encaminados todos a una abstención que
permita al PP asumir la gobernabilidad del país, aunque condicionados su puesta en marcha a la resistencia de Sánchez. El propio Felipe González
ha venido defendiendo la necesidad de transitar del bloqueo a la
neutralidad (pactada, claro está), por responsabilidad de Estado frente a
la hipótesis de volver a las urnas. El ex presidente ya trasladó ésta y
otras opiniones a Pedro Sánchez en julio, cuando ambos se reunieron en
privado. Entonces, a decir de algunas voces, el más importante referente
del socialismo creyó convencer al secretario general del PSOE.
“Felipe lo persuadió, hasta que Pedro regresó
a Ferraz y atendió a los consejos de su banda”, murmura entre
bambalinas un barón con mando plaza en su autonomía. ¿Quiénes conforman
esa “banda”? Dicen que César Luena, Antonio Hernando y Óscar López. En cualquier caso, si se trataba de arrastrar a Sánchez
a favorecer la gobernabilidad de los populares, el objetivo resultó aún
más fallido bajo presión. Los llamamientos sólo ayudaron al
enrocamiento. Más de uno debería preguntarse alguna vez por qué ante los
zarandeos el secretario general ni se inmuta, o por qué la sensación de
cerco sólo ha alcanzado a segundos escalafones del sanchismo. Ya
sabemos cómo los críticos quieren resolver el panorama… de una tacada.
Sobre
la mesa, quienes quieren ir a por todas apuestan por la fórmula más
extrema que pasa por la constitución de una gestora para forzar la
salida de Pedro Sánchez, bajo la amenaza incluso de una “moción de
censura”. Como explican los promotores de esta iniciativa, el artículo
7.C del capítulo III de los Estatutos otorga la capacidad de “exigir la
responsabilidad política de la Comisión Ejecutiva Federal mediante la
presentación de una moción de censura, apoyada al menos por el 20 por
100 de sus miembros, y sancionada para tener efectos por la mayoría
absoluta de los integrantes del Comité Federal”. Los defensores de esta
vía tienen las ideas muy claras y se resisten a que el futuro de la
organización pueda escapárseles de las manos.
La gestora -además de defenestrar a Sánchez
y, por tanto, cortar de raíz cualquier movimiento defensivo suyo- sería
la encargada de vender la abstención, liberando de esa responsabilidad a
los barones. Aún no hay acuerdo en quién sería la persona que la
encabezaría, pero uno de los inspiradores de este golpe querría que
fuese Patxi López. Otros, en cambio, apuestan por Guillermo Fernández Vara,
convertidos en pretexto estos últimos días para desatar una auténtica
rebelión contra Ferraz y en defensa del presidente extremeño que abogó
públicamente por la abstención del PSOE. A la ola de respaldo a su libertad de expresión se sumaron de forma coordinada Alfredo Pérez Rubalcaba, el presidente de Asturias, Javier Fernández, Eduardo Madina, o Carme Chacón, entre otros. No de su alcance, pero sí de estar cocinándose algún desquite entre los críticos supo de manera casual el propio Sánchez en las horas anteriores a desatarse la tormenta.
El mal precedente del PSM
Pero
los detractores siguen sin actuar como una fuerza coordinada. Así que
hay quienes aún recelan de la comisión gestora, sobre todo a la vista de
las temerarias secuelas dejadas allí donde se ha puesto en práctica la
operación. Ejemplo paradigmático resulta el PSM. La defenestración de Tomás Gómez dio pasó al capitaneo provisional de Rafael Simancas y después a una entrega del gobierno a Sara Hernández,
pero la fórmula solamente ha logrado dejar a las siglas en una
situación acuciante de debilidad. Visto lo cual, cobra fuerza la
denominada “salida digna”, propugnada incluso desde un sector de la
federación andaluza, que pasa por forzar a Sánchez a un cambio de
posición “colegiada” en un Comité Federal y aplazar de nuevo la batalla
interna hasta el XXXIX Congreso del partido.
El mayor fallo de esta estratagema sería pensar que Pedro Sánchez
se quedaría quieto. Su legitimidad está basada en la fuerza que le
dieron sus bases en las primarias y podría tirar de la convocatoria de
ese proceso para presentarse de nuevo como candidato a líder y ganar la
contienda con el potente banderín de enganche de haber sido obligado a
apoyar al Partido Popular. La guerra está abierta. Y Sánchez puede creer que una derrota orgánica puede ser sólo el preámbulo de su victoria final.
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