A 24 horas para que se celebre en la sede de Ferraz el Comité Federal del PSOE, Pedro Sánchez vuelve a ser este 30 de septiembre de 2016 el centro de atención de columnas y editoriales donde, eso sí, no todas son unánimes en relación a posicionarse del lado de los ‘rebeldes'. Hay quien tacha lo que sucede en el partido de cacicada, a pesar de lo desquiciado que esté el secretario general socialista y de lo nefasto que haya sido:
Arrancamos con Santiago González que, en El Mundo, considera que el problema del PSOE está en ese debate absurdo que Pedro Sánchez ha querido hacer cuestión capital, el odio o no a Mariano Rajoy, cuando el partido está que se desangra elección tras elección:
El PSOE ha sido un partido de Gobierno desde hace 40 años y ha desempeñado el Poder Ejecutivo en España durante casi 22. Los resultados electorales bajo la dirección de Pedro Sánchez se cuentan por derrotas, cada una más severa que la anterior. ¿Puede tener un partido así su gran debate sobre quién odia de verdad a Rajoy, si hay que boicotearle o abstenerse? "Los dos bandos", clasifica Pedro, el de Felipe y el suyo. "¿A qué bando pertenece Susana?", se pregunta el hombre.
El editorial de El Mundo insiste en que la decisión de los críticos no es la que más le conviene al partido y entiende que es buscar un atajo, un golpe de mano en toda regla sin tener en cuenta a las bases:
A los críticos hay que volver a reprocharles que la vía elegida para destituir a Sánchez no es justificable porque el actual secretario general fue elegido por las bases y un golpe de mano palaciego no parece el procedimiento adecuado para resolver las diferencias. En política, el fin no justifica los medios y, por eso, insistimos en estas líneas en nuestra disconformidad con esa maniobra para apartar al líder del PSOE. Pero dicho esto, creemos también que, si es necesario para evitar un cisma, es preferible que Sánchez abandone la secretaria general y renuncie a ser candidato porque nadie es más importante que la institución que encabeza.
En cambio, el editorial de ABC dice claramente que el PSOE no es el partido propiedad de Sánchez y entiende las revueltas formadas:
Ni la militancia del PSOE ni la democracia se merecen la descomposición de un partido a manos de un líder como Sánchez, obsesionado por el poder aun a costa de romper el partido y con un infantiloide sentido de Estado. El PSOE ha sido crucial en la afirmación de nuestra democracia y debe seguir siéndolo. Primero, por respeto a su propia historia y porque millones de ciudadanos se declaran socialdemócratas. Y segundo, porque su obligación moral con los españoles es abortar la operación de acoso y derribo al sistema diseñada desde la izquierda populista, en lugar de participar de ella y entregarle ingenuamente el poder. Era hora de que la facción más realista del PSOE reaccionara frente al uso abusivo que ha hecho Sánchez de la secretaría general para sumirlo en el fracaso con sus cesiones a Podemos y su incomprensible simpatía por el soberanismo. El futuro del PSOE pasa por una refundación sosegada en la oposición, desde la que debe servir a España y a su estabilidad y crecimiento.
David Gistau considera a Pedro Sánchez un personaje "nefasto y desquiciado", pero califica de cacicada lo que se está haciendo dentro del PSOE:
No puede negarse que la unanimidad con la que Pedro Sánchez ha sido detectado como un Peligro para la Patria está haciendo que demos por buena una artera conspiración interna, de la que hay precedentes con Borrell, en la que participan agentes con sentido patrimonial de la socialdemocracia, incluido su órgano periodístico, de los cuales ninguno ha pasado recientemente por un proceso de elección. Es una cacicada tremenda, es una interna a la manera peronista. Lo es aunque pretenda neutralizar a un personaje nefasto, ya desquiciado a estas alturas, cuya única virtud es la correosa predisposición a hacerse matar antes que rendirse. Es una cacicada autorizada por todos que llena de ignominia y veneno la solución del bloqueo y la investidura de Rajoy.
Ignacio Camacho tiene claro que o Susana Díaz da el salto ya para liderar el PSOE nacional o se quedará estancada para siempre en Andalucía:
En esta bronca los socialistas están consumiendo, además de mucho crédito político, gran parte del tiempo que precisan para su propia transición. Cargarse a un secretario general es una operación muy grave que requiere una convalecencia en condiciones. Pero ya no disponen de margen para soluciones provisionales: se han equivocado demasiado. Y la primera, Díaz, que apostó por un candidato que le calentase la silla mientras ajustaba su calendario. Ahora se le han agotado los recursos intermedios, los títeres y los amagos: o se sube al tren o se queda como Penélope en la estación, con la mirada perdida y el gesto congelado.
El editorial de El País dice sin ambages que el PSOE debe decantarse por la abstención, permitir un Gobierno del PP y empezar a reconstruirse desde la oposición:
No queda otra alternativa para la gobernabilidad de España que permitir el Gobierno del partido más votado, que no es otro que el PP, y tratar de reconstruir desde la oposición un Partido Socialista capaz de recuperar la confianza de amplios sectores del electorado. Si el espectáculo de la división de un partido es grave, hacer intervenir en el proceso político a abogados, guardias jurados y (quizá) jueces sería el remate de los enredos. Persistir en la línea de las peleas técnico-jurídicas sobre lo que prevén los estatutos del partido le lleva al abismo. Los militantes y votantes socialistas, pero también este país, necesitan un PSOE unido y capaz de ofrecer una alternativa al PP lo más pronto posible.
Para La Razón, lo que está haciendo Pedro Sánchez produce directamente bochorno:
El trato recibido ayer en Ferraz por la presidenta del Comité Federal del PSOE, Verónica Pérez, a quien ni siquiera se le permitió salir del recibidor, resume el bochornoso espectáculo en que se ha convertido esta crisis de partido, que amenaza con fracturar irremediablemente al socialismo español. Atrincherado en la Secretaría General, con sus peones colocados en los puntos neurálgicos de la dirección y, sobre todo, con una «sanchista», Isabel Celaá, al frente de la Comisión de Garantías, Pedro Sánchez ha decidido llevar el pulso hasta el final, con el objetivo de trasladar la solución del conflicto al voto de la militancia. Para ello, Sánchez no ha dudado en violentar las normas internas del partido y, lo que es peor, la debida lealtad a sus compañeros. Nunca en la historia del PSOE, desde la Transición, un enfrentamiento interno se había librado por una de las partes despreciando la lógica política y con tales niveles de acritud.
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MRF
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